domingo, 27 de diciembre de 2020

Rosario Ruiz Morales. Navidad en el barrio Santa Rita


 

Navidad en el barrio Santa Rita

 

Por Rosario Ruiz Morales

 

Navidades de antaño en mi cuadra. Eran los años sesentas, yo, recién llegada al barrio de Santa Rita, gozaba de todo. Las posadas en la calle, los tamales, las piñatas. Los grandes platicando, las señoras sirviendo champurrado, los jóvenes jugando al naciente amor.

Nosotros, los niños, corríamos a ganar los mejores dulces tirados en el suelo, todo era algarabía, gozo y simpatía por estar juntos, andar; el tiempo no pasaba, ni el frío se sentía.

Compartíamos amigablemente, todo era armonía. Don Guillermo López Borja y sus hijos platicaban amablemente con el Padre y los peregrinos. Don Chava Lozano comentaba los acontecimientos en el mundo y la ciudad.

Los niños solo jugábamos. Los frecuentes golpes y las caídas no hacían mella, todo era regocijo.

Oh, qué dichosos años. Nada nos preocupaba, teníamos vecinos bellos, amigos entrañables que se convertirían en cómplices de nuestros secretos y aventuras.

Los grandes murieron, los jóvenes se casaron y escriben la base de sus vidas en esos preciosos momentos.

Los niños crecimos, hicimos nuestra vida. Muchos se fueron.

Hoy, aquellos que quebramos piñatas y corríamos alegres, ya somos viejos, con hijos y nietos, todo diferente. Las calles de Santa Rita, vacías, tristes, la Veinticuatro, el Almacén Manjarrez, solo quedó como un oasis de paz y felicidad en la mente y en el corazón de quienes jugábamos a ser grandes mientras disfrutábamos la convivencia, amistad, unas papitas, una soda, un juego de futbol, padrísimo.

Hoy quedan soledad y tristeza. Pero aquellos que vivimos esos momentos recordemos con amor a los que El Señor llamó a su presencia. A los que se fueron a otros lugares.

Para todos ellos queda nuestro cariño, abrazos y amor. Están escritos en nuestra mente y corazón.

Feliz Navidad, Santa Rita, mi querido barrio.

 




Rosario Ruiz Morales se inició como escritora en agosto de 2010, cuando entró a un taller literario llamado Para perderle el miedo a la escritura, en Demac. Desde entonces escribe todos los días, como una forma de meditación y trascendencia.

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