martes, 13 de octubre de 2020

Andrés Espinosa Becerra. Músico, poeta y loco Un espacio para compartir música

los martes

Músico, poeta y loco

Un espacio para compartir música

 

Por Andrés Espinosa Becerra

 

En cuanto llegué a radicar en Ciudad Cuauhtémoc, ubiqué una tienda de música, era el mundo de los discos compactos. Sin música la vida no es posible.

Ingresé maravillándome con la gran cantidad de música y los variados géneros que tenía la tienda: jazz, blues, música sinfónica y rock. Tomé la costumbre de acudir, muchas de las veces tan solo a curiosear; más tarde construí una ceremonia: todos los días de mi cumpleaños acudía a comprarme algo especial que me recomendaba el dueño de la tienda, como regalo que me daba a mi mismo.

En esa tienda conocí al dueño. Una persona tipo Woody Allen, en ese entonces con gran melena pulcramente enrollada en una coleta, gafas redondas, gran sentido del humor y buen conversador. Inició ahí una amistad en torno a la música, por el momento, posteriormente vendrían otros pilares de aprecio. Grandes tardes platicando sobre música, después descubrí que era lector ávido y conocedor.

Pasan los años, casi al final de los noventas. Una de aquellas tardes de plática se nos ocurrió que podríamos iniciar una programa radiofónico musical con tendencia meramente cultural.

La renta del tiempo aire era carísima, pero se consiguieron clientes y me convertí en una especie de agente de ventas al andar de negocio en negocio ofreciendo publicidad, hasta que llega el día en que logramos salir al aire.

El micrófono de una estación radiofónica es un monstruo para quien no está acostumbrado: mi experiencia radiofónica consistía en una prueba a la que me sometí para ser locutor en la XELA, de la Ciudad de México, cuya especialidad exclusiva era la trasmisión de música sinfónica. Fue cuando la dirigía el músico Daniel Catán, y me alejé porque descubrí que entraría como trabajador esquirol, opuesto al sindicato, pues. De manera que las primeras emisiones de Músico, poeta y loco fueron de tortura. Pero pasó.

 

Entremos al programa musical radiofónico

La propuesta era sencilla: emitir música sin intromisiones del conductor, tan solo documentar la pieza a escuchar, el autor, intérprete y se acabó. La tortilla calientita para el comensal, música era de lo que se trataba. Si yo tenía trescientos discos compactos, mi socio poseía tres mil o más.

Desfilaron jazz, blues, música sinfónica. También música cubana, vernácula, folclórica y ranchera. Un festín que daba gusto, y ocurrió algo que no es sorprendente: la respuesta de las personas. Se dio el caso de una ciudad aledaña que se caracteriza por tener a músicos entre su población. Anahuac. Llamaban al programa todas las tardes.

También los amigos. En alguna ocasión Raúl Manríquez andaba por aquella ciudad y me llamó al programa, me dijo: oye, te están escuchando una pareja de adultos, sentados en su silla en la banqueta, tienen un radio afuera , están oyendo tu programa. Todo eso era emocionante, un aliciente. Extraño todo eso.

Por supuesto que seguía los moldes aprendidos al haber sido fiel escucha de Radio Educación y Radio UNAM del entonces Distrito Federal, ambas emisoras veneros de buenos locutores, también de aprendizaje cultural y literario. Mencionaré a Emilio Ebergenyi, como botón de muestra.

La literatura, claro, se metió al programa. Aparte de emitir discos de Literatura de la UNAM, había entrevistas a escritores; ahí estuvieron Raúl Manríquez y Leopoldo Zapata, entre otros; alguno que otro músico local. Teníamos preparada una entrevista al campeón de lucha libre, peso completo, Kanek, tabasqueño él.

Algo importante: no se traba de un simple slogan del programa, en verdad era un espacio para compartir música, y esa es una decisión donde los egoísmos no existen; es una gran emoción llegar con una grabación o un disco con el ánimo de compartirlo; decir, por ejemplo, voy a compartir este disco de la Vieja Trova Santiaguera, y al escuchar el teléfono encuentras la respuesta a ese acto sincero de compartir. Compartir música siempre será una bendición.

Otra máxima del programa Músico, poeta y loco: Guardar respeto por el radioescucha –en eso somos pioneros–, no entrometernos en sus gustos musicales ni encimarles los nuestros. Por ejemplo, a mi Serrat me gusta un par de veces, y no se los programaba todos los días. En el caso de la música cubana, que fascina a cualquiera, no por ello se redunda en ella, ni siquiera en los descubrimientos, esos hay que deslizarlos con suavidad, sabrá el escucha si los acepta porque el ya tiene construido un esquema musical de años.

Así también con los comentarios, estos debían ser informativos, no valorativos, eso pertenece a la audiencia. Un punto de vista era válido, siempre y cuando con su pulcritud debida.

Años de quiebre económico.

Con los usufructos del  programa logré comprarme un auto viejo, comía todos los días en restaurantes, y también me tenía que salir temprano del trabajo para andar en las banquetas ofreciendo publicidad radiofónica. Pero llegó el momento de un descenso económico, y adiós publicidad.

Además, un cacique local de la radio compró la estación y fue el adiós; todavía pasó un tiempo en que me permitían trasmitir el programa por menos dinero, y ahí seguí. Sin embargo llegó el final.

En su estilo, informalidad, esmero, por sus novedades, Músico, poeta y loco deja una señal, por la música que trasmitía. Deja una huella, dentro de la precariedad –porque no poseíamos el mercado de la publicidad–, por su respeto y atención al radioescucha, su conexión con personas de clase media y clase media baja.

Físicamente no me conocía el publico, pero cuando entraba en alguna tienda, al escuchar mi voz, me decían ¿usted es el de Músico , poeta y loco? En las calles se comentaba el programa, y yo discreto, porque nunca me ha gustado el protagonismo.

También es hora de cerrar estos comentarios.

Hace poco tiempo, en las gradas de un campo de futbol, cuando se desarrollaba el encuentro, alguien tras mi espalda, en baja voz, pronunció: músico, poeta y loco, …yo te conozco.

Resultó ser un roquero de la ciudad de Anáhuac, antiguo radioescucha del programa, de gran melena y futbolista.

Yo agradezco.

 

Andrés Espinosa Becerra

Octubre 2020.

 

 

 

 

 

Andrés Espinoza Becerra, Córdoba, Veracruz 1958, hizo estudios de literatura hispanoamericana. Tiene tres libros de poesía publicados: Quinteto para un pretérito (1996), en coautoría con otros autores; Los días que no duermen (2004) y Una casa con silencio y patio (2019). En 1996 gana el premio Cuauhtémoc de poesía con Domingo Siboney. Tiene algunos proyectos en espera de aparecer, como El ramalazo de los recuerdos y El árbol de los ciruelos.

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