martes, 30 de abril de 2024

Cuarto 444. Jaime Chavira Ornelas

Foto Pedro Chacón

Cuarto 444

 

 

Por Jaime Chavira Ornelas

 

 

Estoy en el cuarto 444 desde hace varias Semanas, o meses. La mañana está empeñada en ser fría, el calentón indiferente, con una extraña presencia prepotente que me hace sentirme inútil. Lo enciendo y le lanzo una mirada retadora y veo cómo se le borra esa insolencia. Puedo sentir cómo mi osamenta reniega por mi discreta entereza y la esperanza de que aún puedo dar la batalla, esta batalla que perderé algún día por las buenas o por las malas. En fin, qué importa si se gana o se pierde, todo es una ilusión o algo que se presenta como realidad .

El invierno es eterno, el frío es un sentimiento extraño: el cuerpo se estremece y se crispa; la sangre se hiela y se cuaja en las venas; la carne se enchina y los pies y las manos helados. Los días se alargan pues el pensamiento se enfría, la ventisca zumba como manifestación de soledad. La ventana cerrada y encobijada con las cortinas.

Ya no tarda la mujer que viene con el desayuno en una charola verde, un plato de plástico rojo y los cubiertos blancos; los huevos, el pan, el café y las galletas Marías no saben a nada, parecen de carton. Como porque el cuerpo me grita si no lo hago, sus gritos agónicos me espantan, he tenido la idea de meterme la mano a la garganta y sacarme el estómago y las vísceras, pero debe ser doloroso, al menos eso me dice la cabeza y le hago caso.

Entra la mujer con la bandeja: veo el desayuno reciclado, los huevos se tapan sus ojos amarillos, el pan está arrugado, el café parece petróleo recién sacado de las entrañas terrestres y las galletas son triates recién paridos, puedo oír su llanto porque la fatal muerte es inevitable. Observo la charola verde, parece que se llama Jacinta, la he visto no sé cuantas veces y hasta hoy siento que es madre de varios hijos, sufre como todas las madres, pero hay algo en ella que me llama la atención.

De pronto la mujer me grita:

–Ya comete el desayuno.

Sus ojos rojos la transforman en una víbora y sale de cuarto 444 arrastrándose.

Me como los ojos amarillos, el pan decrepito, la taza con petróleo y maté a las triatas sin Piedad. La charola verde (Jacinta) esta muy callada (tal vez preocupada por sus hijos), pero quién soy yo para juzgarla, tengo tantos hijos que ya perdí la cuenta, hay unos que ni conozco y habrá otros que ni me conocen, en fin, espero que los pobre hijos de Jacinta (la charola verde) estén bien.

La mañana sigue fría, el calentón con su actitud prepotente empeñado en seguir así, a mis manos y a mis pies los siento más fríos, me quito los zapatos y me doy masajes, y me ayudan a calentarme con la fricción, mis pies son grandes y feos, tengo callos, juanetes y ojos de pescado además pie de atleta (y nunca hago ejercicio), mis manos oprimen cuanto callo sienten con el masaje y el dolor me sube hasta mi cuero cabelludo, es un dolor extraño, no tengo control de los dedos que oprimen cada vez mas fuerte cada callo, en eso entre la mujer/jirafa de los ojos rojos con la charolita y los dulces de colores, me abre la boca y va poniendo de uno en uno los dulces y hace que los trague con buches de agua turbia, siento como van bajando por mi garganta hasta llegar al estómago, ahora mis dedos ya dejaron de oprimir los callos pues el sentimiento de ser otra persona llega con los dulces.

Abro las cortinas y entra el sol, el frío huye a los rincones, la mujer de las pastillas salió y el cuarto 444 queda en silencio, yo sentando en el borde de la cama, mis dedos jugando con las manos y mi mente con sus recuerdos y realidades. Voy en un tren rumbo a ningún lugar el paisaje que se proyecta en la ventana es extraño pues parece un rostro grande y sonriente tiene ojos marrón y cabello obscuro, de pronto el tren disminuye la velocidad y se escucha su silbido y el eco lo imita varias veces el rostro como paisaje me doy cuenta que es mi rostro, con ojos que enfrentan una tormenta y de pronto se fragmenta mi rostro en miles de rostros diminutos todos suspendidos con ojitos asombrados por la tormenta, saco mi mano para recoger mis rostro fragmentado, pero son tantos que se escurren en mis manos los empujo hacia adentro y van cayendo como peces retorciéndose en el suelo y se juntan como si fueran imanes hasta formar una extraña estrella que desaparece.

Ahora estoy otra vez solo, sentado en el borde de la cama. El silencio se mete por los poros y todo mi cuerpo es ahora el silencio del mundo, abro mi boca trato de gritar o de emitir cualquier sonido pero el silencio calla mis gritos o gemidos este silencio proviene de algún lugar desconocido en las entrañas de la madre tierra es un silencio místico metafísico caigo de rodillas y ahora escucho todos los sonidos desde el grillo hasta las constelaciones escucho los sonidos interiores de mi cuerpo cómo suenan las neuronas y todos los órganos cómo suena la vida en el planeta y solo exhalo un suspiro por todos aquellos que sufren escucho su llanto sus plegarias sus arrepentimientos su ira todos los sonidos de la muerte que aúlla tras las víctimas.

Sigo de rodillas y desfallezco. Mi cuerpo es un hilacho, puedo sentir lo frío del piso, en mi cara veo cómo entra un enfermero y me levanta y me acuesta en la cama, me da cachetadas pequeñas, veo su cara de papa y sus ojos de pescado, parece que babea; entra otra enfermera y me inyecta algo en el brazo izquierdo, el líquido corre de prisa por mi vena hasta la cabeza y siento un abundante calor en todo el cuerpo y me quedo dormido.

Despierto. No sé cuanto tiempo ha pasado, es de noche (creo) y mi garganta esta seca, trato de levantarme y siento vértigo, casi me caigo de la cama pero alcanzo la jarra con agua y le doy un trago que me refresca, le doy varios tragos hasta quedar satisfecho, las cortinas en la ventana están cerradas y debo abrirlas, de nuevo trato de levantarme y el vértigo hace que me vaya de lado pero hago un gran esfuerzo y me pongo de pie agarrándome de lo que puedo, llego a las cortinas y las abro de par en par, ¿está amaneciendo o atardeciendo?, regreso tambaleante a la cama, me siento para que no me gane el vértigo, me levanto y voy al baño, como puedo llego hasta la regadera y me siento en el suelo y abro la llave del agua fría que me cae y siento cómo la electricidad se enciende en todo mi cuerpo, ahora soy un ser vivo, un ser alertado por el gran elemento acuífero, poco a poco la cordura acompaña a la realidad, esta realidad finita que provoca la desaparición de toda locura, todos mis sentidos regresan a su lugar de origen.

Después de permanecer un rato en la regadera me levanto y el vértigo se ha ido a marear a alguien en otro lado, me seco, me estoy cambiando de ropa y entra la enfermera serpiente y con cara de sorpresa grita:

—Señor Chávez, que bien se vé esta mañana.

Deja la pequeña bandeja con tres pastillas en el buró y dice:

—Venga, por favor tómese las pastillas.

Las tomo, veo en sus ojos cierta tristeza, me doy cuenta que tiene los ojos verdes, su rostro con piel tersa y rosada y las facciones de una mujer bella. Me invade la somnolencia, mi cuerpo se relaja y me acuesto, un profundo suspiro sale de muy dentro, es un respiro liberado de su encierro. El techo del cuarto 444 es la ventana de un tren sin destino, sus silbidos los acompaña el eco y a los miles diminutos rostros en la ventana solo se los lleva el viento.

 

 

 

Jaime Chavira Ornelas es administrador de negocios, logística, control de almacenes, importación y exportación, cursos de linguística e inteligencia emocional, grado de vendedor oro por GMC. Actualmente pensionado por el IMSS.

Ella me mira desde algún lugar inaccesible. Sergio Torres

Ella me mira desde algún lugar inaccesible

 

 

Por Sergio Torres

 

 

Ella me mira desde algún lugar inaccesible, desde una luna de plata que se asoma, lúdica, debajo de sus párpados. Es un juego completamente suyo. Yo no sé qué quiere, ni cuándo ni cómo lo quiere, pero disfruto cuando entre sus caprichos me invita a jugar a estar juntos, a caminar el mismo camino, aunque sea solo por nueve semanas y media.

Ella me mira vestida de besos ebrios, de madrugadas extendidas, de los excesos cotidianos que hacen su vida.

Ella me mira tendido en su lecho como campo de amapolas, trémulo, tímido, tántrico, ríspido, enervante, analgésico, expuesto, dispuesto, salvaje y joven, aunque yo me sienta un hombre hecho y derecho, demasiado joven para sus muchos años de oficio.

La casa de la Malena fue durante muchos años el santuario de lo prohibido, a donde todo el mundo de las fantasías adolescentes concurría. Escuchabas historias desde la primaria, compañeros que se asomaban sobre las bardas bajas; fiestas que no terminaban sino siete, once, trece días después; la visita de celebridades locales e internacionales. Y ahí sigue, la casa y la Malena, célebre como siempre, hecha un mar de pasiones.

Yo fui una vez a esa casa, tendría unos diez años, cuando andaba vendiendo carne machaca en bolsas de cuarto y de medio. Me abrió la puerta un mujerón de ojos verdes y mirada salvaje. ¿A cuánto la bolsa, plebe?, me dijo, no recuerdo ni qué le contesté, pero poco a poco fueron saliendo las demás muchachas y se acabaron todo lo que llevaba. Olían a perfume, maquillaje, alcohol, tabaco y aventura. Dejaban asomar a propósito o por descuido un muslo aquí, un seno allá. Esa venta fue la mejor del día. Cuando volví a casa me dijeron que no volviera a la casa de la Malena a ofrecer la carne. No tenía sentido ¡fueron mis mejores clientes!

A las semanas, esos ojos verdes me encontraron de nuevo en la Plazuela 27 de Septiembre, lugar único en México que celebra la consumación de la Independencia Nacional, y me reclamaron que no hubiera vuelto. Entonces concretamos una cita, yo iría el sábado a las 12 y ellas comprarían todo lo que llevara. Así se dijo, así se hizo. Hasta que algún chismoso le dijo a mi mamá que yo me andaba juntando con las muchachas de en que la Malena y salí cintareado, coscorroneado y llevado en vilo de las orejas.

Santas mujeres que ejercen con valentía un oficio en el que exponen el físico y la reputación constantemente. Yo no me pondría en su lugar.

 

 

 

Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

Éxito. Carmen Julia Holguín Chaparro

Éxito

 

 

Por Carmen Julia Holguín Chaparro

 

 

                                   Para Daniel Holguín Zaragoza

 

 

Abrir la puerta del búnker

donde te escondes del sol

y guardas los sueños.

 

Mirar al cielo

aunque te hiera los ojos

su azul luminoso.

 

Alimentar no solo de pan

el hambre que te cosquillea

los anhelos.

 

Conjurar los demonios

que te meten el pie

esperando que caigas.

 

Aceptar que en los detalles

están las odas

al éxito.

 

 

 

Carmen Julia Holguín Chaparro es doctora en literatura hispanoamericana por la Universidad de Nuevo México. Al lado de su trabajo académico, escribe cuento y poesía. Ha participado en encuentros de escritores en distintas partes de México, Estados Unidos y Argentina; hay textos suyos en antologías y revistas de México, Estados Unidos, España y Uruguay. Tiene dos libros de poemas: A tu prójimo amarás (2008) y El que tenga oídos… (2014).

lunes, 29 de abril de 2024

A ocho años de caminar sobre el laberinto. Benito Rosales

Cocodrilo Bit

A ocho años de caminar sobre el laberinto

 

 

Por Benito Rosales

 

 

En el 2016 tuve la oportunidad de publicar un poemario de la mano de Ediciones Morgana, la editorial de Marisol Vera Guerra: un cuaderno llamado Sobre la cornisa del laberinto, el cual contiene 28 poemas escritos en verso libre, de escasos renglones, que tratan del amor de pareja, la soledad y la existencia.

Hasta antes de este momento había soñado que mi primer libro sería de cuentos, pero por una extraña razón no sucedió. Fue de poemas.

No me arrepiento de mi debut literario, como algunos autores lo hacen de su primera publicación, pero sí creo que puedo mejorar los textos, y tal vez en un futuro próximo retrabaje los poemas, sobre todo tratando de mejorar la respiración al leerlos en voz alta.

Actualmente no hay libros disponibles para su venta, la edición fue de cien números y ya no tengo. Espero que pronto se den las condiciones para una reimpresión, o una segunda edición según sea el caso. Por lo pronto deseo compartir en este espacio tres poemas, los que se han vuelto memorables para un servidor y que frecuentemente leo en las actividades de micrófonos abiertos y lecturas compartidas.

El primero es un texto dedicado al libro. Durante el proceso de revisión de los textos hice un poema para el naciente poemario, y como me agradó mucho decidí que fuera el primero en aparecer:

 

 

 

Vestido de auroras

 

a veces este libro deshoja

mis manos

y caracoles caen de renglones

en pequeñas

masas

saltan besos

páginas que aún no me has dado

estrujan el deseo de seguir

Y cierro

Y cancelo

Y me recuesto mientras consonantes

se revelan

vocales en las yemas de tus

dedos rozan pensamientos

y sigo leyendo

Leyéndo(te)

El segundo que quiero mostrar es quizá el poema que más me gusta: es un texto simple, de entrega, de amor, y con cierta inocencia:

 

 

 

Si pudiera

 

atrapar miedo en un poema

inventaría un libro entero

escribiría en tinieblas la luz de una

letra

amanecería estrella en

mano dispuesto a continuar

orquestaría el abecedario en su contra

sellaría cada escrito con sangre

si pudiera tan solo una vez

haría el mejor verso para que

descansaras ansiedad

pudieras dormir

hilvanaría letras

Inventaría sonidos

una nueva palabra

¿qué sé yo?

Lo que sea

por verte feliz

Y finalmente, el tercero tiene unas imágenes que desde el primer momento me atraparon:

 

 

 

Tornasol

 

voy a dividir mi cuerpo

para regalarte la mitad donde

moran serpientes su cáscara de nuez será

ojal para tu deseo

no tengas miedo a los cíclopes que

habitan mis células

hay un continente perdido bajo su núcleo

Te quieren

parte onírica que te hace presente

duerme

acaríciame

bésame

llena los vacíos de la aburrida

sobriedad

la existencia

Los leo y parece que fue ayer cuando estuve con Marisol Vera sentado en aquella pequeña plaza pública cerca del centro de Guadalupe, Nuevo León, México, repasando los textos en las hojas de máquina que previamente había impreso, ilusionado de corregir los poemas y meterlos en un libro. Como finalmente pasó. ¿Qué sigue? No sé, pero espero recorrer otra vez ese laberinto poético desde las alturas y caer, nuevamente, en un par de versos.

 

26 abril 2024

 

 

 

Benito Rosales Barrientos nació en Monterrey, ha participado en talleres literarios de su ciudad natal. Es autor de los libros: Sobre la cornisa del laberinto, poemas; Cuando estos cielos caigan como ojos de gato, poemas; Las flores del jardín, cuento, 2017; La niña y la serpiente, cuento, Metimos la pata, entre otros.

Pienso en ti, constantemente. En las mañanas echo de menos tu cuerpo junto al mío. La cafetera se queda con la mitad del agua sin usar. Sergio Torres

Foto Pedro Chacón

Pienso en ti, constantemente. En las mañanas echo de menos tu cuerpo junto al mío. La cafetera se queda con la mitad del agua sin usar

 

 

Por Sergio Torres

 

 

Pienso en ti, constantemente. En las mañanas echo de menos tu cuerpo junto al mío. La cafetera se queda con la mitad del agua sin usar. El batido de huevo con espinacas y jamón de pavo es demasiado para uno. Pero sigo llenando la jarra de la cafetera a tope y sigo cocinando para dos. El calentador de agua trabaja mucho menos que cuando vivías conmigo, yo uso el agua bastante más fría que tú. El coach del box me nota mucho más furioso que cuando empezamos esto de dar de golpes al costal. Odiaría desatarme contra el sparring y descontrolarme hasta sangrar. Por fortuna, el peso de los guantes, el cambio de guardia, lanzar golpes y brincar sin parar cansa. Echo de menos tu cuerpo junto al mío en la bañera, en la butaca de junto cuando voy al cine, en el asiento del pasajero en el coche, tú abrazada a mí cuando manejo la moto por la ciudad. El sábado fui hasta Santo Domingo, subí las escaleras de la iglesia y vi desde ahí la ciudad, Santa Eulalia, los cerros. Escuché el rumor del viento en mis oídos, dejé que el frío entrara por las aberturas entre los botones, en las heridas que me dejó tu ausencia ¿cerrarán algún día?

Lo peor de todo es la demencia que me inunda, no sé a quién extraño: a la que eras, la que eres o a la que yo creé en mi imaginación, igual de inaccesible como las demás.

Es domingo, día de sexo y panqueques. Contra toda rutina, hoy tomé la moto y fui a El Fresno a escribir palabras que le robo al viento, a sus murmuraciones entre la hojarasca y los tallos de  ocotillo, el ruido de la carretera y las nubes que galopan el claro cielo de Chihuahua.

Sí te extraño, K, y te encuentro en los ojos de M, en la sonrisa de L, en los senos de C, en la cadera de E, en el aroma almizclado de I, en la cabellera de J, en las manos hábiles de A, en la voz aterciopelada, mezcla de bourbon y seda de L. Y aquí me tienes, en domingo, visitando lugares santos y escuchando pláticas privadas en vez de comer panqueques y hacerte el amor como cuando fuimos a Mazatlán a comer pescado zarandeado y reías como una niña mientras deshacías la belleza del plato con glotonería y gozo.

 

 

 

Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

Ino. Almudena Cosgaya

Dintel de Almudena

Ino

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

Existen personas que transitan por la vida en espera de que algo llegue, algo lo suficientemente extraordinario para cambiarlo todo. Al final del día terminan frente al televisor esperando que la pantalla les quite el pesar de lo que ha sido la jornada. Esperaban la magia y al no llegar cayeron en la rutina de siempre, olvidando que todo en la vida es un dar y recibir.

Paco tenía un buen empleo, no era difícil y le dejaba tiempo libre; pero en lugar de verlo como una oportunidad, decidió entregarse al vicio del celular. Prestaba más atención a lo que podía ver en la pantalla que en mejorar sus habilidades, en destacar y así obtener un mejor puesto. Optó por el camino fácil. Con el tiempo comenzó a olvidar la importancia de dar un buen servicio, se molestaba cuando lo interrumpían de su maratón de videos, los cuales escuchaba a un volumen que molestaba a los demás. Poco a poco, se fue victimizando, pues en su mente él nunca tenía la culpa, siempre era culpa de los demás.

En un abrir y cerrar de ojos la oficina en la que pasaba sus días se volvió cada vez más asfixiante. Su carácter retraído y distante le había jugado malas pasadas. Llegó a tal punto de sentir una rivalidad y envidia por su compañero, que siempre lograba más por siempre llevar una sonrisa.

Rápidamente se convirtió en una de las personas que peor ambiente creaban, con mirada de comadreja y de igual malicia. Comenzó a quedarse solo, era más fácil culpar de aquello a sus compañeros.

Una tarde, cuando no lo habían dejado salir temprano, comenzó a reflexionar sobre lo que ocurría, su celular reclamó su atención una vez más aquel día. Chascó la lengua intranquilo, no le hizo falta mirar la pantalla para saber de quién se trataba. Decidió no prestarle más atención de la que ya le había dedicado, y tras volver a guardarlo en el bolsillo de su chamarra, vio frente a él la sonrisa que nunca fallaba.

“Ino”, pensó.

—Intenta sonreír más, que no te hace más pobre —bromeó Ino, elevando las cejas—. Ya estamos todos cansados de tu actitud, no pareces uno de nosotros, sino el enemigo.

Ino era exactamente lo que todo hombre desearía tener a su lado. Era alegre, divertida y siempre decía lo que pensaba. Para rematar, sus atrapantes ojos amielados.

“Ese Rubén, tiene mucha suerte”, pensó Paco.

—Te diré el motivo: He venido todo el camino haciendo una reflexión sobre mi situación actual. Te aseguro que verte es lo mejor que puedo esperar de un día como hoy.

—Me lo tomaré como un cumplido. ¿Entramos ya o prefieres seguir adulándome?

Paco se quedó en silencio, observando a Ino mientras se alejaba. En ese momento, se dio cuenta de que había estado buscando en el lugar equivocado. No era la magia lo que necesitaba, sino el amor propio y la autoestima para cambiar su vida. Decidió que era hora de dejar de culpar a los demás y empezar a trabajar en sí mismo. Después de todo, la verdadera magia estaba en él.

Desde aquel día Paco comenzó a cambiar. Dejó de lado su celular y comenzó a prestar más atención a su alrededor. Comenzó a sonreír más, a interactuar con los compañeros de trabajo. Se dio cuenta de que la vida no era tan mala como él pensaba, solo necesitaba cambiar su perspectiva.

Ino notó el cambio en Paco. Al principio, pensó que era una broma o una estrategia para conseguir algo, pero con el tiempo se dio cuenta de que el cambio era genuino. Paco ya no era el hombre gruñón y retraído que solía ser. Ahora era amable, atento y siempre tenía una sonrisa en su rostro.

Un día Ino se acercó a Paco y le preguntó qué había causado el cambio. Paco le sonrió y le dijo que había estado reflexionando sobre la vida y se dio cuenta de que necesitaba cambiar. Le dijo que había aprendido a valorarse a sí mismo y a respetar a los demás.

Ino quedó impresionada con la transformación de Paco. Le dijo que estaba orgullosa de él y que esperaba que continuara por ese camino. Paco le agradeció y le prometió que seguiría trabajando en sí mismo.

Con el tiempo, Paco se convirtió en una inspiración para sus compañeros de trabajo. Demostró que es posible cambiar y mejorar. Su historia sirvió como un recordatorio de que todos tenemos la capacidad de cambiar nuestras vidas si estamos dispuestos a hacer el esfuerzo.

Y así, Paco aprendió que la verdadera magia no está en esperar que algo extraordinario suceda, sino en tomar la iniciativa para cambiar nuestra propia vida. Aprendió a valorarse a sí mismo y a respetar a los demás. Y lo más importante, aprendió que la felicidad no se encuentra en un celular o en una pantalla de televisión, sino en uno mismo.

 

 

 

Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.

domingo, 28 de abril de 2024

Maten al cura bueno. Raúl Herrera

Rollos cortos

Maten al cura bueno

 

 

Por Raúl Herrera

 

 

Calvary, producción irlandesa de 2014, cuenta una historia maravillosamente terrible. Un hombre, durante le confesión, le avisa al cura de un pequeño pueblo irlandés, James Lavelle, que lo asesinará en una semana, al domingo siguiente, y que le da ese tiempo para que ponga sus asuntos en orden. Durante los días que siguen a esa confesión, junto con el cura, hacemos un recorrido para conocer a los miembros de la comunidad, para enterarnos de que se encuentran faltos de fe y lejos de los preceptos de la iglesia, pero sobre todo, que repudian al sacerdote Lavelle.

Lo sorprendente de la propuesta del director y guionista de la película, el inglés John Michael McDonagh, radica –por una parte– en que la historia, que tiene un arranque con los elementos necesarios para desarrollar un thriller en forma, se convierte en una larga y lúcida reflexión sobre los problemas de la fe y el sentido de la vida –pero por otra– en que el cura es inocente ante los ojos del asesino, quien afirma que “no tiene sentido matar a un cura malo. ¿Matar a uno bueno? ¡Eso sería noticia! Lo voy a matar a usted, padre. Lo voy a matar porque usted no ha hecho nada malo!” Lo interesante es que el sacerdote sabe quién es el que lo amenaza, pero los espectadores no.

Dura, muy crítica, pero al mismo tiempo emocionante, Calvary es una película de los tiempos modernos, y por lo mismo no se deja nada en el tintero. Durante el metraje de cien minutos nos encontramos con temas como el adulterio, las drogas, el sexo, la violencia y la desintegración familiar, aderezado todo con humor negro y escenas dramáticas.

Técnicamente se trata de una gran película, muy bien fotografiada, en locaciones de hermosos paisajes. Sin embargo, lo mejor de todo son las actuaciones, de primer nivel. Destaca Brendan Gleeson, como el cura de pueblo: realiza una actuación inolvidable. Su historia personal también resulta interesante, pues luego de ser maestro de secundaria por varios años, decidió dedicarse a la actuación cuando tenía 34 años. Desde entonces ha hecho muy buenas interpretaciones, como en los filmes El sastre de Panamá (2001), Pandillas de Nueva York (2002) de Martin Scorsese e I.A. Inteligencia Artificial (2001) de Steven Spielberg. Cabe mencionar que los actores que lo secundan son extraordinarios y en conjunto dan un realismo muy fresco a la historia que transita de la comedia al drama sin apenas darnos cuenta.

Con una escena final, filmada magistralmente, que resulta difícil de olvidar, Calvary es una de esas películas que pueden pasar desapercibidas por el gran público, pero no por los amantes del buen cine.

 

 

 

Luis Raúl Herrera Piñón es el jefe de la Unidad de Cine de la Quinta Gameros desde hace 19 años, tiempo en el que ha privilegiado la difusión de la cultura, a través de cine de calidad. Durante años publicó en El Heraldo de Chihuahua su columna Rollos cortos, en donde hacía crónicas y crítica de cine.

Soy uno con mis apetitos. Sergio Torres

 

Soy uno con mis apetitos

 

 

Por Sergio Torres

 

 

Soy uno con mis apetitos. El mundo es una locura pero no hay nada que pueda hacer al respecto. La señora que venía detrás de mí apenas alcanzó a sacar la vuelta a la moto. Un hombre se metió a la circulación de la calle principal, por donde yo venía, sin notar que yo venía a 60 km/h. Sigo siendo uno con mis apetitos, mis reacciones, mis emociones y la ira que se despierta en mí a casi cada tramo que manejo, de casa al trabajo, a la escuela del hijo, a casa de nuevo, a la academia a dar clases y compartir la alegría de estar vivo, haciendo música. Soy uno solo, lo que siento, lo que pienso, lo que vivo. No soy tan afecto al contacto humano como debiera, creo. No hay una dosis de contacto que tolere, ninguno, si es que no me avisan que van a tocarme, o logro entender que se acercan con afán de establecer contacto físico, sí, a veces no lo entiendo. Soy uno, un tipo que trata de entender el entorno, caótico y contradictorio que se presenta delante mío. Me es incierto, impermanente, inesperado mundo.

 

 

 

Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

viernes, 26 de abril de 2024

¿Cómo llegaste a vivir en mi corazón? Jaime Chavira Ornelas

Foto Pedro Chacón

¿Cómo llegaste a vivir en mi corazón?

 

 

Por Jaime Chavira Ornelas

 

 

¿Cómo llegaste a vivir en mi corazón?

¿cuándo tomaste posesión de mi alma?

 

¿Por qué llegaste y te quedaste tan dentro?

Mis vacíos se llenaron hasta desbordarse

y mis noches negras se iluminaron como brillantes días.

 

¿Cómo te persiguió mi amor hasta alcanzarte?

¿cómo me refugié en tus ojos dorados?

Cansada mi cabeza se durmió en tu hombro

y mis brazos se abrieron a tu alegre alma.

 

¿Cuándo el tiempo nos regaló tantos sentimientos?

¿cuándo?

¿y cuándo se desvanecieron?

 

¿Cómo detengo tantas tempestades?

¿cómo cruzo los ríos caudalosos de pensamientos?

¿cómo?

¿cómo aparto el amor que se arrastra temeroso?

temeroso de morir de olvido

temeroso de convertirse en un tempano de hielo.

 

 

 

 

Jaime Chavira Ornelas es administrador de negocios, logística, control de almacenes, importación y exportación, cursos de linguística e inteligencia emocional, grado de vendedor oro por GMC. Actualmente pensionado por el IMSS.

Viajes en el tiempo. Ramón Rangel

Viajes en el tiempo

 

 

Por Ramón Rangel

 

 

Tengo un anillo que era de mi padre,

unas botas que pisaron sus pies

aunque caminemos por sitios distintos.

 

¿Será que las botas son muy pesadas

para pisar una nube?

 

Tomo una foto donde salimos muchos,

pocos, solo yo, cosas:

objetos que tienen mi edad

o más años, muchos más,

son las cosas a nuestro lado

las verdaderas viajeras del tiempo.

 

 

 

Ramón Rangel es licenciado en letras españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua, autor de los libros Mortero (Tintanueva, 2016), Sad West o la oración de un vaquero (UACH 2022) y Los amorosos son punks (ICM PECH 2023). Textos suyos aparecen en las revistas Metamorfosis, Punto de Partida y en Tragaluz, suplemento literario de El Heraldo de Chihuahua.

jueves, 25 de abril de 2024

El tramposo cae al pozo. Karly S. Aguirre

El tramposo cae al pozo

 

 

Por Karly S. Aguirre

 

 

Natalia navegaba por sus redes sociales cuando de pronto vio tierra a la vista. Se trataba de la publicación de una psicoterapeuta feminista que hablaba sobre red flags al inicio de salir con alguien. Compartía la anécdota personal de una cita de terror con un machito alemán que, pese al oscuro pasado de su nación, se había atrevido a usar la palabra feminazi luego de que ella lo abandonara a media cita y no respondiera sus mensajes.

Antes se había burlado de ella diciendo que las víctimas de violencia no existen, sino que también son parte del problema.

La terapeuta invitaba a sus seguidoras a compartir algún relato personal que relatara indicios de violencia en primeras citas, o primeros contactos virtuales.

Natalia recordó entonces una desagradable experiencia de su pasado inmediato con Carlo, un hombre que su editor le había presentado pretendiendo que se formulara una relación formal y romántica entre ellos. Natalia no lo pensó mucho y procedió a compartir la historia en un comentario:

Por medio de una de las muchas aplicaciones que existen para encontrar pareja, conocí a un hombre doce años mayor que yo. Tiene treinta y siete y yo veinticinco. Era un prospecto prometedor, erudito de la filosofía, venerado y respetado por sus alumnos, un hombre maduro que se había ganado su lugar en la sociedad por su evidente intelecto y humanidad. Teníamos varias cosas en común, desde las más profundas como la pasión por la cocina, el mambo y el arte en general, hasta algunas superficiales y sin importancia como el modelo de computadora que usábamos.

La primera red flag que identifiqué fue que, sin conocerme en persona, empezó a criticar a su exesposa, quien era al parecer una mujer abusiva y aprovechada.

Aunque los profesionales en salud mental advierten que hay que tener cuidado con ese comportamiento, sentí que el hombre solamente buscaba un desahogo, así que lo dejé pasar.

Lo segundo que me pareció extraño fueron un par de mentiras que a simple vista pudieron parecer inocentes, pero la intención era manipularme para que cediera a sus peticiones. Por ejemplo, una vez habíamos quedado de vernos el sábado en la mañana para tener sexo, pero yo no estaba tan segura de querer hacerlo en tan poco tiempo de habernos conocido; ya había pasado por mi época de libertinaje sexual en la adolescencia y el saldo solo me había dejado una sensación de vacío que me tomó años volver a llenar. Como sea, trató de convencerme con un argumento muy pobre para ser la mente brillante que todo el mundo adulaba: “Pero ya estoy listo, me desperté temprano por ti en mi día de descanso y me bañé solo para verte”.

Le dije que lo sentía mucho.

Después de dos horas le invité un café de consolación, a lo que respondió: “Híjole, pero no estoy listo, tardaría una hora en bañarme y todo eso”.

Esa fue solo es una mentira de las muchas que contaba.

Días después tuve un mal día. Me habían dado los resultados de la valoración oftálmica para ver si era candidata a la operación de la vista, ya que sufro de miopía; el resultado fue que no podían operarme porque tengo la córnea muy delgada. Yo estaba triste y a él lo único que le importaba era que le diera un masaje, porque llegó cansado del trabajo. Pero se van a ir para atrás, cuando les cuente lo que sigue.

Me encontré en el supermercado a una amiga que hace años no veía. Ella había estudiado una licenciatura en filosofía, así que para sacarle plática le pregunté que si conocía a Alejando Orozco, a lo que su rostro me respondió antes que las palabras, pues su cara cambió de felicidad a angustia. Su respuesta fue: “Sí lo conozco. Es una mala persona, Nat, aléjate de él. No lo dejes entrar a tu vida si no quieres problemas. Soy amiga de su esposa y la verdad ese hombre no se merece ni los buenos días”.

Sentí un escalofrío. El que alguien más me confirmara lo que yo venía sospechando desde hace tiempo, que era una mala persona, ¿y además tenía esposa?

Me había dicho que la mujer con la que vivía era su hermana, y de hecho me había parecido bastante antipático cuando me ofreció pasar a recogerme en el auto de su hermana para ir a un motel, ya que a ella la acababan de operar y lo había dejado conducir su auto mientras lo necesitara, pues él a pesar de ser un presuntuoso no tenía un auto propio. Así me di cuenta de que el maldito planeaba llevarme en el auto de su esposa recién operada a un motel. Si la idea de que fuera en el auto de su hermana recién operada me parecía un poco enferma, el hecho de que fuera en el auto de la esposa lo hacía aún peor.

Natalia compartió su comentario en la publicación de la psicoterapeuta, pronto las mujeres comenzaron a compartir esa información para que con suerte pudiera llegar a las manos de la mujer de Orozco.

Un par de semanas después de haber escrito el comentario, Natalia recibió una llamada de Alejandro, ella no reconoció el número, ya que lo había borrado desde hacía tiempo.

—¿Qué hiciste, pendeja? ¿Se puede saber por qué carajos publicaste esa basura sobre mí?

—Porque me pertenece. Esa es mi verdad también, Alejandro, y yo soy libre de contarle a quien quiera mi vida. Además, te lo tienes bien merecido por mentiroso. Jamás mencionaste que eras casado. Eres un miserable, mira que dejar a tu mujer recién operada para irte a coger a otras mujeres, que asco.

—Pues Dania acaba de pedirme el divorcio gracias a tu comentario estúpido, alguien se lo encontró y le mandó tu comentario a mi esposa, mínimo hubieras tenido cuidado.

—Ni siquiera tienes un poquito de vergüenza, ¿hasta dónde crees que llegarías con tus mentiras? ¿Cuánto tiempo crees que podías engañar a todo el mundo? El tramposo siempre cae al pozo. No puedes ser tan estúpido y creer que en esta pequeña ciudad nunca me daría cuenta. No podías esperar que cuando la verdad llegara no la vomitara. Me diste algo realmente podrido para digerir. Ni siquiera puedo tenerte cerca de nuevo, apestas a humedad. Nunca te lo dije, pero así es, hueles a toalla sucia. Quizá es que el aroma de podrido de tu alma ya está saliendo a la superficie, así como ya salió a la superficie tu verdadero yo.

 

 

 

Karla Ivonne Sánchez Aguirre estudió en el bachillerato de artes y humanidades Cedart David Alfaro Siqueiros, donde estuvo en el especifico de literatura. Actualmente estudia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH. Escribe relatos y crónicas en redes sociales.

miércoles, 24 de abril de 2024

Un día como hoy la Chuyita, mi madre, dejó los terrenos. Sergio Torres

Un día como hoy la Chuyita, mi madre, dejó los terrenos

 

 

Por Sergio Torres

 

 

Un día como hoy la Chuyita, mi madre, dejó los terrenos tridimensionales de la manifestación energética, las vibraciones atómicas visibles y el estado sólido de la materia; su espíritu regresó a las regiones en que los ojos no sirven para ver, ni los oídos para oír. Allá la vida no es está vida y la existencia no se parece en nada a esta existencia de pertenencia codependencia, entretejido social, individual, comunitario, único. Se fue por un camino trazado cuidadosamente. Tuvo la prudencia de dejarnos a todos adultos, incluso a don Nacho, mi padre, lo suficiente para bastarnos con independencia. En las regiones del espíritu no existe la muerte, allá el amor es eterno, un continuo pulsar de olas blancas y serenas. No hay turbulencia, solo la dulce brisa crepuscular de una tarde desfalleciente de junio en El Maviri. Si no conoce, vaya. Si quieres, vamos juntos. La Chuyita descansa en la región más transparente de mis pensamientos y vive en cada uno de mis latidos, suyos, nuestros.

 

 

 

Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

El Camino. Marco Benavides

El Camino

 

 

Por Marco Benavides

 

 

Un trayecto que se despliega como serpiente de asfalto a través del vasto lienzo de Chihuahua lleva consigo historias impregnadas de sol y melancolía. Es un viaje que transcurre entre las sombras de los días y las noches, donde el tiempo se desdibuja y la brisa acaricia los cabellos de los viajeros como un amante fugaz.

Las imágenes nos transportan a un mundo donde la simplicidad de la vida se entrelaza con la promesa de la carretera abierta. Una narrativa tejida con hilos de nostalgia y esperanza, donde cada palabra es una pincelada que da vida a los recuerdos y los sueños.

Manejando por la carretera, con el sabor de la hierba en los labios, uno se pregunta cuánto tiempo permanecerá en ese lugar. La pregunta flota como las nubes perezosas que se observaban en la infancia, mientras la familia se detenía junto a la carretera, maravillada por la belleza efímera del cielo. El Camino se convierte así en un símbolo de libertad, un recordatorio de que el destino está siempre a un giro del volante.

Las estaciones pasan, pero el espíritu del viaje permanece inalterado. En la luz dorada del sol, los días parecen extenderse hasta el infinito, mientras que las noches, embriagadas de misterio, son más intensas que la luz de la luna. Es en esos momentos fugaces, cuando el viento acaricia el rostro y los pensamientos se vuelven claros, uno sabe que es hora de partir. Porque en el horizonte lejano la carretera llama: el corazón del viajero late al ritmo de sus sueños.

En la partida hay una sensación de despedida. Las estrellas fugaces surcan el cielo mientras uno espera el autobús, anhelando el destello de magia que solo puede traer una caída de estrellas. Y aunque el destino sea incierto, la certeza de que siempre se puede cambiar de rumbo persiste. Canta el alma errante, reconociendo la imprevisibilidad de la vida y la belleza efímera de sus momentos más intensos.

Y así, con un adiós cargado de gratitud, uno se despide de ese lugar donde las densas nubes flotan en el aire, un recuerdo vívido de la inocencia perdida y los sueños. Porque la magia del camino no reside en el destino final, sino en el viaje mismo, en los encuentros fortuitos y las experiencias compartidas a lo largo de su sinuoso trayecto.

En última instancia, El Camino es más que una canción; es un himno a la libertad, a la búsqueda incesante de significado y aventura, un recordatorio de que, aunque pueda ser largo y lleno de baches, cada paso nos acerca un poco más a la comprensión de nosotros mismos y del mundo.

Y así, con el viento en la espalda y el sol en el rostro seguimos adelante, hacia el próximo horizonte, con la esperanza como brújula y la música como guía. Porque en el camino de la vida cada curva nos reserva una sorpresa, y cada canción, una historia por contar.

 

23 abril 2024.

 

www.medmultilingua.com/index_es.html

drbenavides@medmultilingua.com

 

 

 

 

Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.

Caminatas filosóficas: presentación de La calle ladina. Javier Chávez Bejarano

Caminatas filosóficas: presentación de La calle ladina

 

 

Por Javier Chávez Bejarano

 

 

Nos reúne, no por primera ni por última vez, la dicha de acompañar a Jesús Chávez Marín, ahora en la presentación de su más reciente obra La calle ladina, digna ganadora del concurso del PECH (Programa Editorial de Chihuahua). Agradezco al autor su consideración de invitarme el día de hoy a ser su presentador, siendo esta sí mi primera vez que me encuentro de este lado del evento.

Sin duda siendo yo el hijo de Chávez Marín tengo muchas vivencias, anécdotas, recuerdos con él a lo largo de mi vida; debido al libro que hoy venimos a homenajear me parece apropiado enfocarme en una en específico, perteneciente a estos últimos años.

Hubo una costumbre, que espero reanudemos próximamente, la cual era muy sencilla: caminatas por las calles de Chihuahua. Consistía en yo ir a su casa muy temprano en domingo, él daba tres opciones de rutas y yo escogía una de ellas. Algunos ejemplos incluían caminar por todo el recorrido del Acueducto Colonial, o por el canal del Chuvíscar, esto incluyendo varias calles de sus alrededores. En esas calles íbamos platicando de algún tema y a la vez haciendo paréntesis para contar algún dato de donde íbamos pasando, todo esto manteniendo un paso constante y bastante veloz dirigido por él. Al final del recorrido de alrededor de una hora, una hora y media, mi papá compraba en alguna tienda unos electrolits o aguas para los dos y los tomábamos mientras hacíamos la espera de un Uber que nos llevara de regreso al punto inicial. Menciono esto para resaltar que mi papá es y siempre ha sido un fiel andariego de las calles de Chihuahua, pues él como gran entusiasta de las historias, sabe que estas vías tienen mucho que contar.

La calle ladina simboliza este escenario y actúa como testigo de esta colección de crónicas. El autor imprime en este libro una sencilla y elocuente narrativa con su muy característico estilo. Las voces narrativas se alternan entre la primera y la tercera persona. Algunos de estos relatos hablan de personajes infames con los cuales cualquiera de nosotros podríamos relacionar con algún conocido y esperemos que no con nosotros mismos. Van desde seres gandallas, borrachos malacopas para quienes el remordimiento es un concepto desconocido, machos de esos “de los de antes” que todavía dicen Mi reina como piropo, personas celosas, tacaños a más no poder, envidiosos, egocéntricos, ¡en fin! La lista podría seguir, pero no quiero causar la errónea impresión de que al leer estos relatos nos van a dejar un mal sabor de boca, pues no es así, ya que la manera en que el autor los plantea es la que los redime; es decir, con algo de buen humor vemos el absurdo de sus acciones con gracia e incluso hasta podríamos empatizar con alguno, o si tenemos esa ansia de desquite nos quedamos con la satisfacción de que también hay quienes reciben su merecido.

En sus páginas vemos retratada con ingenio la cotidianeidad, particularmente de la gente de Chihuahua. Chávez convierte a veces a sus amistades en los protagonistas, pero la mayoría son personajes inventados, sin embargo traslucen rasgos de conocidos, familia y sobre todo de el mismo escritor. Siendo descritos algunos de ellos con adjetivos tan peculiares como: el vacacionista desconsiderado, el celoso contumaz, el borracho empedernido, el avaro metódico, la escritora agorzomada, el autodidacta complicado, el dramaturgo platónico, el paranoico que no creía serlo, entre otros.

A su vez encontramos escritos que nos develan el lado más sensible del autor, adornados con impecable retórica. Citaré uno de ellos:

 

El dolor
Por un ángulo del centro un hombre camina con dificultad, le duelen las articulaciones y los brazos, la garganta hinchada y tensa. Al interior del pecho hay lumbre que se va extendiendo hacia el plexo, un torrente de glucosa circula por la sangre cristalizando venas diminutas en los infinitos cauces de su cuerpo; al interior de los ojos se vela el cristalino y le va adormeciendo la sensibilidad en algunas zonas de los pies. El aliento de la muerte va en lo que imagina de futuro cuando se sienta diez minutos a la sombra de un portal para recuperar el resuello y seguir.

 

Todo esto y algo más es lo que encontrarán en este libro. Espero de ustedes que sigan mi recomendación de leerlo, y también, espero del autor que programemos próximamente otro paseo por las calles de Chihuahua.

Quiero por último hacer una mención especial a la persona a la que está dedicada este libro y a su vez aparece en la portada en una bella foto: mi querido sobrino Adrián Marcel, aquí presente.

Gracias por su atención.

 

Chavez Marín, Jesús: La calle ladina. Editorial Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua, México, 2023.

 

 

 

Javier Chávez Bejarano es odontólogo, egresado de la Facultad de Odontología de la UACH. Atiende junto con su esposa Denisse Valles Cervantes la Clínica Dental Emmau, es profesor de odontología en la UACH y coeditor de Estilo Mápula, revista de literatura.

La calle ladina de la narrativa de lo cotidiano hacia la memoria de una cultura. José Alejandro García Hernández

La calle ladina de la narrativa de lo cotidiano hacia la memoria de una cultura

 

 

Por José Alejandro García Hernández

 

 

La literatura se ha consagrado como un pilar de la preservación de la cultura, pues a partir de este arte se imprime, por medio de la técnica y habilidades de escritura, cada estrato y evidencia de la forma de pensar y concebir la realidad de cualquier época. La calle ladina de Jesús Chávez Marín retrata, desde una asombrosa naturalidad del lenguaje, las diversas situaciones y conflictos que conllevan distintos personajes en su cotidianeidad.

            Así como Francisco Cervantes de Salazar dialogó en su obra México en 1554 las preocupaciones, pensamientos y sentires de la naciente sociedad novohispana, la novela de Jesús Chávez Marín nos relata las tensiones, dramas e irónicas situaciones de un Chihuahua anterior y posterior a la pandemia del 2020.

            El propio autor nos introduce, desde el prefacio, la simbiosis entre la narrativa y los hilos dramáticos presentes en una escena, lo cual no deja de lado también una sensación lírica y catártica cuando se da resolución al conflicto o se establece un futuro punto de partida, el cual también será tarea del lector recrear su desenlace. Una muestra de ello es el relato “La niebla” (p. 42)

 

Había una vez un sapo que no se decidía a saltar; el agua parecía helada y nada tenía sentido. Dos horas después ya no la pensó más: el ruido en el lago se oyó rotundo, plop, luego del disparo.

 

            En el relato “Desalojo” el autor evidencia los cambios de la calidad de vida a partir de las sensaciones de la voz protagonista, donde se evidencian las consecuencias de la expansión inmobiliaria que ahora es parte de lo cotidiano, lo que deja claro el paulatino y a su vez vertiginoso cambio del sistema de adquisición de décadas atrás. (p. 27)

 

Me pidieron la casa y llevo cinco días batallando; he recorrido todo el centro y las que he hallado las rentan muy caras o están en ruinas. Quiero por este rumbo, es donde crecieron mis hijos, ya me acostumbré a vivir aquí, no me gustan las orillas en la punta del carajo, colonias cerradas y con caseta, no, amo los barrios de antes, donde he vivido siempre.
Ya tenía 17 años en esa casa y ahora la tengo que dejar; le pedí a la señora que me la vendiera en facilidades, pero quería de enganche un dineral, así nomás no.
Muy a gusto que viví tantos años, allí criamos a nuestros tres hijos mi marido y yo; luego él se murió y me dejó buena pensión y una cuenta en el banco, pero no me alcanza para quedarme acá. Yo no sé qué iré a hacer, Diosito santo.

 

            El transcurrir del siglo XXI ha evidenciado la modificación de los roles de género y esto representa una oportuna evolución de la sociedad occidental. Sin embargo, más allá de la lucha por la igualdad, aún permanecen estratos que critican y ocasionan burla hacia este cambio, dato que podemos recrear con “El Queso” (p. 36)

 

El Queso llegó tarde y ya se lo acababan los compañeros, has de haber batallado mucho para que te dejaran salir, le decían, primero tuviste que lavar los trastes y planchar toda la ropa, de mandilón no lo bajaban. A mucha honra, les contestaba, ya no soy un neandertal como ustedes, ya evolucioné, trabajo en mi casa hombro con hombro con mi esposa, soy igual a la humanidad completa, no un iluso cacique doméstico. Risas y burlas le sobraban al Queso, hasta que conseguía cambiar de tema platicando de hijos y escuelas y juntas con las compañeras de la Generación 2011 de Conta.

 

            La sociedad del capitalismo, el consumismo y las apariencias forman parte también de la identidad de distintas tradiciones que pierden el encauce de una vida práctica e intelectual, las cuales abandonan los valores y la formación de una cultura humana. En “Troca de agencia” se evidencia un desenlace de esta actitud. (p. 51)

 

La sacaste nuevecita, en la agencia sirvieron pastel de chocolate y te despidieron con un arco y un ramo de globos y luego a batallar para las mensualidades, pero eso sí, troca muy buena para el trabajo y la familia feliz. Un año después terminó el mantenimiento de garantía, fuiste haciendo desidia. Cuando te chocaron el fénder, te dieron buen dinero por los daños y lo gastaste en otra cosa, ahi después la llevo al taller de Alfredo, pero no, fuiste haciéndote pendejo y nunca la llevaste. Se cayó la manija de la puerta y le pusiste unas pinzas perras por mientras; todavía es hora que allí están. Las llantas de plano ya no admitían el desponchado, comprabas usadas en vez de ponerle nuevas, que a lo mejor más adelante, decías. Y así los muebles se van descuidando. Un día alguien en la calle les toma una foto y miras lo que queda de troca.

 

            En este sentido, pero desde una personalidad distinta, se externa el ensimismamiento de una persona que no busca insertarse en el ácido universo de la gala y presunción, sino en esa pugna interna por conservar sus bienes. El cambio de una filosofía de vida es evidente en “Europa”, espacio donde la voz protagónica cuenta con un objetivo específico en la vida, y claro, imprimiendo el valor capital y práctico. (P.60)

 

El avaro metódico era muy agradable, lo fue desde jovencito y hasta la fecha, siempre y cuando no se presentara el asunto de los centavos porque entonces sí se paralizaba, se quedaba callado o se retiraba del lugar. Mucho cariño verdad, pero que no contaran con él para socorros ni dádivas.
A pesar de que había heredado de su madre una gran fortuna, y podría decirse que era un hombre acaudalado, vivía en forma discreta, gastaba apenas lo indispensable para él y su señora esposa, tocaba lo menos posible las inversiones en el banco para que ganaran más dividendos y, sobre todo, para no gastar.
Ella al principio se sentía lastimada y triste de que él fuera tan miserable con todo, pero a la vuelta de los años, por amor y por costumbre, se fue haciendo a su modo, y ya era tan poquita como el marido. Desde al principio habían decidido no tener hijos. Salen muy caros y son muy ingratos, decían, y se complacían barajando ejemplos de ingratitud y derroche.
Ahora que son viejos ya no procuran a nadie y ya nadie los procura. La pensaron mucho pero luego de años y años de cavilaciones hicieron un viaje por varios países de Europa, procurando gastar lo menos posible, como siempre.

 

            ¿Quién no se emociona al sentirse identificado en conocer una historia en los lugares que visitamos diario? El género narrativo de la literatura establece los tres elementos básicos que conforman a la trama: espacio, tiempo y personajes. La calle ladina de Jesús Chávez Marín presenta como escenario a lugares conocidos y también desconocidos de la urbanidad de Chihuahua, en una temporalidad que evidencia el arraigo del siglo XX y camina hacia una fluctuante sociedad del siglo XXI, inmersa también en el contacto humano a través de la tecnología. Los siguientes dos relatos nos traen al recuerdo situaciones donde el alma humana está prendida de un hilo. En “Dos almas” se narra el trágico desenlace de aquellos hechos noticiosos de accidentes viales de la Avenida cantera y en “Primeros auxilios”, ocurridos en el Canal del Chuvíscar. Con estos relatos, Jesús Chávez Marín comparte la conmoción, desde una estética sensible y excelentemente prosificada, aquello que no puede relatarse en una nota periodística. (p. 16 y p. 37)

            No solamente del espacio físico se conciben los escenarios de La calle ladina, sino también el espacio mental y emocional de una sociedad chihuahuense que comparte las consternaciones de la llamada aldea global del siglo XXI,  como el caso de “Ritmo” y “En la cola” El desarrollo narrativo de estos dos casos manifiestan dentro de un espacio interior los diversos conflictos y cavilaciones que se entraman en el espacio mental de un ciudadano promedio. (p. 30 y p. 34)

            Si se me permite, comparto mi gusto personal por uno de los siguientes relatos, titulado “Altercado”, puesto que Chávez Marín imprime con una redacción certera el sentido a los términos “No tener palabras” y “No tener palabra”

(p. 22)

 

El Gordo quiso disculparse con Lalita:
―No tengo palabras.
Ella le contestó:
―Lo que pasa es que no tienes palabra, Gordo, eres un mentiroso, poco hombre, cobarde, maldito miserable. Culero.
Ella sí tenía.

 

En el relato anterior, el lenguaje mordaz y directo permite al lector identificar el giro a la tensión narrativa basada en dos interlocutores, además de referirnos una revelación contundente sobre las dos personalidades.

            La calle ladina de Jesús Chavez Marín nos encamina hacia ese sendero donde una persona como transeúnte puede atestiguar al recorrer el vecindario aquellas narrativas fugaces que llegan al caminante mientras se ocupa en sus actividades y tiene la oportunidad de coincidir con los demás personajes de esta ciudad. La calle ladina, además de ser una obra literaria que guardará memoria de una ciudad que transita en los vertiginosos cambios del siglo XXI, es una invitación para adentrarnos a conocer las distintas escenas que transcurren mientras caminamos por este sendero. Todo esto es gracias al manejo magistral del lenguaje que prosifica Jesús Chávez Marín, un lenguaje que manifiesta la realidad y la evolución de una ciudad que se mantiene viva y que encuentra diversas resoluciones a los problemas cotidianos, y de los cuales, muy probablemente, nos identifiquemos más de una vez.

 

Chavez Marín, Jesús: La calle ladina. Editorial Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua, México, 2023.

 

 

 

José Alejandro García Hernández es doctor en educación, artes y humanidades, maestro en humanidades y licenciado en letras españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Es profesor de tiempo completo, coordinador de la licenciatura en letras españolas de la Facultad de Filosofía y Letras y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Desarrolla investigación en las áreas de literatura prehispánica e hispanoamericana de la Colonia, literatura de la Revolución, novela política, literatura transmedia y narrativa del videojuego. Ha publicado artículos de investigación literaria y transmedia en revistas de Chile, Colombia y México. Colabora como evaluador en las revistas Leteo: Revista de Investigación y Producción en Humanidades de la UACH y Laboratorio, de la Universidad Diego Portales de Santiago de Chile.

martes, 23 de abril de 2024

Emisario. Lilvia Soto

Emisario

 

 

Por Lilvia Soto

 

 

Para David Ray por su Mil años: Poemas sobre el Holocausto

 

 

ser humano
es ser parte de eso, de todo eso.
―David Ray, El principio de incertidumbre

 

 

Pero el que llevó al chivo
lavará su ropa y su cuerpo
con agua, y así entrará al campamento.
―Levítico 16:26

 

 

I

Este poeta no es judío

es solo un hombre capaz de imaginar el sufrimiento

y de sufrir el fracaso de lo humano,

alguien dispuesto a cargar por nosotros

las estrategias militares

la manufactura de los armamentos

la banca con fines de lucro

el silencio del Vaticano

las iniquidades

nuestras iniquidades

alguien dispuesto a salir al desierto.

 

II

Con cada una de sus palabras siento

las humillaciones en los trenes y en las fosas comunes

la desesperación en las calles y en las buhardillas

la crueldad en los laboratorios

en el corazón humano.

Con cada una de sus palabras me pregunto

si algún día leeré poemas acerca de

los niños desnutridos de Palestina

los adolescentes ansiosos de incinerar hueso y carne

convertidos en bombas vivientes

para liberar su tierra

madres evisceradas una y otra vez

cuando ofrecen un hijo a la lucha

hombres que viven con las vejaciones

en las casetas de revisión

en los cruces de alambrado

por un trabajo en el otro lado

el lado del invasor.

Con cada una de sus palabras me pregunto

si algún día leeré

no los gritos y maldiciones de los supervivientes

sino las palabras que surjan de la boca

que nazcan del alma

de uno de los invasores

me pregunto si leeré

las palabras de un poeta israelí

uno que pueda recordar el Holocausto

o que aún sin este recuerdo

sea capaz de imaginar el sufrimiento

y de sufrir el fracaso de lo humano

un hombre o una mujer que

con cada una de sus palabras

como gotas de sangre

unte cada una de nuestras iniquidades

sobre su cabeza

y cual chivo emisario

se exilie en el desierto.

 

 

 

Lilvia Soto nació en Nuevo Casas Grandes, emigró a Estados Unidos a los 15 años, reside en Philadelphia, Pennsylvania. Tiene un doctorado en lengua y literatura hispánica de Stonybrook University en Long Island, Nueva York. Ha enseñado literatura y creación literaria en Harvard y en otras universidades norteamericanas. Fue cofundadora y directora de La Casa Latina: The University of Pennsylvania Center for Hispanic Excellence. Fue directora residente de un programa de estudios en el extranjero de las universidades Cornell, Michigan y Pennsylvania en Sevilla, España.

lunes, 22 de abril de 2024

Es verdad, tras la puerta, el mundo es más grande que mi cuarto y mi sala y mi cocina. Sergio Torres

Es verdad, tras la puerta, el mundo es más grande que mi cuarto y mi sala y mi cocina

 

 

Por Sergio Torres

 

 

Es verdad, tras la puerta, el mundo es más grande que mi cuarto y mi sala y mi cocina. Hay grandes extensiones vacías de mí: no estoy ahí, no estoy en el cielo, ni en el perfume del bosque, ni en el susurro indiscreto del desierto, ni en el canto de las aves. No viajo con las nubes arrastradas por el viento, no estoy en la montaña imponente de escarpados límites que anhelan tocar el tisú celestial. No estoy ahí, no respiro aires agitados y llenos de brisa marina, no toco aguas recién salidas de las entrañas terrenas, mis pies no dejan huellas y ausencias por el campo bruto ni por caminos milenarios que sherpas o tamemes o famuli han trazado con el peso de sus cuerpos hercúleos bajo pesos infinitos. Estoy en mi cama leyendo, asombrado de la cantidad de mar que no he explorado, los miles de animales que no conozco, la variedad de cuerpos célestes que ignoro. Ahí están, existen y transcurren su vida junto a mí. De algunos, me llega prueba de existencia cuando su ser, su manifestación ha transmutado.

 

 

 

 

Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

El taller de primavera de Margarito Cuéllar. Benito Rosales

Cocodrilo Bit

El taller de primavera de Margarito Cuéllar

 

 

Por Benito Rosales

 

 

El año pasado tuve la oportunidad de participar con el maestro el Margarito Cuellar en su taller literario de verano 2023. Aunque ya habíamos tenido la oportunidad de coincidir y platicar, no me había dado el tiempo de ser su alumno.

Mi estancia en sus sesiones de taller ha sido grata. Es de destacar el profesionalismo con el que aborda los temas, el tiempo que les dedica y la sencillez con que transmite su experiencia. Es un ser muy sensible y transparente.

Así que cuando vi la convocatoria para este año no dudé en volver a inscribirme, ahora en el taller primavera 2024. Confío en que cada sesión será una oportunidad para seguir creciendo y aprendiendo el oficio de escribir.

Apenas llevamos una sesión: comenzamos el lunes pasado, y para iniciar con broche de o, aproveché que la reunión fue en la Librería Itinerante y más, de Roberto Hernández, y adquirí el libro Un pálido reflejo en la ecuación del agua, un poemario de 88 páginas.

La edición es de la UANL, la obra fue ganadora del premio el Premio de Poesía Clemencia Isaura 2022, pareciera que el maestro realiza ensayos sobre cómo abordar el ser en un mundo cambiante y complejo como el nuestro, como si hiciera una invitación a realizar una introspección en las emociones y la manera de sobrellevarlas.

Qué mejor manera de arrancar el taller.

En esa sesión se tomó la molestia de dedicármelo. Siempre amable, escribió sobre una de las primeras hojas: Para Benito, compañero de batallas literarias, estos reflejos de la vida.

Un honor y un placer coincidir en este plano terrenal y poético con uno de los grandes escritores contemporáneos de México, agradecido con la vida por permitirme contarme entre sus alumnos y leer su obra teniéndolo a un lado.

Los invito a participar en esta actividad.

Si quieren más información, pueden visitar el perfil de maestro en Facebook. Si están interesados en el libro Un pálido reflejo en la ecuación del agua, aquí les comparto una liga:

https://editorialuniversitaria.uanl.mx/un-palido-reflejo-en-la-ecuacion-del-agua/

 

21 abril 2024

 

 

 

 

Benito Rosales Barrientos nació en Monterrey, ha participado en talleres literarios de su ciudad natal. Es autor de los libros: Sobre la cornisa del laberinto, poemas; Cuando estos cielos caigan como ojos de gato, poemas; Las flores del jardín, cuento, 2017; La niña y la serpiente, cuento, Metimos la pata, entre otros.

Dafne. Almudena Cosgaya

Dintel de Almudena

Dafne

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

Desde tiempos inmemoriales he conocido el mundo, presencié la partida del último hombre. Pero si él era el último, ¿dónde me deja eso a mí? Soy humano, pero inmortal. No narraré mi historia, pues el amor… aún duele recordar cómo hice sufrir a mi querida Dafne.

La encontré una tarde lluviosa de abril mientras vagaba por el bosque en busca de fresas y mi presa se perdió por verla a ella. Supe de inmediato que deseaba protegerla y amarla hasta su último aliento. No fue hasta la siguiente primavera cuando unimos nuestras vidas en matrimonio. No puedo describir todo lo que viví durante esos años, hasta que despertó en ella el deseo de la maternidad. No pude ayudarla, pues no quería que nadie más estuviera atado a mi maldición. No soportaba verla llorar. Le prometí que haría todo lo posible para cumplir su deseo.

Un día llegó corriendo a donde yo estaba, cerca del lago. No había tenido suerte con la pesca, pero debía seguir intentándolo. Fue entonces cuando me lo dijo y el miedo me invadió, quede paralizado. La vi regresar a casa muy contenta, y esa fue la última vez que la vi en su juventud. Años después entré en casa solo para despedirme de ella. Sus ojos seguían siendo tan hermosos y con su último suspiro algo murió dentro de mí.

Fui cobarde y por ello me perdí de vivir algo hermoso y único con ella. Ahora entiendo que el miedo no lleva a ningún lugar y te priva de las cosas buenas. Después de Dafne, no volví a amar.

Con los años, me convertí en un empresario. Me gustaba ayudar a la gente y volví a tener una gran familia. Hasta que llegó la peste y se llevó a todo el mundo. Estaba solo de nuevo.

Es el momento de aceptar que aquellos a los que amas significan más que cualquier otra cosa. Con tristeza en mi corazón, solo me queda observar lo que ha quedado de la humanidad.

Desearía poder regresar en el tiempo y haber vuelto a casa aquella tarde para conocer al pequeño que Dafne había adoptado. Ahora todo es culpa mía.

Detengo mis pasos. Algo llama mi atención, son pequeños lamentos… ¿qué será esto?

Esperanza.

 

 

 

Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.

domingo, 21 de abril de 2024

No soy celosa, pero si miedosa. Beatriz Aldana

la columna de Bety

No soy celosa, pero si miedosa

 

 

Por Beatriz Aldana

 

 

No soy celosa, pero si miedosa: es el título de mi crónica de hoy. Y es la realidad de mi vida, cautela, mucha cautela para las cuestiones sentimentales, siempre observadora. Paradójicamente por un tiempo me permito abrir las puertas de mi desconfiado corazón.

Cuando obtengo el resultado del análisis concienzudo en la conveniencia de dejar abiertas esas puertas, en muchas ocasiones herméticamente cerradas puertas, entonces me permito sentir. Sentir verdaderamente.

Precisamente hoy, haciendo una introspección, observé en mí una cierta melancolía. No tristeza, esa no. Y me hice la pregunta de qué motivaba ese pequeño punzón en mi pecho y ese ahogo en mi garganta. Sorprendentemente me di cuenta de que la causa es precisamente ese sentimiento que va in crescendo cada día y me respondo: Oye, Bety: Son precisamente los dos primeros minutos de la magia del amor.

Entonces se preguntarán ustedes el porqué del título de mi crónica: «No soy celosa, pero si miedosa». (Ahí está el detalle), como dijese un famosísimo personaje de nuestro acervo cinematográfico nacional.

 

 

 

Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora y hoy escritora de su columna en Estilo Mápula revista de literatura.

viernes, 19 de abril de 2024

Llorar resulta inútil. Ramón Rangel

Llorar resulta inútil

 

 

Por Ramón Rangel

 

 

Llorar resulta inútil.

Lloré por mi padre

y aún no resucita.

 

Si el llanto no devuelve la vida,

¿por qué lloramos tanto?

 

 

 

 

Ramón Rangel es licenciado en letras españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua, autor de los libros Mortero (Tintanueva, 2016), Sad West o la oración de un vaquero (UACH 2022) y Los amorosos son punks (ICM PECH 2023). Textos suyos aparecen en las revistas Metamorfosis, Punto de Partida y en Tragaluz, suplemento literario de El Heraldo de Chihuahua. Actualmente es jefe del Departamento Editorial en la Dirección de Extensión Cultural de la Universidad Autónoma de Chihuahua.

jueves, 18 de abril de 2024

Querida Apolonia Sobria. Karly S. Aguirre

Querida Apolonia Sobria

 

 

Por Karly S. Aguirre

 

 

Al despertar y alzar la vista, con un vértigo de mil pies de altura, lo primero que Apolonia pudo divisar fue una hoja blanca con un doblez a la mitad sobre su buró. Se incorporó sobre la cama y tocó su cabeza soltando un gemido de dolor, pues tenía una fuerte resaca. Al sentarse con su espalda recargada en la cabecera, tomó la hoja y la desplegó; los ojos se le abrieron de par en par por la sorpresa: “Querida Apolonia Sobria”, decía el destinatario de la misteriosa carta.

No tenía idea de quién había podido dejar esa carta en su habitación, vivía sola y no recordaba haber invitado a pasar la noche con ella a nadie. Tomó sus lentes del otro buró y se puso a leer la enigmática carta.

 

Querida Apolonia Sobria:

Esta noche pudo ser una de las mejores noches de tu vida. Te veías hermosa en ese vestido nuevo y tu maquillaje quedó perfecto como pocas veces. Viste a Pía, tu mejor amiga que no habías visto en casi un año por culpa de la pandemia, y en el bar te toco en una mesa frente al escenario. Gracias al poco aforo permitido por las autoridades sanitarios, el lugar no estaba muy lleno y Ricky, el músico local que a todos les encanta, tocó las canciones que le pediste. Tu mesa se ganó unos shots de cortesía por ser la más animada y te reíste como hacía mucho tiempo no lo hacías.

¿Qué salió mal entonces?, debes estarte preguntando.

Por favor, no finjas demencia, que ya bien tú sabes. Tu estúpido novio lo arruinó todo, como ha estado arruinando tu vida desde que aceptaste salir con él. Muy galán que se ofreció a llevarte y recogerte para que no manejaras ebria o anduvieras sola y ebria en algún Uber. Sé que ese gesto te hizo sentir muy bien, pero tú sabes que lo hizo para quedar bien con Pía, pues él nunca tiene esa clase de gestos contigo, ni siquiera se espera a que entres a tu casa cuando te lleva en la noche, mucho menos es capaz de bajarse del auto para dejarte en la entrada como es debido. Solo cuando sales con ella juega al buen novio, seguramente es por aquella cita que tuvieron antes de que fuera tu novio. Esa cita de la ambos han hablado pestes, pero a pesar de que fue tan mala como dicen no la han podido superar y tanto Pía como tu novio se apasionan en el tema cada vez que hablan de los hechos de ese día.

A veces piensas que en esa primera cita pasó algo más que solo ir a comer un elote a la deportiva, sobre todo después de enterarte de que tu amado novio invitó a Pía a una segunda cita, que no se llevó a cabo porque ella no estaba en la ciudad. Él la trae a colación cada que puede y aunque sea para hablar mal de ella, se involucra en tus planes siempre que sabe que ella estará ahí, así sea como tu chofer. Sabes que es raro que le de tanta relevancia y atención.

Para colmo, el machito no te dejó disfrutar la noche, te llamaba sin cesar como mamá con el Jesús en la boca, apresurándote para que salieras del bar. Amenazó con irse y aunque le dijiste que se fuera, seguía insistiendo con llevarte a casa. Cuando finalmente saliste del bar con Pía, entró en personaje, fingiéndose relajado y hasta divertido. Quizá no fingía, se le iluminó la mirada solo con ver a Pía. Pero en cuanto subieron al auto y estaban solos, su rostro fue poseído por mil demonios y su genio de azufre inundó el ambiente. Tú, que ibas muy alegre con la noche tan maravillosa, se te calcinó la sonrisa con su mirada opaca y su actitud radioactiva.

Trataste de mejorar la situación y poner algo de música, cantar hasta llegar a casa, como cuando salías en citas o con tus viejos amigos de la preparatoria y la ciudad y la noche te pertenecían, pero quitó de un zarpazo la música y te advirtió que ni se te ocurriera intentarlo de nuevo porque le dolía la cabeza. El resto del viaje fue silencioso e incómodo, manejó como un loco, peor que un ebrio, como todos los machitos buscaba reflejar su personalidad en el escape del auto. Y pasó por tu cabeza, una vez más en estos años, qué hubiera sido de ti si tan solo terminaras de una vez con esa relación tormentosa.

Te mereces más que una caguama en la banqueta, aunque era divertido al principio. Más que a un tipo al que tienes que traducirle todos los poemas que le escribes; más que un hombre al que tienes que rogarle que haga planes contigo y que no tiene iniciativa; más que alguien que te da de regalo lo primero que ve en Walmart en las fechas importantes; más que un hijo de mami que lleva a su hermanita a todas las citas que no son en su cochera.  ¡Termina con él ahora! antes que te disuelvas en su ácido. Te lo digo yo, que soy tú. ¡Corre!

 

 

 

Karla Ivonne Sánchez Aguirre estudió en el bachillerato de artes y humanidades Cedart David Alfaro Siqueiros, donde estuvo en el especifico de literatura. Actualmente estudia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH. Escribe relatos y crónicas en redes sociales.

miércoles, 17 de abril de 2024

Consultorio Literario (anuncio)

Consultorio Literario (anuncio)

 

 

  1. Consultorio Literario

Jesús Chávez Marín

solo presencial, sesiones de una hora.

de lunes a viernes en horario vespertino

citas en el Messenger o en el correo auraedblog@gmail.com

 

  1. Consultorio Literario. Aquí puede usted hallar información sobre cualquier asunto de su oficio de escritor, de escritora. Cada sesión funciona como un taller literario, o como un proceso de producción editorial, una clase de literatura o un sistema para la estructuración de un proyecto de lectura. Es de forma presencial en la ciudad de Chihuahua. Citas en el Messenger o en el correo auraedblog@gmail.com

 

  1. Consultorio Literario

Jesús Chávez Marín

solo presencial, sesiones de una hora.

―Mi consultorio literario es muy parecido al Consultorio de la Doctora Corazón que allá en los años cincuenta del siglo pasado funcionaba como relojito en la revista Vanidades. Esto que les digo no es broma. O tal vez sí.

(No. No es broma).

Aquí donde estoy, no estás; en derredor mío el aire, las nubes, la luz del sol que apenas aparece. Sergio Torres

Aquí donde estoy, no estás; en derredor mío el aire, las nubes, la luz del sol que apenas aparece

 

 

Por Sergio Torres

 

 

Aquí donde estoy, no estás; en derredor mío el aire, las nubes, la luz del sol que apenas aparece, el canto de las aves que corean la llegada del astro rey, un pequeño rey local sobre el entramado galáctico. Dentro de mí, un espíritu indómito ruge solapadamente con la amenaza de destrozar todo aquello que se interponga entre él y sus deseos; tambien frustrado ante el dragón invisible, un muro infranqueable que vigila el tesoro de esa otra presencia deseada, de ese dulce sonar de la vida entre, sobre, debajo, alrededor de la vida. Aquí, en la cima del mundo, de este mundo, de mi pequeño mundo, las estrellas me hablan con sonidos traducidos en luz y yo solo alcanzo a traducirlos a sonidos que encuentro en el piano, en largas u y a (¿cómo se dice el plural de u y de a?) que se entretejen formando acordes suspendidos en la bruma matinal, que te abrazan, te acarician. Aquí donde estoy no estás, o tal vez sí: tan dentro que no me puedo escapar de ti ni lo intento. Eres mi sonido, mi voz.

 

 

 

Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

Nájera Migoni y las maneras de nombrar el “alma”. Leonardo Meza Jara

Nájera Migoni y las maneras de nombrar el “alma”

Texto leído en la presentación del poemario Desmemorial espina, Premio Rogelio Treviño 2023, organizado por Editorial Tintanueva

 

 

Por Leonardo Meza Jara

 

 

I

El poemario Desmemorial espina (2024, Editorial Tintanueva) es una escritura para nombrar el “alma”, una búsqueda en torno al “alma” cuyos ramajes se extienden a través de una relación amorosa entre la poeta María Merced Nájera Migoni y su hermana Olivia. En los XXI cantos de este poemario, la escritura sobre el “alma” se despliega bajo la forma de metáforas y preguntas filosóficas.

En el tercer apartado del poemario (Ibidem., P. 11), se habla de “los espejos” en los que “habita” el “alma”. En los apartados noveno y décimo quinto (Ibidem., P. 17 y 23), se refiere una “esencia” que es el “alma”:

 

Quedará tu esencia

en un abismo límpido

      Aquellas risas         aquellos juegos

quedaron incendiados

en irreversibles ruinas de miedo…

 

A inicios del siglo XXI, indagar sobre el alma tal como lo hace el poemario Desmemorial espina (Ibidem.) es un acto que va a contracorriente de la hegemonía del pensamiento científico. En el campo de saber de la psicología y el psicoanálisis, los debates sobre el “alma” han sido desplazados por el estudio de la “pisque” o la “mente”. En el campo de saber de la neurología, las discusiones sobre el “alma” han sido sustituidas por el estudio fisiológico del cerebro.

La existencia de la inmaterialidad del “alma”, remite directamente a la existencia de la inmaterialidad de la “psique” o la “mente”. Hay una profunda condición humana, inmaterial, metafísica, que en la edad antigua fue referida como “alma”. En la modernidad ese sustrato humano que no existe materialmente ha sido nombrado como “pisque” o “mente”. Pero los seres humanos somos más que estructuras psíquicas o mentales, somos más que una materialidad que reside en las funciones cerebrales.

Desde el punto de vista filosófico, religioso o literario, el “alma” no puede ser reducida a la condición “mental” o “cerebral” del ser humano. Somos mucho más que equilibrios o desequilibrios que se manifiestan mentalmente (psicología, psicoanálisis), mucho más que patologías que se diagnostican como fallas cerebrales (neurología). En el poemario Desmemorial espina (Ibidem.) una de las formas mediante las cuales se nombra el “alma”, transcurre a partir de preguntas filosóficas:

 

¿Quiénes somos

                           al final de los días? (Ibidem., P. 12).

¿Dónde habita tu esencia

                                        hermana mía? (Ibidem., P. 17).

Quiénes somos… (Ibidem., P. 16 y 20).

 

Las preguntas planteadas son abismales y a la vez luminosas. En estas preguntas aparece el amor entre dos hermanas cuya edad difiere por dos años; las memorias de la infancia que se vuelven distantes y las sensaciones enraízan a los seres humanos en un mismo suelo, en un mismo cielo.

 

II

En el texto analizado hay una serie de indicios que señalan un padecimiento neurológico. Desde una perspectiva vivencial, María Merced Nájera Migoni poetiza el padecimiento de su hermana Olivia, que se refleja en la pérdida de la memoria, la ausencia de la capacidad del habla y el extravío de la racionalidad. El título del poemario es una forma de nombrar la desmemoria, el olvido y el silencio que crecen dolorosamente entre dos hermanas.

En la literatura mexicana hay antecedentes recientes que abordan casos de padecimientos neurológicos en familiares cercanos, en los que se hacen presentes la desmemoria, la incapacidad del habla y la pérdida de las facultades racionales. Coral Bracho escribió el poemario Debe ser un malentendido (Era, 2018), que trata el caso de Alzheimer en su madre. Rafael Pérez Gay publicó el libro biográfico El cerebro de mi hermano (Seix Barral, 2013), que narra la tragedia del filósofo y traductor mexicano José María Pérez Gay, quien pasó sus últimos días entre los oscuros pasillos de una enfermedad neurológica.

Rafael Pérez Gay refiere el padecimiento neurológico de su hermano a partir de una imagen, y enseguida lo conceptualiza en términos médicos:

(el) cerebro de mi hermano, enfermo desde hace años de unas dagas invisibles dentro de la cabeza que lo han postrado en una silla de ruedas cuya dirección es el limbo…

Cada vez que yo veía el cerebro de mi hermano y un neurólogo nos explicaba las zonas donde ocurrían pequeños infartos, yo sentía con claridad cómo se complicaba el diagnóstico y él daba un paso más en la oscuridad (Ibidem., P. 11 y 23).

María Merced Nájera Migoni menciona la misma imagen de las “dagas en el cerebro” y se refiere a la pérdida de la memoria y las capacidades racionales de su hermana:

 

Se derruyó algún recuerdo

dagas        cuchillos

                           en el cerebro…

Neuronas colapsadas… (Ibidem., P. 10 y 20)

 

En el texto narrativo de Pérez Gay y en el texto poético de Nájera Migoni, el padecimiento del hermano(a) es significado a partir de una imagen (la “daga” que se clava en el “cerebro”). Las imágenes son usadas en el territorio de la literatura, el arte o la filosofía, para referirse a cuestiones humanas como el alma. Los conceptos son usados en el territorio de la ciencia para referirse a entidades concretas como un padecimiento mental o cerebral. Las imágenes reflejan la calidez del pensamiento poético. Los conceptos cargan con la frialdad de la razón científica.

En los textos de Rafael Pérez Gay y María Merced Nájera Migoni hay una evocación del alma humana cuyo significado se deposita en el amor fraternal, la genealogía familiar, los recuerdos de la infancia y la memoria que se resiste al olvido. En el poemario Desmemorial espina (Ibidem.) la evocación del alma humana es más poderosa, más doliente, al ser expresada mediante recursos poéticos.  A lo largo del poemario la evocación del alma humana es significada simbólicamente como una “cajita” que guarda las cartas mediante las cuales se comunicaron María Merced y Olivia (Ibidem., P. 13, 19 y 21). Esta evocación del alma humana es significada también mediante imágenes sensitivas en donde los pies descalzos que se colocan sobre el suelo son una rememoración de la infancia (P. 20 y 25):

 

Tus pies recuerdan nuestra casa…

Y evoco nuestros pies descalzos

       caminando en las calles

de pavimento calcinante

en el mes de junio

      cuando corríamos juntas

vestidas del mismo color…

 

III

El poemario analizado se caracteriza por la presencia reiterada del oxímoron. Hay una contradicción que se manifiesta en la perdida de la memoria de Olivia y el alumbramiento de la memoria de María Merced. En la vida de Olivia crece el olvido, que se clava dolorosamente como una espina, como una Desmemorial espina. En la escritura de María Merced hay una memoria que nombra poéticamente el alma humana con una belleza que resulta sutil y doliente. Ante la oscuridad de la desmemoria existencial, se hace presente la luminosidad de la poesía, que relampaguea, que deja ver las luces y las sombras alrededor del alma humana.

 

Nájera Migoni, María Merced: Desmemorial espina. Editorial AE, México, 2024.

 

 

 

 

Leonardo Meza Jara es maestro, crítico, ensayista y poeta. Textos suyos han sido publicados en diferentes medios de circulación nacional y estatal. Tiene publicados los siguientes poemarios: Canto al primogénito (2003), Las ventanas vacías (2003), Desescribir (2004), Poemas para niños no tan viejos (2006), Los bosques del poeta (2008), Los infiernos de Lázaro (2011), Más acá de la infancia están las cosas (2013) y No sé si aún te llames Carlos Marx (2016), con el que ganó el Premio Latinoamericano de Poesía Jorge Calvimontes y Calvimontes. En el género del ensayó publicó el libro Carlos Montemayor. La casa que se habita (2010).