domingo, 20 de diciembre de 2020

Guadalupe Ángeles. Aprendiz de Abramovic

 

Aprendiz de Abramovic

 

 

 

Por Guadalupe Ángeles

 

 

 

Regulé la temperatura de mi cuarto hasta entender la forma en que debía caracterizar

a las mariposas invertidas en la bolsa de valores.

 

 

Comprendí mi cuerpo como una pared

a mis rodillas y codos como goznes de una puerta.

experimenté lo profundo en, exactamente, ¿cuántos minutos?

de recorrer en el pensamiento kilómetros y kilómetros de la muralla china.

 

 

Jugué a las piedras con mis amigos

quien fuese traicionado por el primer parpadeo

debía comerse una mosca

fui de esa manera vuelos muertos

dulces maldiciones a la lluvia

pretendí devorar las millones de formas de mirar

pero ni una infección estomacal gané.

 

 

Robé palabras ingenuamente

pues no sabía que me echaba a la bolsa murmullos de hospital

remordimientos de todos los colores

asombros adolescentes y desdentadas certezas

que reían en la oscuridad luciendo sus abismos.

 

 

Decir que comprendí mi cuerpo como un arma

es demasiado decir

más bien experimenté la respiración de un árbol

tomando la posición de una puerta que nadie golpeó,

era tan conmovedora la suavidad de mi madera

pero confieso que tuve miedo

pues ni un centenar de atardeceres grises

pudo prepararme para enfrentar el deseo ajeno,

la  mirada que decía:

“¿Puertas? ¡Ni madre!

 

 

Esos ojos no son goznes

en tu piel, algo de frío desmiente tu voluntad

de simple objeto,

tu ombligo no es una cerradura

el vacío que finges en tus ojos no es ningún paisaje venusino.

 

 

Y aunque no tuve el valor para ofrecer mi cuerpo

como lienzo donde cualquiera dibujara con cuchillos

estuve presente con la mirada ávida de eternidad

presto a la venganza si fuera necesario

o gritaría a todos que aquello era mentira

pues nunca pude pensar verdaderamente como pared ni como puerta

el temor a los comejenes nunca fue superlativo

no temí a los portazos

como a las cortaduras

mi sangre vegetal no pudo abrirse paso

entre los colesteroles bueno y malo

y si bien es cierto pude entregarme a la piedad de otros

no estuve totalmente ahí

cuando el asesinato me rondaba igual que un perro incontinente

se acerca a un árbol sin ninguna idea en específico

solo con su cuerpo animal y sus pulsiones.

 

 

Aunque troté muerta de frío

no pude ir más allá,

todo en mi mente eran frazadas y platos de sopa caliente

no aprendí jamás a ser otra cosa que un cuerpo

y aunque la maestra se esforzó

y humildemente me inyecté lo que me dijeron

no puede sacar de mí las ciudades chinas

que doradas me abrazaban cuando caminaba en el espacio oscuro de mi mente.

 

 

Soy todavía las 20 uñas con las que nací

mi pensamiento sigue siendo un acantilado

y aunque sigo usando el lenguaje y los rastrillos

no puedo ocultar que en mis falanges

se dibujan cada tanto paisajes prehistóricos

pero los evaporo (eso sí aprendí)

con un leve movimiento

que quienes me vieran haciéndolo

dirían que acaricio levemente la aleta izquierda de mi nariz

 

 

Eso es todo, algunos dirán que es mucho, yo digo que no es nada.

 







Nació en Pachuca, Hidalgo fue directora de la revista Soberbia. Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.

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