Chalío
Por Óscar A. Viramontes Olivas
En esta ocasión, Crónicas de mis recuerdos
tuvo el honor de entrevistar a un hombre que amó su trabajo y que durante
muchos años entregó cuerpo y alma a una de las empresas que le ha dado
proyección al estado de Chihuahua a nivel nacional e internacional, me refiero
a Cementos de Chihuahua, ubicado en la comunidad más antigua de la ciudad, el
sector de Nombre de Dios.
Ese apasionado fue mi padre, Rosalio Viramontes
Vega, el buen Chalío, que de cariño le decían todos sus compañeros que, al igual
que él, trabajaron con pasión en lo que amaron por años.
Al igual de mi querido Chalío, que sigue vivo en
los corazones de muchos, me encuentro con un buen amigo que también ha sido un
apasionado de esa empresa, Roberto Moreno Vargas, con quien en varias ocasiones
he tenido el honor de platicar y aprender de su vasta experiencia.
Bajo ese antecedente nos trasladamos a la humilde
vivienda de Chalío, que contento nos invita a pasar para tomar un refrigerio
antes de comenzar la charla. Muy vivaracho y lleno de recuerdos, nos pide que
nos acomodemos en uno de los sillones del zaguán de su casa:
―Bueno, me da gusto el poder compartirles muchas
cosas de mi querido cementos en donde pasé parte de mi juventud y de mi madurez
como persona ―comienza, amable, su relato.
Esta gran
empresa, asentada en un lugar muy antiguo, precursor de nuestra ciudad de
Chihuahua, muy cerca del río Sacramento, el cual cruza una enorme llanura muy
pegadito a la sierra de Nombre de Dios, en donde se apreciaban las torres de la
Quinta Carolina, cuya extensión llegó a tener hasta 22 mil hectáreas, donde Luis
Terrazas se deleitaba al contemplar el paisaje todavía virgen de la zona, y con
gusto se la obsequiaba a su estimada esposa Carolina Cuilty en 1896.
Sin embargo, hoy si apenas subsiste lo que alguna
vez sería el casco de la hacienda, muy cerca donde estaba el extinto Tívoli, un
parque de diversiones en los primeros años del siglo 20. Cerca de ahí, hubo una
antigua granja de una familia de apellido Ryan, donde años después, en esos
terrenos, se construiría la planta cementera que llegaría a ser orgullo del
Norte.
Para 1888, el ferrocarril ya era un medio de
trasporte importante debido a la bonanza que representó el que esa mole de
hierro y acero cruzara de norte a sur, trasportando materias primas para un
comercio e industria que en los años venideros tomaría una importancia
económica para Chihuahua.
Allí donde los gatuños y el pastizal crecían en
medio del semi desierto, nacería la primera empresa cementera en forma, ya que
muchos de los materiales de mampostería que se utilizaron por siglos y
elaborados a partir de la cal viva, era extraído de las vetas de la sierra de
Nombre de Dios. Al contacto con el agua, empezaba a hervir como por arte de
magia.
Este material, combinado con la arena y dejado por
un tiempo para que curara, estaría listo para el revestimiento de paredes y
techos en las casas de adobe. Todo eso cambiaría, porque la nueva tecnología le
daría un giro a la elaboración de estos productos, necesarios para la
construcción, transformándose en un material denominado cemento.
Antes de pensar en instalar una fábrica cementera
allá en Nombre de Dios, existieron planes para construirla en la avenida Juárez
y 45, cerca de la antigua central de tranvías eléctricos, los que recorrieron
la ciudad desde 1908 a 1923 y que, por cierto, una de esas corridas que daba
este vehículo blindado era hacia la Quinta Carolina, cruzando por los terrenos
donde hoy es Cementos de Chihuahua y cuyo pasaje del Centro hasta la Quinta era
de 20 centavos. Allí se apreciaban, en los alrededores, alguna mansiones
campestres y áreas agrícolas, cuyos propietarios eran de origen chino, como la
familia Kong, que durante mucho tiempo tuvieron la Embotelladora Kong, con
marcas de refrescos, como La Misión, Square y otras.
Pasarían los años y vendrían acontecimientos importantes
y determinantes para el mundo, como la Revolución Mexicana, que dejó a nivel
nacional más de un millón de muertos y una economía destrozada, después de diez
años de lucha sin cuartel. También la depresión y crisis en los Estados Unidos
a finales de la década de los años veinte. La guerra Cristera (1926 a 1929),
donde también hubo muerte, rencores y un atraso importante; aunado al comienzo
de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, con la invasión de Alemania
a Polonia y concluida en 1945.
Pero estos acontecimientos, más que aniquilar a la
economía nacional, promovieron en algunos sectores la oportunidad de progresar.
Y fue que, para 1941, un grupo de personas visionarias apostaron ante lo que
estaba sucediendo en el mundo, y para ser más exacto, el 14 de octubre,
quedaría constituida la empresa Cementos de Chihuahua, cuyo propósito sería y
sigue siendo la producción de materiales para la construcción.
No se instalaría en la avenida Juárez y 45, sino en
el antiguo Nombre de Dios, al noreste de la ciudad de Chihuahua.
Don Roberto Moreno hacía memoria, junto a mi padre
Chalío, de quienes habían sido los socios fundadores de la empresa cementera.
En un pequeño folleto hallaron algunos nombres: Edwin P. Ryan, Edwin John Ryan
R., Bertha Krakahuer Enríquez de Ryan, Carlos Guízar Ocaranza y Guadalupe
Hernández de Guízar, quienes, con una capital social de diez mil pesos se
embarcaron en un gran sueño.
Un año después, para 1942, se iniciaron los
trabajos de construcción de una pequeña planta cementera que operaría con un horno
de 1.5 metros de diámetro y 13.7 metros de largo.
A pesar de su avance de aquel año, algunos eventos
y problemas económicos provocaron que se suspendieran el funcionamiento de la
planta, debido a factores externos e internos. Simplemente la escasez de
combustible, llantas, refacciones, motivada por la Segunda Guerra Mundial,
aunada a dificultades del proceso húmedo empleado en la producción del cemento,
provocaron el cierre de la joven industria,, y la liquidación de sus
trabajadores que en aquel momento eran 26 operadores.
Aquel primer intento fructificaría en 1945, en un
segundo momento de Cementos de Chihuahua, que involucró la experiencia de más
socios y diferentes tecnologías.
Tras el cierre de la primera planta, los señores
Ryan y Guízar invitarían a Eloy S. Vallina a invertir en el proyecto con el
capital suficiente para modificar el sistema de producción.
Eloy, y el grupo que lideraba, así como la empresa
cementera La Marquette Cement Manfacturing Co. de Chicago, junto con el señor
Ryan y el licenciado Guízar, iniciarían el 22 de marzo de 1945 una nueva etapa
para la cementera.
La nueva sociedad quedaría integrada por Esteban
Almeida Fierro, Jacobo Castro, Víctor Cruz Márquez, Jacobo Castro, Esteban
Almeida Fierro, general Antonio Guerrero, Carlos Guízar Ocaranza, Russel L.
Kleinman, La Marquette Cement Co, representada por E.J. Ryan, Miguel Márquez
Terrazas, Edwin John Ryan, Federico Terrazas Falomir, José J. Touché, Eloy S.
Vallina y Arturo Wisbrun Chacón.
Después de este importe diálogo con Chalío y Armando,
ambos se quedaron con ganas de seguir adelante con la charla acerca de la
cementera de Chihuahua, por lo que me comentaban finalmente que sería
importante otra nueva reunión al calor de un cafecito para seguir contando a
acerca de una de las empresas que ha tenido gran empuje y orgullo.
Nace una empresa cementera en Chihuahua forma parte de los Archivos perdidos de las Crónicas
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Fuentes:
1. Enríquez, E. 2006. 65 años, construyendo juntos. Grupo Cementos
de Chihuahua.
2. Entrevistas con Roberto Moreno Vargas y Rosalío Viramontes Vega.
Óscar A. Viramontes Olivas es cronista, doctor en ciencias agropecuarias por la UABC y en administración por la UACH, en donde ha sido investigador por 32 años. Miembro del SNI (2012-2014). Ha colaborado en diversos medios de comunicación de su ciudad natal como El Heraldo, El Observador, Novedades, Norte, Radio Universidad, Radio y Televisión Antena 102.5. Ha publicado once libros de la serie Las crónicas perdidas de Chihuahua. Es Premio Estatal de Periodismo 2011.
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