Foto Pedro Chacón
Cuarto 444
Por Jaime Chavira Ornelas
Estoy en el cuarto 444 desde hace varias Semanas, o meses. La mañana está empeñada en ser fría, el calentón indiferente, con una extraña presencia prepotente que me hace sentirme inútil. Lo enciendo y le lanzo una mirada retadora y veo cómo se le borra esa insolencia. Puedo sentir cómo mi osamenta reniega por mi discreta entereza y la esperanza de que aún puedo dar la batalla, esta batalla que perderé algún día por las buenas o por las malas. En fin, qué importa si se gana o se pierde, todo es una ilusión o algo que se presenta como realidad .
El invierno es eterno, el frío es un sentimiento extraño: el cuerpo se estremece y se crispa; la sangre se hiela y se cuaja en las venas; la carne se enchina y los pies y las manos helados. Los días se alargan pues el pensamiento se enfría, la ventisca zumba como manifestación de soledad. La ventana cerrada y encobijada con las cortinas.
Ya no tarda la mujer que viene con el desayuno en una charola verde, un plato de plástico rojo y los cubiertos blancos; los huevos, el pan, el café y las galletas Marías no saben a nada, parecen de carton. Como porque el cuerpo me grita si no lo hago, sus gritos agónicos me espantan, he tenido la idea de meterme la mano a la garganta y sacarme el estómago y las vísceras, pero debe ser doloroso, al menos eso me dice la cabeza y le hago caso.
Entra la mujer con la bandeja: veo el desayuno reciclado, los huevos se tapan sus ojos amarillos, el pan está arrugado, el café parece petróleo recién sacado de las entrañas terrestres y las galletas son triates recién paridos, puedo oír su llanto porque la fatal muerte es inevitable. Observo la charola verde, parece que se llama Jacinta, la he visto no sé cuantas veces y hasta hoy siento que es madre de varios hijos, sufre como todas las madres, pero hay algo en ella que me llama la atención.
De pronto la mujer me grita:
–Ya comete el desayuno.
Sus ojos rojos la transforman en una víbora y sale de cuarto 444 arrastrándose.
Me como los ojos amarillos, el pan decrepito, la taza con petróleo y maté a las triatas sin Piedad. La charola verde (Jacinta) esta muy callada (tal vez preocupada por sus hijos), pero quién soy yo para juzgarla, tengo tantos hijos que ya perdí la cuenta, hay unos que ni conozco y habrá otros que ni me conocen, en fin, espero que los pobre hijos de Jacinta (la charola verde) estén bien.
La mañana sigue fría, el calentón con su actitud prepotente empeñado en seguir así, a mis manos y a mis pies los siento más fríos, me quito los zapatos y me doy masajes, y me ayudan a calentarme con la fricción, mis pies son grandes y feos, tengo callos, juanetes y ojos de pescado además pie de atleta (y nunca hago ejercicio), mis manos oprimen cuanto callo sienten con el masaje y el dolor me sube hasta mi cuero cabelludo, es un dolor extraño, no tengo control de los dedos que oprimen cada vez mas fuerte cada callo, en eso entre la mujer/jirafa de los ojos rojos con la charolita y los dulces de colores, me abre la boca y va poniendo de uno en uno los dulces y hace que los trague con buches de agua turbia, siento como van bajando por mi garganta hasta llegar al estómago, ahora mis dedos ya dejaron de oprimir los callos pues el sentimiento de ser otra persona llega con los dulces.
Abro las cortinas y entra el sol, el frío huye a los rincones, la mujer de las pastillas salió y el cuarto 444 queda en silencio, yo sentando en el borde de la cama, mis dedos jugando con las manos y mi mente con sus recuerdos y realidades. Voy en un tren rumbo a ningún lugar el paisaje que se proyecta en la ventana es extraño pues parece un rostro grande y sonriente tiene ojos marrón y cabello obscuro, de pronto el tren disminuye la velocidad y se escucha su silbido y el eco lo imita varias veces el rostro como paisaje me doy cuenta que es mi rostro, con ojos que enfrentan una tormenta y de pronto se fragmenta mi rostro en miles de rostros diminutos todos suspendidos con ojitos asombrados por la tormenta, saco mi mano para recoger mis rostro fragmentado, pero son tantos que se escurren en mis manos los empujo hacia adentro y van cayendo como peces retorciéndose en el suelo y se juntan como si fueran imanes hasta formar una extraña estrella que desaparece.
Ahora estoy otra vez solo, sentado en el borde de la cama. El silencio se mete por los poros y todo mi cuerpo es ahora el silencio del mundo, abro mi boca trato de gritar o de emitir cualquier sonido pero el silencio calla mis gritos o gemidos este silencio proviene de algún lugar desconocido en las entrañas de la madre tierra es un silencio místico metafísico caigo de rodillas y ahora escucho todos los sonidos desde el grillo hasta las constelaciones escucho los sonidos interiores de mi cuerpo cómo suenan las neuronas y todos los órganos cómo suena la vida en el planeta y solo exhalo un suspiro por todos aquellos que sufren escucho su llanto sus plegarias sus arrepentimientos su ira todos los sonidos de la muerte que aúlla tras las víctimas.
Sigo de rodillas y desfallezco. Mi cuerpo es un hilacho, puedo sentir lo frío del piso, en mi cara veo cómo entra un enfermero y me levanta y me acuesta en la cama, me da cachetadas pequeñas, veo su cara de papa y sus ojos de pescado, parece que babea; entra otra enfermera y me inyecta algo en el brazo izquierdo, el líquido corre de prisa por mi vena hasta la cabeza y siento un abundante calor en todo el cuerpo y me quedo dormido.
Despierto. No sé cuanto tiempo ha pasado, es de noche (creo) y mi garganta esta seca, trato de levantarme y siento vértigo, casi me caigo de la cama pero alcanzo la jarra con agua y le doy un trago que me refresca, le doy varios tragos hasta quedar satisfecho, las cortinas en la ventana están cerradas y debo abrirlas, de nuevo trato de levantarme y el vértigo hace que me vaya de lado pero hago un gran esfuerzo y me pongo de pie agarrándome de lo que puedo, llego a las cortinas y las abro de par en par, ¿está amaneciendo o atardeciendo?, regreso tambaleante a la cama, me siento para que no me gane el vértigo, me levanto y voy al baño, como puedo llego hasta la regadera y me siento en el suelo y abro la llave del agua fría que me cae y siento cómo la electricidad se enciende en todo mi cuerpo, ahora soy un ser vivo, un ser alertado por el gran elemento acuífero, poco a poco la cordura acompaña a la realidad, esta realidad finita que provoca la desaparición de toda locura, todos mis sentidos regresan a su lugar de origen.
Después de permanecer un rato en la regadera me levanto y el vértigo se ha ido a marear a alguien en otro lado, me seco, me estoy cambiando de ropa y entra la enfermera serpiente y con cara de sorpresa grita:
—Señor Chávez, que bien se vé esta mañana.
Deja la pequeña bandeja con tres pastillas en el buró y dice:
—Venga, por favor tómese las pastillas.
Las tomo, veo en sus ojos cierta tristeza, me doy cuenta que tiene los ojos verdes, su rostro con piel tersa y rosada y las facciones de una mujer bella. Me invade la somnolencia, mi cuerpo se relaja y me acuesto, un profundo suspiro sale de muy dentro, es un respiro liberado de su encierro. El techo del cuarto 444 es la ventana de un tren sin destino, sus silbidos los acompaña el eco y a los miles diminutos rostros en la ventana solo se los lleva el viento.
Jaime Chavira Ornelas es administrador de negocios, logística, control de almacenes, importación y exportación, cursos de linguística e inteligencia emocional, grado de vendedor oro por GMC. Actualmente pensionado por el IMSS.
Ella me mira desde algún lugar inaccesible
Por Sergio Torres
Ella me mira desde algún lugar inaccesible, desde una luna de plata que se asoma, lúdica, debajo de sus párpados. Es un juego completamente suyo. Yo no sé qué quiere, ni cuándo ni cómo lo quiere, pero disfruto cuando entre sus caprichos me invita a jugar a estar juntos, a caminar el mismo camino, aunque sea solo por nueve semanas y media.
Ella me mira vestida de besos ebrios, de madrugadas extendidas, de los excesos cotidianos que hacen su vida.
Ella me mira tendido en su lecho como campo de amapolas, trémulo, tímido, tántrico, ríspido, enervante, analgésico, expuesto, dispuesto, salvaje y joven, aunque yo me sienta un hombre hecho y derecho, demasiado joven para sus muchos años de oficio.
La casa de la Malena fue durante muchos años el santuario de lo prohibido, a donde todo el mundo de las fantasías adolescentes concurría. Escuchabas historias desde la primaria, compañeros que se asomaban sobre las bardas bajas; fiestas que no terminaban sino siete, once, trece días después; la visita de celebridades locales e internacionales. Y ahí sigue, la casa y la Malena, célebre como siempre, hecha un mar de pasiones.
Yo fui una vez a esa casa, tendría unos diez años, cuando andaba vendiendo carne machaca en bolsas de cuarto y de medio. Me abrió la puerta un mujerón de ojos verdes y mirada salvaje. ¿A cuánto la bolsa, plebe?, me dijo, no recuerdo ni qué le contesté, pero poco a poco fueron saliendo las demás muchachas y se acabaron todo lo que llevaba. Olían a perfume, maquillaje, alcohol, tabaco y aventura. Dejaban asomar a propósito o por descuido un muslo aquí, un seno allá. Esa venta fue la mejor del día. Cuando volví a casa me dijeron que no volviera a la casa de la Malena a ofrecer la carne. No tenía sentido ¡fueron mis mejores clientes!
A las semanas, esos ojos verdes me encontraron de nuevo en la Plazuela 27 de Septiembre, lugar único en México que celebra la consumación de la Independencia Nacional, y me reclamaron que no hubiera vuelto. Entonces concretamos una cita, yo iría el sábado a las 12 y ellas comprarían todo lo que llevara. Así se dijo, así se hizo. Hasta que algún chismoso le dijo a mi mamá que yo me andaba juntando con las muchachas de en que la Malena y salí cintareado, coscorroneado y llevado en vilo de las orejas.
Santas mujeres que ejercen con valentía un oficio en el que exponen el físico y la reputación constantemente. Yo no me pondría en su lugar.
Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.
Éxito
Por Carmen Julia Holguín Chaparro
Para Daniel Holguín Zaragoza
Abrir la puerta del búnker
donde te escondes del sol
y guardas los sueños.
Mirar al cielo
aunque te hiera los ojos
su azul luminoso.
Alimentar no solo de pan
el hambre que te cosquillea
los anhelos.
Conjurar los demonios
que te meten el pie
esperando que caigas.
Aceptar que en los detalles
están las odas
al éxito.
Carmen Julia Holguín Chaparro es doctora en literatura hispanoamericana por la Universidad de Nuevo México. Al lado de su trabajo académico, escribe cuento y poesía. Ha participado en encuentros de escritores en distintas partes de México, Estados Unidos y Argentina; hay textos suyos en antologías y revistas de México, Estados Unidos, España y Uruguay. Tiene dos libros de poemas: A tu prójimo amarás (2008) y El que tenga oídos… (2014).
Cocodrilo Bit
A ocho años de caminar sobre el laberinto
Por Benito Rosales
En el 2016 tuve la oportunidad de publicar un poemario de la mano de Ediciones Morgana, la editorial de Marisol Vera Guerra: un cuaderno llamado Sobre la cornisa del laberinto, el cual contiene 28 poemas escritos en verso libre, de escasos renglones, que tratan del amor de pareja, la soledad y la existencia.
Hasta antes de este momento había soñado que mi primer libro sería de cuentos, pero por una extraña razón no sucedió. Fue de poemas.
No me arrepiento de mi debut literario, como algunos autores lo hacen de su primera publicación, pero sí creo que puedo mejorar los textos, y tal vez en un futuro próximo retrabaje los poemas, sobre todo tratando de mejorar la respiración al leerlos en voz alta.
Actualmente no hay libros disponibles para su venta, la edición fue de cien números y ya no tengo. Espero que pronto se den las condiciones para una reimpresión, o una segunda edición según sea el caso. Por lo pronto deseo compartir en este espacio tres poemas, los que se han vuelto memorables para un servidor y que frecuentemente leo en las actividades de micrófonos abiertos y lecturas compartidas.
El primero es un texto dedicado al libro. Durante el proceso de revisión de los textos hice un poema para el naciente poemario, y como me agradó mucho decidí que fuera el primero en aparecer:
Vestido de auroras
a veces este libro deshoja
mis manos
y caracoles caen de renglones
en pequeñas
masas
saltan besos
páginas que aún no me has dado
estrujan el deseo de seguir
Y cierro
Y cancelo
Y me recuesto mientras consonantes
se revelan
vocales en las yemas de tus
dedos rozan pensamientos
y sigo leyendo
Leyéndo(te)
El segundo que quiero mostrar es quizá el poema que más me gusta: es un texto simple, de entrega, de amor, y con cierta inocencia:
Si pudiera
atrapar miedo en un poema
inventaría un libro entero
escribiría en tinieblas la luz de una
letra
amanecería estrella en
mano dispuesto a continuar
orquestaría el abecedario en su contra
sellaría cada escrito con sangre
si pudiera tan solo una vez
haría el mejor verso para que
descansaras ansiedad
pudieras dormir
hilvanaría letras
Inventaría sonidos
una nueva palabra
¿qué sé yo?
Lo que sea
por verte feliz
Y finalmente, el tercero tiene unas imágenes que desde el primer momento me atraparon:
Tornasol
voy a dividir mi cuerpo
para regalarte la mitad donde
moran serpientes su cáscara de nuez será
ojal para tu deseo
no tengas miedo a los cíclopes que
habitan mis células
hay un continente perdido bajo su núcleo
Te quieren
parte onírica que te hace presente
duerme
acaríciame
bésame
llena los vacíos de la aburrida
sobriedad
la existencia
Los leo y parece que fue ayer cuando estuve con Marisol Vera sentado en aquella pequeña plaza pública cerca del centro de Guadalupe, Nuevo León, México, repasando los textos en las hojas de máquina que previamente había impreso, ilusionado de corregir los poemas y meterlos en un libro. Como finalmente pasó. ¿Qué sigue? No sé, pero espero recorrer otra vez ese laberinto poético desde las alturas y caer, nuevamente, en un par de versos.
26 abril 2024
Benito Rosales Barrientos nació en Monterrey, ha participado en talleres literarios de su ciudad natal. Es autor de los libros: Sobre la cornisa del laberinto, poemas; Cuando estos cielos caigan como ojos de gato, poemas; Las flores del jardín, cuento, 2017; La niña y la serpiente, cuento, Metimos la pata, entre otros.
Foto Pedro Chacón
Pienso en ti, constantemente. En las mañanas echo de menos tu cuerpo junto al mío. La cafetera se queda con la mitad del agua sin usar
Por Sergio Torres
Pienso en ti, constantemente. En las mañanas echo de menos tu cuerpo junto al mío. La cafetera se queda con la mitad del agua sin usar. El batido de huevo con espinacas y jamón de pavo es demasiado para uno. Pero sigo llenando la jarra de la cafetera a tope y sigo cocinando para dos. El calentador de agua trabaja mucho menos que cuando vivías conmigo, yo uso el agua bastante más fría que tú. El coach del box me nota mucho más furioso que cuando empezamos esto de dar de golpes al costal. Odiaría desatarme contra el sparring y descontrolarme hasta sangrar. Por fortuna, el peso de los guantes, el cambio de guardia, lanzar golpes y brincar sin parar cansa. Echo de menos tu cuerpo junto al mío en la bañera, en la butaca de junto cuando voy al cine, en el asiento del pasajero en el coche, tú abrazada a mí cuando manejo la moto por la ciudad. El sábado fui hasta Santo Domingo, subí las escaleras de la iglesia y vi desde ahí la ciudad, Santa Eulalia, los cerros. Escuché el rumor del viento en mis oídos, dejé que el frío entrara por las aberturas entre los botones, en las heridas que me dejó tu ausencia ¿cerrarán algún día?
Lo peor de todo es la demencia que me inunda, no sé a quién extraño: a la que eras, la que eres o a la que yo creé en mi imaginación, igual de inaccesible como las demás.
Es domingo, día de sexo y panqueques. Contra toda rutina, hoy tomé la moto y fui a El Fresno a escribir palabras que le robo al viento, a sus murmuraciones entre la hojarasca y los tallos de ocotillo, el ruido de la carretera y las nubes que galopan el claro cielo de Chihuahua.
Sí te extraño, K, y te encuentro en los ojos de M, en la sonrisa de L, en los senos de C, en la cadera de E, en el aroma almizclado de I, en la cabellera de J, en las manos hábiles de A, en la voz aterciopelada, mezcla de bourbon y seda de L. Y aquí me tienes, en domingo, visitando lugares santos y escuchando pláticas privadas en vez de comer panqueques y hacerte el amor como cuando fuimos a Mazatlán a comer pescado zarandeado y reías como una niña mientras deshacías la belleza del plato con glotonería y gozo.
Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.
Dintel de Almudena
Ino
Por Almudena Cosgaya
Existen personas que transitan por la vida en espera de que algo llegue, algo lo suficientemente extraordinario para cambiarlo todo. Al final del día terminan frente al televisor esperando que la pantalla les quite el pesar de lo que ha sido la jornada. Esperaban la magia y al no llegar cayeron en la rutina de siempre, olvidando que todo en la vida es un dar y recibir.
Paco tenía un buen empleo, no era difícil y le dejaba tiempo libre; pero en lugar de verlo como una oportunidad, decidió entregarse al vicio del celular. Prestaba más atención a lo que podía ver en la pantalla que en mejorar sus habilidades, en destacar y así obtener un mejor puesto. Optó por el camino fácil. Con el tiempo comenzó a olvidar la importancia de dar un buen servicio, se molestaba cuando lo interrumpían de su maratón de videos, los cuales escuchaba a un volumen que molestaba a los demás. Poco a poco, se fue victimizando, pues en su mente él nunca tenía la culpa, siempre era culpa de los demás.
En un abrir y cerrar de ojos la oficina en la que pasaba sus días se volvió cada vez más asfixiante. Su carácter retraído y distante le había jugado malas pasadas. Llegó a tal punto de sentir una rivalidad y envidia por su compañero, que siempre lograba más por siempre llevar una sonrisa.
Rápidamente se convirtió en una de las personas que peor ambiente creaban, con mirada de comadreja y de igual malicia. Comenzó a quedarse solo, era más fácil culpar de aquello a sus compañeros.
Una tarde, cuando no lo habían dejado salir temprano, comenzó a reflexionar sobre lo que ocurría, su celular reclamó su atención una vez más aquel día. Chascó la lengua intranquilo, no le hizo falta mirar la pantalla para saber de quién se trataba. Decidió no prestarle más atención de la que ya le había dedicado, y tras volver a guardarlo en el bolsillo de su chamarra, vio frente a él la sonrisa que nunca fallaba.
“Ino”, pensó.
—Intenta sonreír más, que no te hace más pobre —bromeó Ino, elevando las cejas—. Ya estamos todos cansados de tu actitud, no pareces uno de nosotros, sino el enemigo.
Ino era exactamente lo que todo hombre desearía tener a su lado. Era alegre, divertida y siempre decía lo que pensaba. Para rematar, sus atrapantes ojos amielados.
“Ese Rubén, tiene mucha suerte”, pensó Paco.
—Te diré el motivo: He venido todo el camino haciendo una reflexión sobre mi situación actual. Te aseguro que verte es lo mejor que puedo esperar de un día como hoy.
—Me lo tomaré como un cumplido. ¿Entramos ya o prefieres seguir adulándome?
Paco se quedó en silencio, observando a Ino mientras se alejaba. En ese momento, se dio cuenta de que había estado buscando en el lugar equivocado. No era la magia lo que necesitaba, sino el amor propio y la autoestima para cambiar su vida. Decidió que era hora de dejar de culpar a los demás y empezar a trabajar en sí mismo. Después de todo, la verdadera magia estaba en él.
Desde aquel día Paco comenzó a cambiar. Dejó de lado su celular y comenzó a prestar más atención a su alrededor. Comenzó a sonreír más, a interactuar con los compañeros de trabajo. Se dio cuenta de que la vida no era tan mala como él pensaba, solo necesitaba cambiar su perspectiva.
Ino notó el cambio en Paco. Al principio, pensó que era una broma o una estrategia para conseguir algo, pero con el tiempo se dio cuenta de que el cambio era genuino. Paco ya no era el hombre gruñón y retraído que solía ser. Ahora era amable, atento y siempre tenía una sonrisa en su rostro.
Un día Ino se acercó a Paco y le preguntó qué había causado el cambio. Paco le sonrió y le dijo que había estado reflexionando sobre la vida y se dio cuenta de que necesitaba cambiar. Le dijo que había aprendido a valorarse a sí mismo y a respetar a los demás.
Ino quedó impresionada con la transformación de Paco. Le dijo que estaba orgullosa de él y que esperaba que continuara por ese camino. Paco le agradeció y le prometió que seguiría trabajando en sí mismo.
Con el tiempo, Paco se convirtió en una inspiración para sus compañeros de trabajo. Demostró que es posible cambiar y mejorar. Su historia sirvió como un recordatorio de que todos tenemos la capacidad de cambiar nuestras vidas si estamos dispuestos a hacer el esfuerzo.
Y así, Paco aprendió que la verdadera magia no está en esperar que algo extraordinario suceda, sino en tomar la iniciativa para cambiar nuestra propia vida. Aprendió a valorarse a sí mismo y a respetar a los demás. Y lo más importante, aprendió que la felicidad no se encuentra en un celular o en una pantalla de televisión, sino en uno mismo.
Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.
Rollos cortos
Maten al cura bueno
Por Raúl Herrera
Calvary, producción irlandesa de 2014, cuenta una historia maravillosamente terrible. Un hombre, durante le confesión, le avisa al cura de un pequeño pueblo irlandés, James Lavelle, que lo asesinará en una semana, al domingo siguiente, y que le da ese tiempo para que ponga sus asuntos en orden. Durante los días que siguen a esa confesión, junto con el cura, hacemos un recorrido para conocer a los miembros de la comunidad, para enterarnos de que se encuentran faltos de fe y lejos de los preceptos de la iglesia, pero sobre todo, que repudian al sacerdote Lavelle.
Lo sorprendente de la propuesta del director y guionista de la película, el inglés John Michael McDonagh, radica –por una parte– en que la historia, que tiene un arranque con los elementos necesarios para desarrollar un thriller en forma, se convierte en una larga y lúcida reflexión sobre los problemas de la fe y el sentido de la vida –pero por otra– en que el cura es inocente ante los ojos del asesino, quien afirma que “no tiene sentido matar a un cura malo. ¿Matar a uno bueno? ¡Eso sería noticia! Lo voy a matar a usted, padre. Lo voy a matar porque usted no ha hecho nada malo!” Lo interesante es que el sacerdote sabe quién es el que lo amenaza, pero los espectadores no.
Dura, muy crítica, pero al mismo tiempo emocionante, Calvary es una película de los tiempos modernos, y por lo mismo no se deja nada en el tintero. Durante el metraje de cien minutos nos encontramos con temas como el adulterio, las drogas, el sexo, la violencia y la desintegración familiar, aderezado todo con humor negro y escenas dramáticas.
Técnicamente se trata de una gran película, muy bien fotografiada, en locaciones de hermosos paisajes. Sin embargo, lo mejor de todo son las actuaciones, de primer nivel. Destaca Brendan Gleeson, como el cura de pueblo: realiza una actuación inolvidable. Su historia personal también resulta interesante, pues luego de ser maestro de secundaria por varios años, decidió dedicarse a la actuación cuando tenía 34 años. Desde entonces ha hecho muy buenas interpretaciones, como en los filmes El sastre de Panamá (2001), Pandillas de Nueva York (2002) de Martin Scorsese e I.A. Inteligencia Artificial (2001) de Steven Spielberg. Cabe mencionar que los actores que lo secundan son extraordinarios y en conjunto dan un realismo muy fresco a la historia que transita de la comedia al drama sin apenas darnos cuenta.
Con una escena final, filmada magistralmente, que resulta difícil de olvidar, Calvary es una de esas películas que pueden pasar desapercibidas por el gran público, pero no por los amantes del buen cine.
Luis Raúl Herrera Piñón es el jefe de la Unidad de Cine de la Quinta Gameros desde hace 19 años, tiempo en el que ha privilegiado la difusión de la cultura, a través de cine de calidad. Durante años publicó en El Heraldo de Chihuahua su columna Rollos cortos, en donde hacía crónicas y crítica de cine.
Soy uno con mis apetitos
Por Sergio Torres
Soy uno con mis apetitos. El mundo es una locura pero no hay nada que pueda hacer al respecto. La señora que venía detrás de mí apenas alcanzó a sacar la vuelta a la moto. Un hombre se metió a la circulación de la calle principal, por donde yo venía, sin notar que yo venía a 60 km/h. Sigo siendo uno con mis apetitos, mis reacciones, mis emociones y la ira que se despierta en mí a casi cada tramo que manejo, de casa al trabajo, a la escuela del hijo, a casa de nuevo, a la academia a dar clases y compartir la alegría de estar vivo, haciendo música. Soy uno solo, lo que siento, lo que pienso, lo que vivo. No soy tan afecto al contacto humano como debiera, creo. No hay una dosis de contacto que tolere, ninguno, si es que no me avisan que van a tocarme, o logro entender que se acercan con afán de establecer contacto físico, sí, a veces no lo entiendo. Soy uno, un tipo que trata de entender el entorno, caótico y contradictorio que se presenta delante mío. Me es incierto, impermanente, inesperado mundo.
Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.
Foto Pedro Chacón
¿Cómo llegaste a vivir en mi corazón?
Por Jaime Chavira Ornelas
¿Cómo llegaste a vivir en mi corazón?
¿cuándo tomaste posesión de mi alma?
¿Por qué llegaste y te quedaste tan dentro?
Mis vacíos se llenaron hasta desbordarse
y mis noches negras se iluminaron como brillantes días.
¿Cómo te persiguió mi amor hasta alcanzarte?
¿cómo me refugié en tus ojos dorados?
Cansada mi cabeza se durmió en tu hombro
y mis brazos se abrieron a tu alegre alma.
¿Cuándo el tiempo nos regaló tantos sentimientos?
¿cuándo?
¿y cuándo se desvanecieron?
¿Cómo detengo tantas tempestades?
¿cómo cruzo los ríos caudalosos de pensamientos?
¿cómo?
¿cómo aparto el amor que se arrastra temeroso?
temeroso de morir de olvido
temeroso de convertirse en un tempano de hielo.
Jaime Chavira Ornelas es administrador de negocios, logística, control de almacenes, importación y exportación, cursos de linguística e inteligencia emocional, grado de vendedor oro por GMC. Actualmente pensionado por el IMSS.
Viajes en el tiempo
Por Ramón Rangel
Tengo un anillo que era de mi padre,
unas botas que pisaron sus pies
aunque caminemos por sitios distintos.
¿Será que las botas son muy pesadas
para pisar una nube?
Tomo una foto donde salimos muchos,
pocos, solo yo, cosas:
objetos que tienen mi edad
o más años, muchos más,
son las cosas a nuestro lado
las verdaderas viajeras del tiempo.
Ramón Rangel es licenciado en letras españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua, autor de los libros Mortero (Tintanueva, 2016), Sad West o la oración de un vaquero (UACH 2022) y Los amorosos son punks (ICM PECH 2023). Textos suyos aparecen en las revistas Metamorfosis, Punto de Partida y en Tragaluz, suplemento literario de El Heraldo de Chihuahua.
Lección 13
Por Jesús Chávez Marín
Material de trabajo:
Diccionario (o conexión a google)
Un cuaderno
Pluma de tinta azul o negra
Pluma de tinta roja
Marcador amarillo
Aprenderemos a:
Escribir correctas las palabras.
Saberlas pronunciar.
Usar los signos de puntuación.
Escribir textos literarios (poema, cuento, novela).
Para disfrutar las palabras se necesita.
Saber respirar.
Construir el placer de la lectura.
Tener cuidado al escribir.
Las palabras nacieron para:
Enseñarles a hablar a nuestros hijos.
Cantar.
Entender el mundo.
Imaginar otros mundos.
Junio 1985
El tramposo cae al pozo
Por Karly S. Aguirre
Natalia navegaba por sus redes sociales cuando de pronto vio tierra a la vista. Se trataba de la publicación de una psicoterapeuta feminista que hablaba sobre red flags al inicio de salir con alguien. Compartía la anécdota personal de una cita de terror con un machito alemán que, pese al oscuro pasado de su nación, se había atrevido a usar la palabra feminazi luego de que ella lo abandonara a media cita y no respondiera sus mensajes.
Antes se había burlado de ella diciendo que las víctimas de violencia no existen, sino que también son parte del problema.
La terapeuta invitaba a sus seguidoras a compartir algún relato personal que relatara indicios de violencia en primeras citas, o primeros contactos virtuales.
Natalia recordó entonces una desagradable experiencia de su pasado inmediato con Carlo, un hombre que su editor le había presentado pretendiendo que se formulara una relación formal y romántica entre ellos. Natalia no lo pensó mucho y procedió a compartir la historia en un comentario:
Por medio de una de las muchas aplicaciones que existen para encontrar pareja, conocí a un hombre doce años mayor que yo. Tiene treinta y siete y yo veinticinco. Era un prospecto prometedor, erudito de la filosofía, venerado y respetado por sus alumnos, un hombre maduro que se había ganado su lugar en la sociedad por su evidente intelecto y humanidad. Teníamos varias cosas en común, desde las más profundas como la pasión por la cocina, el mambo y el arte en general, hasta algunas superficiales y sin importancia como el modelo de computadora que usábamos.
La primera red flag que identifiqué fue que, sin conocerme en persona, empezó a criticar a su exesposa, quien era al parecer una mujer abusiva y aprovechada.
Aunque los profesionales en salud mental advierten que hay que tener cuidado con ese comportamiento, sentí que el hombre solamente buscaba un desahogo, así que lo dejé pasar.
Lo segundo que me pareció extraño fueron un par de mentiras que a simple vista pudieron parecer inocentes, pero la intención era manipularme para que cediera a sus peticiones. Por ejemplo, una vez habíamos quedado de vernos el sábado en la mañana para tener sexo, pero yo no estaba tan segura de querer hacerlo en tan poco tiempo de habernos conocido; ya había pasado por mi época de libertinaje sexual en la adolescencia y el saldo solo me había dejado una sensación de vacío que me tomó años volver a llenar. Como sea, trató de convencerme con un argumento muy pobre para ser la mente brillante que todo el mundo adulaba: “Pero ya estoy listo, me desperté temprano por ti en mi día de descanso y me bañé solo para verte”.
Le dije que lo sentía mucho.
Después de dos horas le invité un café de consolación, a lo que respondió: “Híjole, pero no estoy listo, tardaría una hora en bañarme y todo eso”.
Esa fue solo es una mentira de las muchas que contaba.
Días después tuve un mal día. Me habían dado los resultados de la valoración oftálmica para ver si era candidata a la operación de la vista, ya que sufro de miopía; el resultado fue que no podían operarme porque tengo la córnea muy delgada. Yo estaba triste y a él lo único que le importaba era que le diera un masaje, porque llegó cansado del trabajo. Pero se van a ir para atrás, cuando les cuente lo que sigue.
Me encontré en el supermercado a una amiga que hace años no veía. Ella había estudiado una licenciatura en filosofía, así que para sacarle plática le pregunté que si conocía a Alejando Orozco, a lo que su rostro me respondió antes que las palabras, pues su cara cambió de felicidad a angustia. Su respuesta fue: “Sí lo conozco. Es una mala persona, Nat, aléjate de él. No lo dejes entrar a tu vida si no quieres problemas. Soy amiga de su esposa y la verdad ese hombre no se merece ni los buenos días”.
Sentí un escalofrío. El que alguien más me confirmara lo que yo venía sospechando desde hace tiempo, que era una mala persona, ¿y además tenía esposa?
Me había dicho que la mujer con la que vivía era su hermana, y de hecho me había parecido bastante antipático cuando me ofreció pasar a recogerme en el auto de su hermana para ir a un motel, ya que a ella la acababan de operar y lo había dejado conducir su auto mientras lo necesitara, pues él a pesar de ser un presuntuoso no tenía un auto propio. Así me di cuenta de que el maldito planeaba llevarme en el auto de su esposa recién operada a un motel. Si la idea de que fuera en el auto de su hermana recién operada me parecía un poco enferma, el hecho de que fuera en el auto de la esposa lo hacía aún peor.
Natalia compartió su comentario en la publicación de la psicoterapeuta, pronto las mujeres comenzaron a compartir esa información para que con suerte pudiera llegar a las manos de la mujer de Orozco.
Un par de semanas después de haber escrito el comentario, Natalia recibió una llamada de Alejandro, ella no reconoció el número, ya que lo había borrado desde hacía tiempo.
—¿Qué hiciste, pendeja? ¿Se puede saber por qué carajos publicaste esa basura sobre mí?
—Porque me pertenece. Esa es mi verdad también, Alejandro, y yo soy libre de contarle a quien quiera mi vida. Además, te lo tienes bien merecido por mentiroso. Jamás mencionaste que eras casado. Eres un miserable, mira que dejar a tu mujer recién operada para irte a coger a otras mujeres, que asco.
—Pues Dania acaba de pedirme el divorcio gracias a tu comentario estúpido, alguien se lo encontró y le mandó tu comentario a mi esposa, mínimo hubieras tenido cuidado.
—Ni siquiera tienes un poquito de vergüenza, ¿hasta dónde crees que llegarías con tus mentiras? ¿Cuánto tiempo crees que podías engañar a todo el mundo? El tramposo siempre cae al pozo. No puedes ser tan estúpido y creer que en esta pequeña ciudad nunca me daría cuenta. No podías esperar que cuando la verdad llegara no la vomitara. Me diste algo realmente podrido para digerir. Ni siquiera puedo tenerte cerca de nuevo, apestas a humedad. Nunca te lo dije, pero así es, hueles a toalla sucia. Quizá es que el aroma de podrido de tu alma ya está saliendo a la superficie, así como ya salió a la superficie tu verdadero yo.
Karla Ivonne Sánchez Aguirre estudió en el bachillerato de artes y humanidades Cedart David Alfaro Siqueiros, donde estuvo en el especifico de literatura. Actualmente estudia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH. Escribe relatos y crónicas en redes sociales.
Un día como hoy la Chuyita, mi madre, dejó los terrenos
Por Sergio Torres
Un día como hoy la Chuyita, mi madre, dejó los terrenos tridimensionales de la manifestación energética, las vibraciones atómicas visibles y el estado sólido de la materia; su espíritu regresó a las regiones en que los ojos no sirven para ver, ni los oídos para oír. Allá la vida no es está vida y la existencia no se parece en nada a esta existencia de pertenencia codependencia, entretejido social, individual, comunitario, único. Se fue por un camino trazado cuidadosamente. Tuvo la prudencia de dejarnos a todos adultos, incluso a don Nacho, mi padre, lo suficiente para bastarnos con independencia. En las regiones del espíritu no existe la muerte, allá el amor es eterno, un continuo pulsar de olas blancas y serenas. No hay turbulencia, solo la dulce brisa crepuscular de una tarde desfalleciente de junio en El Maviri. Si no conoce, vaya. Si quieres, vamos juntos. La Chuyita descansa en la región más transparente de mis pensamientos y vive en cada uno de mis latidos, suyos, nuestros.
Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.
El Camino
Por Marco Benavides
Un trayecto que se despliega como serpiente de asfalto a través del vasto lienzo de Chihuahua lleva consigo historias impregnadas de sol y melancolía. Es un viaje que transcurre entre las sombras de los días y las noches, donde el tiempo se desdibuja y la brisa acaricia los cabellos de los viajeros como un amante fugaz.
Las imágenes nos transportan a un mundo donde la simplicidad de la vida se entrelaza con la promesa de la carretera abierta. Una narrativa tejida con hilos de nostalgia y esperanza, donde cada palabra es una pincelada que da vida a los recuerdos y los sueños.
Manejando por la carretera, con el sabor de la hierba en los labios, uno se pregunta cuánto tiempo permanecerá en ese lugar. La pregunta flota como las nubes perezosas que se observaban en la infancia, mientras la familia se detenía junto a la carretera, maravillada por la belleza efímera del cielo. El Camino se convierte así en un símbolo de libertad, un recordatorio de que el destino está siempre a un giro del volante.
Las estaciones pasan, pero el espíritu del viaje permanece inalterado. En la luz dorada del sol, los días parecen extenderse hasta el infinito, mientras que las noches, embriagadas de misterio, son más intensas que la luz de la luna. Es en esos momentos fugaces, cuando el viento acaricia el rostro y los pensamientos se vuelven claros, uno sabe que es hora de partir. Porque en el horizonte lejano la carretera llama: el corazón del viajero late al ritmo de sus sueños.
En la partida hay una sensación de despedida. Las estrellas fugaces surcan el cielo mientras uno espera el autobús, anhelando el destello de magia que solo puede traer una caída de estrellas. Y aunque el destino sea incierto, la certeza de que siempre se puede cambiar de rumbo persiste. Canta el alma errante, reconociendo la imprevisibilidad de la vida y la belleza efímera de sus momentos más intensos.
Y así, con un adiós cargado de gratitud, uno se despide de ese lugar donde las densas nubes flotan en el aire, un recuerdo vívido de la inocencia perdida y los sueños. Porque la magia del camino no reside en el destino final, sino en el viaje mismo, en los encuentros fortuitos y las experiencias compartidas a lo largo de su sinuoso trayecto.
En última instancia, El Camino es más que una canción; es un himno a la libertad, a la búsqueda incesante de significado y aventura, un recordatorio de que, aunque pueda ser largo y lleno de baches, cada paso nos acerca un poco más a la comprensión de nosotros mismos y del mundo.
Y así, con el viento en la espalda y el sol en el rostro seguimos adelante, hacia el próximo horizonte, con la esperanza como brújula y la música como guía. Porque en el camino de la vida cada curva nos reserva una sorpresa, y cada canción, una historia por contar.
23 abril 2024.
Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.
Caminatas filosóficas: presentación de La calle ladina
Por Javier Chávez Bejarano
Nos reúne, no por primera ni por última vez, la dicha de acompañar a Jesús Chávez Marín, ahora en la presentación de su más reciente obra La calle ladina, digna ganadora del concurso del PECH (Programa Editorial de Chihuahua). Agradezco al autor su consideración de invitarme el día de hoy a ser su presentador, siendo esta sí mi primera vez que me encuentro de este lado del evento.
Sin duda siendo yo el hijo de Chávez Marín tengo muchas vivencias, anécdotas, recuerdos con él a lo largo de mi vida; debido al libro que hoy venimos a homenajear me parece apropiado enfocarme en una en específico, perteneciente a estos últimos años.
Hubo una costumbre, que espero reanudemos próximamente, la cual era muy sencilla: caminatas por las calles de Chihuahua. Consistía en yo ir a su casa muy temprano en domingo, él daba tres opciones de rutas y yo escogía una de ellas. Algunos ejemplos incluían caminar por todo el recorrido del Acueducto Colonial, o por el canal del Chuvíscar, esto incluyendo varias calles de sus alrededores. En esas calles íbamos platicando de algún tema y a la vez haciendo paréntesis para contar algún dato de donde íbamos pasando, todo esto manteniendo un paso constante y bastante veloz dirigido por él. Al final del recorrido de alrededor de una hora, una hora y media, mi papá compraba en alguna tienda unos electrolits o aguas para los dos y los tomábamos mientras hacíamos la espera de un Uber que nos llevara de regreso al punto inicial. Menciono esto para resaltar que mi papá es y siempre ha sido un fiel andariego de las calles de Chihuahua, pues él como gran entusiasta de las historias, sabe que estas vías tienen mucho que contar.
La calle ladina simboliza este escenario y actúa como testigo de esta colección de crónicas. El autor imprime en este libro una sencilla y elocuente narrativa con su muy característico estilo. Las voces narrativas se alternan entre la primera y la tercera persona. Algunos de estos relatos hablan de personajes infames con los cuales cualquiera de nosotros podríamos relacionar con algún conocido y esperemos que no con nosotros mismos. Van desde seres gandallas, borrachos malacopas para quienes el remordimiento es un concepto desconocido, machos de esos “de los de antes” que todavía dicen Mi reina como piropo, personas celosas, tacaños a más no poder, envidiosos, egocéntricos, ¡en fin! La lista podría seguir, pero no quiero causar la errónea impresión de que al leer estos relatos nos van a dejar un mal sabor de boca, pues no es así, ya que la manera en que el autor los plantea es la que los redime; es decir, con algo de buen humor vemos el absurdo de sus acciones con gracia e incluso hasta podríamos empatizar con alguno, o si tenemos esa ansia de desquite nos quedamos con la satisfacción de que también hay quienes reciben su merecido.
En sus páginas vemos retratada con ingenio la cotidianeidad, particularmente de la gente de Chihuahua. Chávez convierte a veces a sus amistades en los protagonistas, pero la mayoría son personajes inventados, sin embargo traslucen rasgos de conocidos, familia y sobre todo de el mismo escritor. Siendo descritos algunos de ellos con adjetivos tan peculiares como: el vacacionista desconsiderado, el celoso contumaz, el borracho empedernido, el avaro metódico, la escritora agorzomada, el autodidacta complicado, el dramaturgo platónico, el paranoico que no creía serlo, entre otros.
A su vez encontramos escritos que nos develan el lado más sensible del autor, adornados con impecable retórica. Citaré uno de ellos:
El dolor
Por un ángulo del centro un hombre camina con dificultad, le duelen las articulaciones y los brazos, la garganta hinchada y tensa. Al interior del pecho hay lumbre que se va extendiendo hacia el plexo, un torrente de glucosa circula por la sangre cristalizando venas diminutas en los infinitos cauces de su cuerpo; al interior de los ojos se vela el cristalino y le va adormeciendo la sensibilidad en algunas zonas de los pies. El aliento de la muerte va en lo que imagina de futuro cuando se sienta diez minutos a la sombra de un portal para recuperar el resuello y seguir.
Todo esto y algo más es lo que encontrarán en este libro. Espero de ustedes que sigan mi recomendación de leerlo, y también, espero del autor que programemos próximamente otro paseo por las calles de Chihuahua.
Quiero por último hacer una mención especial a la persona a la que está dedicada este libro y a su vez aparece en la portada en una bella foto: mi querido sobrino Adrián Marcel, aquí presente.
Gracias por su atención.
Chavez Marín, Jesús: La calle ladina. Editorial Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua, México, 2023.
Javier Chávez Bejarano es odontólogo, egresado de la Facultad de Odontología de la UACH. Atiende junto con su esposa Denisse Valles Cervantes la Clínica Dental Emmau, es profesor de odontología en la UACH y coeditor de Estilo Mápula, revista de literatura.
La calle ladina de la narrativa de lo cotidiano hacia la memoria de una cultura
Por José Alejandro García Hernández
La literatura se ha consagrado como un pilar de la preservación de la cultura, pues a partir de este arte se imprime, por medio de la técnica y habilidades de escritura, cada estrato y evidencia de la forma de pensar y concebir la realidad de cualquier época. La calle ladina de Jesús Chávez Marín retrata, desde una asombrosa naturalidad del lenguaje, las diversas situaciones y conflictos que conllevan distintos personajes en su cotidianeidad.
Así como Francisco Cervantes de Salazar dialogó en su obra México en 1554 las preocupaciones, pensamientos y sentires de la naciente sociedad novohispana, la novela de Jesús Chávez Marín nos relata las tensiones, dramas e irónicas situaciones de un Chihuahua anterior y posterior a la pandemia del 2020.
El propio autor nos introduce, desde el prefacio, la simbiosis entre la narrativa y los hilos dramáticos presentes en una escena, lo cual no deja de lado también una sensación lírica y catártica cuando se da resolución al conflicto o se establece un futuro punto de partida, el cual también será tarea del lector recrear su desenlace. Una muestra de ello es el relato “La niebla” (p. 42)
Había una vez un sapo que no se decidía a saltar; el agua parecía helada y nada tenía sentido. Dos horas después ya no la pensó más: el ruido en el lago se oyó rotundo, plop, luego del disparo.
En el relato “Desalojo” el autor evidencia los cambios de la calidad de vida a partir de las sensaciones de la voz protagonista, donde se evidencian las consecuencias de la expansión inmobiliaria que ahora es parte de lo cotidiano, lo que deja claro el paulatino y a su vez vertiginoso cambio del sistema de adquisición de décadas atrás. (p. 27)
Me pidieron la casa y llevo cinco días batallando; he recorrido todo el centro y las que he hallado las rentan muy caras o están en ruinas. Quiero por este rumbo, es donde crecieron mis hijos, ya me acostumbré a vivir aquí, no me gustan las orillas en la punta del carajo, colonias cerradas y con caseta, no, amo los barrios de antes, donde he vivido siempre.
Ya tenía 17 años en esa casa y ahora la tengo que dejar; le pedí a la señora que me la vendiera en facilidades, pero quería de enganche un dineral, así nomás no.
Muy a gusto que viví tantos años, allí criamos a nuestros tres hijos mi marido y yo; luego él se murió y me dejó buena pensión y una cuenta en el banco, pero no me alcanza para quedarme acá. Yo no sé qué iré a hacer, Diosito santo.
El transcurrir del siglo XXI ha evidenciado la modificación de los roles de género y esto representa una oportuna evolución de la sociedad occidental. Sin embargo, más allá de la lucha por la igualdad, aún permanecen estratos que critican y ocasionan burla hacia este cambio, dato que podemos recrear con “El Queso” (p. 36)
El Queso llegó tarde y ya se lo acababan los compañeros, has de haber batallado mucho para que te dejaran salir, le decían, primero tuviste que lavar los trastes y planchar toda la ropa, de mandilón no lo bajaban. A mucha honra, les contestaba, ya no soy un neandertal como ustedes, ya evolucioné, trabajo en mi casa hombro con hombro con mi esposa, soy igual a la humanidad completa, no un iluso cacique doméstico. Risas y burlas le sobraban al Queso, hasta que conseguía cambiar de tema platicando de hijos y escuelas y juntas con las compañeras de la Generación 2011 de Conta.
La sociedad del capitalismo, el consumismo y las apariencias forman parte también de la identidad de distintas tradiciones que pierden el encauce de una vida práctica e intelectual, las cuales abandonan los valores y la formación de una cultura humana. En “Troca de agencia” se evidencia un desenlace de esta actitud. (p. 51)
La sacaste nuevecita, en la agencia sirvieron pastel de chocolate y te despidieron con un arco y un ramo de globos y luego a batallar para las mensualidades, pero eso sí, troca muy buena para el trabajo y la familia feliz. Un año después terminó el mantenimiento de garantía, fuiste haciendo desidia. Cuando te chocaron el fénder, te dieron buen dinero por los daños y lo gastaste en otra cosa, ahi después la llevo al taller de Alfredo, pero no, fuiste haciéndote pendejo y nunca la llevaste. Se cayó la manija de la puerta y le pusiste unas pinzas perras por mientras; todavía es hora que allí están. Las llantas de plano ya no admitían el desponchado, comprabas usadas en vez de ponerle nuevas, que a lo mejor más adelante, decías. Y así los muebles se van descuidando. Un día alguien en la calle les toma una foto y miras lo que queda de troca.
En este sentido, pero desde una personalidad distinta, se externa el ensimismamiento de una persona que no busca insertarse en el ácido universo de la gala y presunción, sino en esa pugna interna por conservar sus bienes. El cambio de una filosofía de vida es evidente en “Europa”, espacio donde la voz protagónica cuenta con un objetivo específico en la vida, y claro, imprimiendo el valor capital y práctico. (P.60)
El avaro metódico era muy agradable, lo fue desde jovencito y hasta la fecha, siempre y cuando no se presentara el asunto de los centavos porque entonces sí se paralizaba, se quedaba callado o se retiraba del lugar. Mucho cariño verdad, pero que no contaran con él para socorros ni dádivas.
A pesar de que había heredado de su madre una gran fortuna, y podría decirse que era un hombre acaudalado, vivía en forma discreta, gastaba apenas lo indispensable para él y su señora esposa, tocaba lo menos posible las inversiones en el banco para que ganaran más dividendos y, sobre todo, para no gastar.
Ella al principio se sentía lastimada y triste de que él fuera tan miserable con todo, pero a la vuelta de los años, por amor y por costumbre, se fue haciendo a su modo, y ya era tan poquita como el marido. Desde al principio habían decidido no tener hijos. Salen muy caros y son muy ingratos, decían, y se complacían barajando ejemplos de ingratitud y derroche.
Ahora que son viejos ya no procuran a nadie y ya nadie los procura. La pensaron mucho pero luego de años y años de cavilaciones hicieron un viaje por varios países de Europa, procurando gastar lo menos posible, como siempre.
¿Quién no se emociona al sentirse identificado en conocer una historia en los lugares que visitamos diario? El género narrativo de la literatura establece los tres elementos básicos que conforman a la trama: espacio, tiempo y personajes. La calle ladina de Jesús Chávez Marín presenta como escenario a lugares conocidos y también desconocidos de la urbanidad de Chihuahua, en una temporalidad que evidencia el arraigo del siglo XX y camina hacia una fluctuante sociedad del siglo XXI, inmersa también en el contacto humano a través de la tecnología. Los siguientes dos relatos nos traen al recuerdo situaciones donde el alma humana está prendida de un hilo. En “Dos almas” se narra el trágico desenlace de aquellos hechos noticiosos de accidentes viales de la Avenida cantera y en “Primeros auxilios”, ocurridos en el Canal del Chuvíscar. Con estos relatos, Jesús Chávez Marín comparte la conmoción, desde una estética sensible y excelentemente prosificada, aquello que no puede relatarse en una nota periodística. (p. 16 y p. 37)
No solamente del espacio físico se conciben los escenarios de La calle ladina, sino también el espacio mental y emocional de una sociedad chihuahuense que comparte las consternaciones de la llamada aldea global del siglo XXI, como el caso de “Ritmo” y “En la cola” El desarrollo narrativo de estos dos casos manifiestan dentro de un espacio interior los diversos conflictos y cavilaciones que se entraman en el espacio mental de un ciudadano promedio. (p. 30 y p. 34)
Si se me permite, comparto mi gusto personal por uno de los siguientes relatos, titulado “Altercado”, puesto que Chávez Marín imprime con una redacción certera el sentido a los términos “No tener palabras” y “No tener palabra”
(p. 22)
El Gordo quiso disculparse con Lalita:
―No tengo palabras.
Ella le contestó:
―Lo que pasa es que no tienes palabra, Gordo, eres un mentiroso, poco hombre, cobarde, maldito miserable. Culero.
Ella sí tenía.
En el relato anterior, el lenguaje mordaz y directo permite al lector identificar el giro a la tensión narrativa basada en dos interlocutores, además de referirnos una revelación contundente sobre las dos personalidades.
La calle ladina de Jesús Chavez Marín nos encamina hacia ese sendero donde una persona como transeúnte puede atestiguar al recorrer el vecindario aquellas narrativas fugaces que llegan al caminante mientras se ocupa en sus actividades y tiene la oportunidad de coincidir con los demás personajes de esta ciudad. La calle ladina, además de ser una obra literaria que guardará memoria de una ciudad que transita en los vertiginosos cambios del siglo XXI, es una invitación para adentrarnos a conocer las distintas escenas que transcurren mientras caminamos por este sendero. Todo esto es gracias al manejo magistral del lenguaje que prosifica Jesús Chávez Marín, un lenguaje que manifiesta la realidad y la evolución de una ciudad que se mantiene viva y que encuentra diversas resoluciones a los problemas cotidianos, y de los cuales, muy probablemente, nos identifiquemos más de una vez.
Chavez Marín, Jesús: La calle ladina. Editorial Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua, México, 2023.
José Alejandro García Hernández es doctor en educación, artes y humanidades, maestro en humanidades y licenciado en letras españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Es profesor de tiempo completo, coordinador de la licenciatura en letras españolas de la Facultad de Filosofía y Letras y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Desarrolla investigación en las áreas de literatura prehispánica e hispanoamericana de la Colonia, literatura de la Revolución, novela política, literatura transmedia y narrativa del videojuego. Ha publicado artículos de investigación literaria y transmedia en revistas de Chile, Colombia y México. Colabora como evaluador en las revistas Leteo: Revista de Investigación y Producción en Humanidades de la UACH y Laboratorio, de la Universidad Diego Portales de Santiago de Chile.
Guía turística de lugares y personajes de nuestra ciudad capital, desde lo cotidiano a lo artístico e intelectual, en las historias de La calle ladina
Por José Antonio García Pérez
Buenas tardes, agradezco la invitación del colega y amigo Jesús Chávez Marín para comentar su más reciente publicación La calle ladina, del Programa Editorial Chihuahua, Colección Escritores con Trayectoria.
El libro de historias que nos brinda Chávez Marín, está dividió en dos partes: “Caminar por la banqueta”, conformada por 41 viñetas del pasado y presente de nuestra ciudad, y “Llegar a la esquina”, compuesta por 21 textos.
El adjetivo calificativo de ladina, aplicada a la calle, le da el significado de calle taimada, astuta, disimulada. La calle es el escenario cotidiano por donde transitan los descarriados, los acarreados y los que no necesitan que los manden; algunos ya no están en este mundo, otros andan por ahí perdidos, pero la mirada cronista de Jesús Chávez Marín los fue compilando durante sus andanzas, ya sea por la banqueta o nada más hasta la esquina.
Al terminar de leer el texto, lo primero que vino a mi mente fue el de una especie de guía informativa de los lugares típicos de nuestra ciudad capital, con el plus de mostrar también a una galería de personajes. Es por esta idea que se me ocurrió que para realizar este recorrido me gustaría que lo vieran como un nueva clase de folleto turístico, solo que deteniéndonos en diversas casas, barrios, colonias y otros sitios tradicionales de nuestra ciudad capital
Primera hoja: Lugares donde ocurren los acontecimientos:
Lugares del Chihuahua añejo, Cervecería, las segundas de Niños Héroes, la Colonia Industrial, Colonia San Jorge, Sears, barrio de santo Niño, agencia Chevrolet, el Rejón, Cerro El Coronel, sótano de urgencias del IMSS, Casa del Varillero, estación del Tren Chihuahua al Pacífico, Hotel El Soberano, el SNTE, biblioteca del Parque Lerdo, IMSS, CIMA, Campestre San Francisco, Quinta Gameros, bar La Camelia, bar El Cielo, Hotel San Francisco, Secretaría de Recursos Hidráulicos, Club de Leones, El Paso, Texas, la casa de la Cultura, Colegio de Bachilleres, Newberry, TRW, La Deportiva, Colonia Las Granjas, Mausoleos, Periférico de la Juventud, Seminario Conciliar de Chihuahua, La Cruz Roja, Canal del Chuvíscar y otros que ocurren al otro lado, en El Paso, Texas.
La historia titulada “La cervecería” inicia con una disculpa que le ofrecen al narrador y donde después hay un acuerdo para ir a una fiesta en casa de Adelita Valentina, que se localizaba rumbo los panteones. Al llegar a dicho lugar, esto es lo que narra el autor, cito: (Páginas 14 y 15).
La borrachera es canija y más el que la aguante (en terceras personas). Eso pensé ayer en la tarde cuando me puse a borrar e mailes viejos: me topé con uno de julio de 1992, de mi cuñado Xicoténcatl González. Era una disculpa que más bien parecía reclamo. A la letra decía:
Cuñado: La presente es con el fin de disculparme con usted y, por su conducto, también con los que estaban el viernes en la casa de Adelita Valentina, a donde por cierto no me invitaron, qué gachos. Me enteré por Elías Carrillo, quien pasó por mí para que lo acompañara.
Dijo que tampoco lo habían invitado a él, pero como es muy entabacado tenía pensado ir de todas maneras.
Pasamos por Piñón y luego fuimos a comprar tres cartones de cervezas Negra Modelo, uno para cada uno, jejeje, no te creas, y nos enfilamos rumbo a los panteones, al barrio donde vive Adelita.
Cuando llegamos nos hicieron mala cara. Algunos ni nos saludaron y eso que según esto son la crema y nata de la educación; ni siquiera nos dieron las gracias cuando bajamos uno de los cartones, pero sí empezaron a destapar botellas porque en la mesa de centro de la sala nomás había una triste botella de vino ya muy disminuida.
Tratamos de abrir plática desplegando nuestra mexicana alegría, pero no nos pelaban. Adelita Valentina fruncía la boca muy recio; Salcido se puso a platicar en corto con Ana Paulina como si los demás no existiéramos; Lennon fingía leer un libro de Fábulas de La Fontaine; Rosy trataba con amabilidad de salvarnos de la helada indiferencia de sus congéneres, sin conseguirlo.
Lupe López le dijo a Lennon en secreto, pero asegurándose que la escucháramos todos: lo que pasa es que a Xicoténcatl le falta mucha clase.
Yo traté de hacerme el occiso como si no la hubiera oído, pero Elías gritó a voz en cuello: Los que no tienen ni poquita clase son ustedes, atajo de frustrados que se sienten exquisitos. Se tragan nuestra cerveza y ni nos dirigen la palabra. Y luego nos ordenó: Piñón, Gonzáles, larguémonos de esta pocilga.
Nos fuimos de allí, haciéndonos los muy dignos, y nos dirigimos a La Cervecería, a comernos unos tacos de barbacoa en el tercer piso de un edificio muy raro que está en medio. Elías muerto de risa nos atemperó con la frase que siempre pronunciaba para toda ocasión: ¡La fiesta sigue!
En las segundas de la Industrial y en la colonia San Jorge ocurre la historia titulada “Transistores” que nos recuerda la época en que aún se usaban los radios de transistores y al personaje, un abuelo, va a buscar dos piezas, una bocina y un transistor, cito (pag.21).
Pues aquí ando otra vez en las Segundas de la Niños Héroes; dice mi nieta que me gusta venir a estos lugares de paseo porque es mi parque y mi zona arqueológica, jajaja, esta muchachita me vacila cada rato, se le ocurre cada cosa.
No, lo que pasa es que se me descompuso mi radio de transistores y vine a buscar una bobina y una resistencia, pero he batallado mucho; aquí ya nadie sabe lo que es un radio de transistores, me miran de reojo pensando que soy un emisario del pasado, como les decía el licenciado Echeverría a sus adversarios.
Por más que procuro, no encuentro esas dos piezas: Ya fui a las segundas de los jueves de la Colonia Industrial, a las de los domingos en San Jorge y ni pizca de refacciones. Me aconseja mi nieta que vaya a Juárez, que allá sí las voy a encontrar porque hay un chorro de cosas del Army; pero no sé si me está cotorreando, porque es muy mula mi nieta. Salió al papá.
Más adelante, en la presa del Rejón a eso de las seis de la mañana hay un encuentro entre dos examantes, (pág.43, Hilitos grises).
Esta madrugada fue distinta, porque regresaste; venías derrotada como en un tango de rompe y rasga, pero a pesar de todo hermosa. Luego de tres años me había cansado de esperarte y ahora, cuando sin pena ni gloria han pasado estos meses de resignación, apareces donde menos lo hubiera imaginado: en la presa El Rejón, caminando hacia mí en el horizonte de las 6 de la mañana.
―No te asustes, Ismael. Nomás te vine a saludar, ya mañana me regreso para el otro lado; la pensé mucho para buscarte, pero ya ves, me ganó la tentación. Como siempre, ya sabes.
―No te apures por eso, Fabiola; nunca has estado ni estarás para asustar a nadie, solo que la sorpresa de verte luego de tanto tiempo, y precisamente en este parque y a estas horas, me dejó un poco desconcertado. Creí que ya jamás te iba a mirar en lo que me resta de vida.
Pero allí estabas, en el frío de enero, tu cabellera oscura caía como una bandera de seda sobre tu espalda, los ojos color caoba me enfocaban con cariño y compasión, sin una pizca de arrepentimiento por haberme abandonado de la noche a la mañana luego de cinco años de amor eterno.
―¿Y ya no querías verme nunca?
―Pues mira, todavía hace un año te vi todos los días en mi pensamiento y en alguna de las fotos que te tomé en aquel entonces. Aunque no lo creas, las mandé imprimir todas en Fotográficos Ayala y las guardo como reliquias sagradas. Era tu más rendido adorador, a pesar de que me traicionaste.
―Yo no te traicioné. Lo que pasa es que tú no quisiste comprometerte como es debido. Tú y yo jamás íbamos a llegar a nada y yo quería casarme, quería estabilidad y compromiso. Eso siempre te lo dejé bien claro.
―Como sea. Todo eso ya me importa muy poquito. Resultaría ridículo que a estas alturas nos pusiéramos a discutir de lo ya pasó, de lo que pudo haber sido y no fue. Desde el primer día, desde aquella vez en la cima del Cerro Coronel, te diste cuenta muy bien que yo te quise, que yo te amaba con toda el alma, y sabes que siempre fue así. Y lo fue también mucho tiempo después de que te fuiste con tu joven esposo norteamericano, del que te divorciaste a los dos meses.
―Tienes razón. Ya para qué hablamos de eso. Solo vine a saludarte, Ismael. Por cariño, por los recuerdos, por el pasado. También por aquella canción de Roberto Carlos: necesito saber qué será de ti.
Lo que más me impresionó de aquella visita fue que en verdad ya me había curado de ansiarla, de recordarla con dolor, con ese dolor que era lo único que me quedaba de ella y que por eso lo cultivaba y, podría decirse, disfrutaba. Y que ahora ya me fuera indiferente. Pude sentir el cariño que siempre le tuve, desde cuando fuimos amigos y luego una pareja tan intensa; la ternura de mirar su cara hermosa en el marco de su melena negra, ahora con algunos hilitos grises del tiempo. También me sorprendió hallar en mi pensamiento alguna leve satisfacción por mirarla derrotada y sin esperanza, esta alevosa sensación de venganza de la cual me apropiaba sin querer.
Un tenaz cobrador de Gonter Mueblería recoge una carta con las orillas quemadas como único vestigio de la persona a la que busca y donde se puede leer un drama pasional en algunos encuentros en el Confort Motel. Historia que se cuenta bajo el título de “Las deudas”, pag. 45.
Había una carta con orillas negras de quemaduras. Yo era cobrador de Gonter y buscaba el nuevo domicilio de un deudor que se fue sin avisar. Soy un sabueso terco, en cuanto vi la hoja, dije: aquí voy a saber a dónde te fuiste sin pagar, topillero. En el papel unas letras cuidadosas, bellamente manuscritas: No sé cómo llegamos a esto, Lucía, si nos queríamos tanto. La gente platicaba que éramos la pareja perfecta. Sí, cómo no. Cuando te vi con Ariel, no lo podía creer: llegaron muy abrazaditos al Confort Motel en tu carro. Yo iba saliendo y también me descubriste después de tres años de relaciones secretas con Luisa, tu hermana. O a lo mejor desde hace mucho que lo sabías, según la leyenda esa de que las mujeres siempre saben todo, intuyen lo que está sucediéndoles. Qué triste, qué pena, qué sórdido me parece todo y ahora: mira. Nuestra casa. La que hicimos juntos. Donde fuimos felices. Mira. Un basurero donde se secaron los sueños, nuestro pasado.
La historia corta “Ojo de hormiga” menciona lo ocurrido de la Calesa al Castel Sicomoro, cito: “ (pag. 48):
Ixtlachihuatl Chacón era de esos galanes a la antigua que suelen todavía mandar flores y todo el kit: serenata con trío, cena en La calesa, y encerrona discreta en el Castel Sicomoro. Luego, ojo de hormiga: no volvía a llamar, ni a contestar el teléfono y desaparecía de tu Facebook.
Una historia del bar El Cielo, donde una cantante temperamental, cuyo nombre no se menciona, aparece en la historia titulada “Antonia Aguilar”, que retrata los infortunios y aventuras de esta dama a la que le gustaba cantar y quien ya tenía su propio show en el ya mencionado bar y aparte realizaba labores de funcionaria, lo que le permitía viajar y hacer gala de su talento en el canto hasta que conoció a Tania Libertad, y en poco tiempo se hicieron amigas y lo que pasó, para que se enteren de todo el descalabro emocional lo podrán averiguar al leer el cuento: “Antonia Aguilar”, página 87.
En la historia “La casa del Varillero” el autor nos presenta una historia que tiene que ver con unos examantes que se reencuentran y ella ya está casada precisamente con un empleado de La Casa del Varillero, si sienten curiosidad por lo que pasó, hago la invitación para que lean esta historia que aparece en la página 67.
No pretendo perfilar lo ocurrido en tantos lugares arriba mencionados, continuo con otro apartado que me llamó la atención: Los personajes.
Algunos personajes se describen con detalle, mientras que otros apenas con una rápida pincelada.
Segunda hoja: Galería de personajes que nos describe Chávez, desde él mismo, con elementos autobiográficos desde sus mocedades hasta su época actual, pasando por los colados, los conductores fantasma, madres dolientes, editores, escritores en ciernes, los últimos representantes de civilizaciones perdidas, emisarios del pasado, mentirosos, cobardes, malditos miserables, culeros, lectores de Corín Tellado, taumaturgas, casados cínicos, edecanes, modelos, señoras desalojadas, viudas pensionadas, malandros, nuevos ricos, viejos rabo verde, actores, feos, vaquetones, un arguenudo (perezoso, indolente), mandilones, suicidas, borrachos, topilleros, cobradores, carteros, (que ya casi no hay), hijitos de mami, los ojo de hormiga, maquiladoras, avaros metódicos, escritoras agorzomadas (acosada, hostigada, reprimida) artistas incomprendidos, rentistas, hipocondriacos, artistas e intelectuales.
Los cuentos en que aparecen algunos de los personajes mencionados son:
Los Masculáis (Pag. 19)
Machete, (pág. 33)
Arguenudo (p. 35)
Suicidas Primeros auxilios (p. 38)
Sí, mami (47)
Tercera hoja: Productos y marcas del Chihuahua de hace varias décadas y de nuestra actualidad.
A lo largo de las historias se mencionan marcas y productos, como Autos Honda, Accord, lecturas de Corin Tellado, las burbujitas de Sal de uvas Picot, el tequila Herradura blanco, la cerveza Bohemia, la cerveza Negra Modelo, el tinte Miss Clairol, las mejorales, el Mustang, el Whisky Etiqueta Negra, El Sol de Parral, las plumas Parker Frontier, los elevadores Otis y una Remington 45 reglamentaria,
Cuarta hoja: Artistas e intelectuales
En diferentes historias se revelan las actuaciones de Nacho Guerrero, Enrique Servín, Rubén Mejía, Rogelio Treviño, Danny Trejo o Joaquín Cossío, aquí tuve una duda, ya que en la historia titulada “Machete” se habla de un actor feo, pero que escribe poesía y Dany Trejo protagonizó una película que lleva por título precisamente Machete, pero, que yo sepa, no escribe ni siquiera un recado, mientras que Joaquín Cossío, mejor conocido como el Cochiloco estuvo alguna vez en la facultad de Filosofía y Letras para leer un poemario de su autoría. Solo Chávez Marín nos puede sacar de esta duda. También se menciona el Encuentro de escritores Lunas de octubre, el grupo de teatro Agua Viva, la cantante Tania Libertad, el exseminarista Raúl Gómez Franco, el Grupo Aura, el crítico de la cultura José Pedro Gaytán, se mencionan Los Apson, el Circuito Literario de Apodaca, el autor psiquiatra y Conacine,
También el autor recurre a “musicalizar” sus historias con algunos fragmentos de José Alfredo Jiménez y Roberto Carlos en las canciones populares
Cucurrucucú Paloma, Qué será de ti y El Cantinero.
Conclusiones
La lectura de La calle ladina, de Jesús Chávez Marín, es como una máquina que nos transporta al pasado y nos regresa al presente con un lenguaje sencillo, como el mismo autor dice, cito: “Así quiero yo escribir, pensé yo, con esa sencillez y con esa vivacidad que estoy mirando en el arte escénico”. Fin de cita (Chávez, 2023, 9), pero también con un desparpajo que delata el conocimiento de formas de expresión coloquiales con lo que da forma y sentido a la caracterización de sus personajes que son el reflejo de su gran experiencia en el género de la crónica, donde además de la atmósfera de la historia, hay información del lugar y de los personajes y, obviamente, de sus acciones, sin dejar de ser irónico y sarcástico.
Recomiendo a las y los presentes en esta presentación adquieran el libro La calle ladina para que se sumerjan en la mirada de Jesús Chávez Marín. Gracias por su atención.
Chavez Marín, Jesús: La calle ladina. Editorial Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua, México, 2023.
18 abril 2024
José Antonio García Pérez fue el primer autor de Chihuahua que escribió un libro de haikú, lo publicó la UACH, se llama Haikú: Bonsai de poesía. También uno de narrativa: Textiario: cuentos para entretener a la bestia que llevamos dentro. Es toda su vida profesor de literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, donde también fue director. Es licenciado en letras españolas y doctor en literatura.
Emisario
Por Lilvia Soto
Para David Ray por su Mil años: Poemas sobre el Holocausto
ser humano
es ser parte de eso, de todo eso.
―David Ray, El principio de incertidumbre
Pero el que llevó al chivo
lavará su ropa y su cuerpo
con agua, y así entrará al campamento.
―Levítico 16:26
I
Este poeta no es judío
es solo un hombre capaz de imaginar el sufrimiento
y de sufrir el fracaso de lo humano,
alguien dispuesto a cargar por nosotros
las estrategias militares
la manufactura de los armamentos
la banca con fines de lucro
el silencio del Vaticano
las iniquidades
nuestras iniquidades
alguien dispuesto a salir al desierto.
II
Con cada una de sus palabras siento
las humillaciones en los trenes y en las fosas comunes
la desesperación en las calles y en las buhardillas
la crueldad en los laboratorios
en el corazón humano.
Con cada una de sus palabras me pregunto
si algún día leeré poemas acerca de
los niños desnutridos de Palestina
los adolescentes ansiosos de incinerar hueso y carne
convertidos en bombas vivientes
para liberar su tierra
madres evisceradas una y otra vez
cuando ofrecen un hijo a la lucha
hombres que viven con las vejaciones
en las casetas de revisión
en los cruces de alambrado
por un trabajo en el otro lado
el lado del invasor.
Con cada una de sus palabras me pregunto
si algún día leeré
no los gritos y maldiciones de los supervivientes
sino las palabras que surjan de la boca
que nazcan del alma
de uno de los invasores
me pregunto si leeré
las palabras de un poeta israelí
uno que pueda recordar el Holocausto
o que aún sin este recuerdo
sea capaz de imaginar el sufrimiento
y de sufrir el fracaso de lo humano
un hombre o una mujer que
con cada una de sus palabras
como gotas de sangre
unte cada una de nuestras iniquidades
sobre su cabeza
y cual chivo emisario
se exilie en el desierto.
Lilvia Soto nació en Nuevo Casas Grandes, emigró a Estados Unidos a los 15 años, reside en Philadelphia, Pennsylvania. Tiene un doctorado en lengua y literatura hispánica de Stonybrook University en Long Island, Nueva York. Ha enseñado literatura y creación literaria en Harvard y en otras universidades norteamericanas. Fue cofundadora y directora de La Casa Latina: The University of Pennsylvania Center for Hispanic Excellence. Fue directora residente de un programa de estudios en el extranjero de las universidades Cornell, Michigan y Pennsylvania en Sevilla, España.
Es verdad, tras la puerta, el mundo es más grande que mi cuarto y mi sala y mi cocina
Por Sergio Torres
Es verdad, tras la puerta, el mundo es más grande que mi cuarto y mi sala y mi cocina. Hay grandes extensiones vacías de mí: no estoy ahí, no estoy en el cielo, ni en el perfume del bosque, ni en el susurro indiscreto del desierto, ni en el canto de las aves. No viajo con las nubes arrastradas por el viento, no estoy en la montaña imponente de escarpados límites que anhelan tocar el tisú celestial. No estoy ahí, no respiro aires agitados y llenos de brisa marina, no toco aguas recién salidas de las entrañas terrenas, mis pies no dejan huellas y ausencias por el campo bruto ni por caminos milenarios que sherpas o tamemes o famuli han trazado con el peso de sus cuerpos hercúleos bajo pesos infinitos. Estoy en mi cama leyendo, asombrado de la cantidad de mar que no he explorado, los miles de animales que no conozco, la variedad de cuerpos célestes que ignoro. Ahí están, existen y transcurren su vida junto a mí. De algunos, me llega prueba de existencia cuando su ser, su manifestación ha transmutado.
Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.
Cocodrilo Bit
El taller de primavera de Margarito Cuéllar
Por Benito Rosales
El año pasado tuve la oportunidad de participar con el maestro el Margarito Cuellar en su taller literario de verano 2023. Aunque ya habíamos tenido la oportunidad de coincidir y platicar, no me había dado el tiempo de ser su alumno.
Mi estancia en sus sesiones de taller ha sido grata. Es de destacar el profesionalismo con el que aborda los temas, el tiempo que les dedica y la sencillez con que transmite su experiencia. Es un ser muy sensible y transparente.
Así que cuando vi la convocatoria para este año no dudé en volver a inscribirme, ahora en el taller primavera 2024. Confío en que cada sesión será una oportunidad para seguir creciendo y aprendiendo el oficio de escribir.
Apenas llevamos una sesión: comenzamos el lunes pasado, y para iniciar con broche de o, aproveché que la reunión fue en la Librería Itinerante y más, de Roberto Hernández, y adquirí el libro Un pálido reflejo en la ecuación del agua, un poemario de 88 páginas.
La edición es de la UANL, la obra fue ganadora del premio el Premio de Poesía Clemencia Isaura 2022, pareciera que el maestro realiza ensayos sobre cómo abordar el ser en un mundo cambiante y complejo como el nuestro, como si hiciera una invitación a realizar una introspección en las emociones y la manera de sobrellevarlas.
Qué mejor manera de arrancar el taller.
En esa sesión se tomó la molestia de dedicármelo. Siempre amable, escribió sobre una de las primeras hojas: Para Benito, compañero de batallas literarias, estos reflejos de la vida.
Un honor y un placer coincidir en este plano terrenal y poético con uno de los grandes escritores contemporáneos de México, agradecido con la vida por permitirme contarme entre sus alumnos y leer su obra teniéndolo a un lado.
Los invito a participar en esta actividad.
Si quieren más información, pueden visitar el perfil de maestro en Facebook. Si están interesados en el libro Un pálido reflejo en la ecuación del agua, aquí les comparto una liga:
https://editorialuniversitaria.uanl.mx/un-palido-reflejo-en-la-ecuacion-del-agua/
21 abril 2024
Benito Rosales Barrientos nació en Monterrey, ha participado en talleres literarios de su ciudad natal. Es autor de los libros: Sobre la cornisa del laberinto, poemas; Cuando estos cielos caigan como ojos de gato, poemas; Las flores del jardín, cuento, 2017; La niña y la serpiente, cuento, Metimos la pata, entre otros.
Dintel de Almudena
Dafne
Por Almudena Cosgaya
Desde tiempos inmemoriales he conocido el mundo, presencié la partida del último hombre. Pero si él era el último, ¿dónde me deja eso a mí? Soy humano, pero inmortal. No narraré mi historia, pues el amor… aún duele recordar cómo hice sufrir a mi querida Dafne.
La encontré una tarde lluviosa de abril mientras vagaba por el bosque en busca de fresas y mi presa se perdió por verla a ella. Supe de inmediato que deseaba protegerla y amarla hasta su último aliento. No fue hasta la siguiente primavera cuando unimos nuestras vidas en matrimonio. No puedo describir todo lo que viví durante esos años, hasta que despertó en ella el deseo de la maternidad. No pude ayudarla, pues no quería que nadie más estuviera atado a mi maldición. No soportaba verla llorar. Le prometí que haría todo lo posible para cumplir su deseo.
Un día llegó corriendo a donde yo estaba, cerca del lago. No había tenido suerte con la pesca, pero debía seguir intentándolo. Fue entonces cuando me lo dijo y el miedo me invadió, quede paralizado. La vi regresar a casa muy contenta, y esa fue la última vez que la vi en su juventud. Años después entré en casa solo para despedirme de ella. Sus ojos seguían siendo tan hermosos y con su último suspiro algo murió dentro de mí.
Fui cobarde y por ello me perdí de vivir algo hermoso y único con ella. Ahora entiendo que el miedo no lleva a ningún lugar y te priva de las cosas buenas. Después de Dafne, no volví a amar.
Con los años, me convertí en un empresario. Me gustaba ayudar a la gente y volví a tener una gran familia. Hasta que llegó la peste y se llevó a todo el mundo. Estaba solo de nuevo.
Es el momento de aceptar que aquellos a los que amas significan más que cualquier otra cosa. Con tristeza en mi corazón, solo me queda observar lo que ha quedado de la humanidad.
Desearía poder regresar en el tiempo y haber vuelto a casa aquella tarde para conocer al pequeño que Dafne había adoptado. Ahora todo es culpa mía.
Detengo mis pasos. Algo llama mi atención, son pequeños lamentos… ¿qué será esto?
Esperanza.
Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.