domingo, 20 de diciembre de 2020

Óscar A. Viramontes Olivas. Chalío

 

Chalío

 

 

Por Óscar A. Viramontes Olivas

 

 

En esta ocasión, Crónicas de mis recuerdos tuvo el honor de entrevistar a un hombre que amó su trabajo y que durante muchos años entregó cuerpo y alma a una de las empresas que le ha dado proyección al estado de Chihuahua a nivel nacional e internacional, me refiero a Cementos de Chihuahua, ubicado en la comunidad más antigua de la ciudad, el sector de Nombre de Dios.

Ese apasionado fue mi padre, Rosalio Viramontes Vega, el buen Chalío, que de cariño le decían todos sus compañeros que, al igual que él, trabajaron con pasión en lo que amaron por años.

Al igual de mi querido Chalío, que sigue vivo en los corazones de muchos, me encuentro con un buen amigo que también ha sido un apasionado de esa empresa, Roberto Moreno Vargas, con quien en varias ocasiones he tenido el honor de platicar y aprender de su vasta experiencia.

Bajo ese antecedente nos trasladamos a la humilde vivienda de Chalío, que contento nos invita a pasar para tomar un refrigerio antes de comenzar la charla. Muy vivaracho y lleno de recuerdos, nos pide que nos acomodemos en uno de los sillones del zaguán de su casa:

Bueno, me da gusto el poder compartirles muchas cosas de mi querido cementos en donde pasé parte de mi juventud y de mi madurez como persona ―comienza, amable, su relato.

 

Esta gran empresa, asentada en un lugar muy antiguo, precursor de nuestra ciudad de Chihuahua, muy cerca del río Sacramento, el cual cruza una enorme llanura muy pegadito a la sierra de Nombre de Dios, en donde se apreciaban las torres de la Quinta Carolina, cuya extensión llegó a tener hasta 22 mil hectáreas, donde Luis Terrazas se deleitaba al contemplar el paisaje todavía virgen de la zona, y con gusto se la obsequiaba a su estimada esposa Carolina Cuilty en 1896. 

Sin embargo, hoy si apenas subsiste lo que alguna vez sería el casco de la hacienda, muy cerca donde estaba el extinto Tívoli, un parque de diversiones en los primeros años del siglo 20. Cerca de ahí, hubo una antigua granja de una familia de apellido Ryan, donde años después, en esos terrenos, se construiría la planta cementera que llegaría a ser orgullo del Norte.

Para 1888, el ferrocarril ya era un medio de trasporte importante debido a la bonanza que representó el que esa mole de hierro y acero cruzara de norte a sur, trasportando materias primas para un comercio e industria que en los años venideros tomaría una importancia económica para Chihuahua.

Allí donde los gatuños y el pastizal crecían en medio del semi desierto, nacería la primera empresa cementera en forma, ya que muchos de los materiales de mampostería que se utilizaron por siglos y elaborados a partir de la cal viva, era extraído de las vetas de la sierra de Nombre de Dios. Al contacto con el agua, empezaba a hervir como por arte de magia.

Este material, combinado con la arena y dejado por un tiempo para que curara, estaría listo para el revestimiento de paredes y techos en las casas de adobe. Todo eso cambiaría, porque la nueva tecnología le daría un giro a la elaboración de estos productos, necesarios para la construcción, transformándose en un material denominado cemento.

Antes de pensar en instalar una fábrica cementera allá en Nombre de Dios, existieron planes para construirla en la avenida Juárez y 45, cerca de la antigua central de tranvías eléctricos, los que recorrieron la ciudad desde 1908 a 1923 y que, por cierto, una de esas corridas que daba este vehículo blindado era hacia la Quinta Carolina, cruzando por los terrenos donde hoy es Cementos de Chihuahua y cuyo pasaje del Centro hasta la Quinta era de 20 centavos. Allí se apreciaban, en los alrededores, alguna mansiones campestres y áreas agrícolas, cuyos propietarios eran de origen chino, como la familia Kong, que durante mucho tiempo tuvieron la Embotelladora Kong, con marcas de refrescos, como La Misión, Square y otras.

Pasarían los años y vendrían acontecimientos importantes y determinantes para el mundo, como la Revolución Mexicana, que dejó a nivel nacional más de un millón de muertos y una economía destrozada, después de diez años de lucha sin cuartel. También la depresión y crisis en los Estados Unidos a finales de la década de los años veinte. La guerra Cristera (1926 a 1929), donde también hubo muerte, rencores y un atraso importante; aunado al comienzo de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, con la invasión de Alemania a Polonia y concluida en 1945. 

Pero estos acontecimientos, más que aniquilar a la economía nacional, promovieron en algunos sectores la oportunidad de progresar. Y fue que, para 1941, un grupo de personas visionarias apostaron ante lo que estaba sucediendo en el mundo, y para ser más exacto, el 14 de octubre, quedaría constituida la empresa Cementos de Chihuahua, cuyo propósito sería y sigue siendo la producción de materiales para la construcción.

No se instalaría en la avenida Juárez y 45, sino en el antiguo Nombre de Dios, al noreste de la ciudad de Chihuahua.

Don Roberto Moreno hacía memoria, junto a mi padre Chalío, de quienes habían sido los socios fundadores de la empresa cementera. En un pequeño folleto hallaron algunos nombres: Edwin P. Ryan, Edwin John Ryan R., Bertha Krakahuer Enríquez de Ryan, Carlos Guízar Ocaranza y Guadalupe Hernández de Guízar, quienes, con una capital social de diez mil pesos se embarcaron en un gran sueño. 

Un año después, para 1942, se iniciaron los trabajos de construcción de una pequeña planta cementera que operaría con un horno de 1.5 metros de diámetro y 13.7 metros de largo.

A pesar de su avance de aquel año, algunos eventos y problemas económicos provocaron que se suspendieran el funcionamiento de la planta, debido a factores externos e internos. Simplemente la escasez de combustible, llantas, refacciones, motivada por la Segunda Guerra Mundial, aunada a dificultades del proceso húmedo empleado en la producción del cemento, provocaron el cierre de la joven industria,, y la liquidación de sus trabajadores que en aquel momento eran 26 operadores.

Aquel primer intento fructificaría en 1945, en un segundo momento de Cementos de Chihuahua, que involucró la experiencia de más socios y diferentes tecnologías.

Tras el cierre de la primera planta, los señores Ryan y Guízar invitarían a Eloy S. Vallina a invertir en el proyecto con el capital suficiente para modificar el sistema de producción.

Eloy, y el grupo que lideraba, así como la empresa cementera La Marquette Cement Manfacturing Co. de Chicago, junto con el señor Ryan y el licenciado Guízar, iniciarían el 22 de marzo de 1945 una nueva etapa para la cementera.

La nueva sociedad quedaría integrada por Esteban Almeida Fierro, Jacobo Castro, Víctor Cruz Márquez, Jacobo Castro, Esteban Almeida Fierro, general Antonio Guerrero, Carlos Guízar Ocaranza, Russel L. Kleinman, La Marquette Cement Co, representada por E.J. Ryan, Miguel Márquez Terrazas, Edwin John Ryan, Federico Terrazas Falomir, José J. Touché, Eloy S. Vallina y Arturo Wisbrun Chacón.

Después de este importe diálogo con Chalío y Armando, ambos se quedaron con ganas de seguir adelante con la charla acerca de la cementera de Chihuahua, por lo que me comentaban finalmente que sería importante otra nueva reunión al calor de un cafecito para seguir contando a acerca de una de las empresas que ha tenido gran empuje y orgullo. 

Nace una empresa cementera en Chihuahua forma parte de los Archivos perdidos de las Crónicas de mis recuerdos. Si usted desea adquirir los libros, los distintos tomos de Crónicas urbanas de Chihuahua: tomos I al XII, pueden llamar al celular 614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio. O bien, adquiéralo en:

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Fuentes:

1.     Enríquez, E. 2006. 65 años, construyendo juntos. Grupo Cementos de Chihuahua.

2.     Entrevistas con Roberto Moreno Vargas y Rosalío Viramontes Vega.

 







Óscar A. Viramontes Olivas es cronista, doctor en ciencias agropecuarias por la UABC y en administración por la UACH, en donde ha sido investigador por 32 años. Miembro del SNI (2012-2014). Ha colaborado en diversos medios de comunicación de su ciudad natal como El Heraldo, El Observador, Novedades, Norte, Radio Universidad, Radio y Televisión Antena 102.5. Ha publicado once libros de la serie Las crónicas perdidas de Chihuahua. Es Premio Estatal de Periodismo 2011.

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