lunes, 21 de diciembre de 2020

José Manuel García-García. Para qué escribir tanto si el tiempo que me queda es poco (micronomía literaria chicana 1)


 

lunes de jmgg

Para qué escribir tanto si el tiempo que me queda

es poco (micronomía literaria chicana 1)

 

 

Por José Manuel García-García

 

 

I

Conozco tres aproximaciones para entender la literatura concisa:

1. La teoría de Las Formas Breves: examina por separado los diversos géneros literarios; cada Forma Breve tiene una tradición literaria autosuficiente (cf. Bernard Roukhomovsky, Lire les formes brèves, 2001).

2. La teoría de la Minificción: coloca la micronarrativa como un meta-género incluyente y abarcador de todos los demás microtextos o “subgéneros híbridos” (cf. Lauro Zavala, La minificción bajo el microscopio, 2005).

3. La teoría del Minimalismo literario: no habla de géneros sino de retóricas de la economía expresiva; el microtexto puede ser una serie de inserciones o partes integradas a una narrativa extensa (los aforismos paródicos en la obra de Carlos Monsiváis), o puede ser una serie de secciones que co-forman un conjunto de apartados breves (como en Cartucho de Nellie Campobello), una tercera opción: la segmentación de textos fragmentados como en El placer del texto de Barthes (cf. Robert C. Clark: American Literary Minimalism).

Soy práctico: me interesa el estudio de toda textualidad breve, sus géneros autosuficientes y/o sus poéticas minimalistas, de hecho, las tres aproximaciones parten del principio de una economía de la escritura, de una micronomía literaria, y esto para mí es suficiente.

 

II

En cuanto a la noción de ‘literatura chicana’. Se inscribe en el amplio marco de la herencia mexicana en Estados Unidos. La chicanidad (literaria) como autodefinición modal, políticamente afirmativa es: la identidad frente al anglo, la experiencia nomádica, las estrategias de adaptación, etcétera.

Es literatura en español o en “espaninglish” o en inglés. Los temas dominantes: la familia, el barrio, el desarrollo socio-personal, el folk religioso y kitsch de la madre patria (casi siempre es un municipio o una ranchería), las injusticias raciales; es, en fin, el catálogo de las diversas fases de integración / separación social con una gringolandia criptonazista (cf. Nicolás Kanellos. Handbook of Hispanic Culture-Literature (ed. Francisco Lomelí, 1993).

 

III

El género de la novela corta. En la literatura chicana este tipo de novela aparece en el “boom” narrativo del (llamado) Renacimiento Chicano.

Dos autores destacan: Tomás Rivera y Rolando Hinojosa.

Ambos escribieron novelas breves donde incluyeron fragmento y formatos de diversos géneros microliterarios. De hecho, Rivera e Hinojosa son herederos de la novelística breve al estilo Xicoténcatl (Filadelfia, 1826) y a las noveletas de Eusebio Chacón: El hijo de la tempestad (1892, de 17 páginas) y Tras la tormenta, la calma (1982, de 16 páginas).

¿Cuáles son las características de la novela corta?

Para Luis Arturo Ramos esta novela posee formas autónomas al cuento y a la novela extensa (no busca la tensión y la velocidad del cuento regular, sino la densidad que ocurre en una novela extensa) tiene profundidad y desarrollo argumental único y pausado, hay un personaje principal y con su propio desarrollo psicológico (los personajes secundarios giran en torno al protagonista), tiene una sola atmósfera, algunas digresiones y un formato de pocas páginas con división en capítulos o apartados espaciados (cf. G. Jiménez A., Una selva tan infinita. La novela corta en México, 2011).

 

IV

Enumero las novelas cortas chicanas más importantes (libros entre 75 a 110 páginas):

Tomás Rivera, …Y no se lo tragó la tierra (1971/1990, 75 pp.);

Rolando Hinojosa, Estampas del Valle (1973, 106 pp.),

Mi querido Rafa (1973, 107 pp.);

Ron Arias, El camino a Tamazunchale (1975, 104 pp.);

Aristeo Brito, El Diablo en Texas (1976, 87 pp.);

Rudolfo Anaya, The Legend of La Llorona (1984, 95 pp.);

Sandra Cisneros, The House on Mango Street (1984, 110 pp.);

Sheila Ortiz Taylor, Slow Dancing at Miss Polly’s (1989, 76 pp.);

Erlinda González-Berry, Paletitas de Guayaba (1991, 92 pp.);

Rosa Martha Villarreal, Doctor Magdalena (1995, 89 pp.).

 

V

Veamos (como ejemplo) la novela de Tomás Rivera …Y no se lo tragó la tierra: consta de 25 textos breves (los críticos lo dividen en: 12 relatos cortos y 13 “viñetas”); es una novela segmentada que utiliza recursos “intergenéricos” (cf. sobre el tema: Maggie Dunn y Ann Morris. The Composite Novel: The Short Story Cycle in Transition) o híbridos que pueden leerse como un compendio de microrrelatos o como una serie de “textos entrelazados” temáticamente, aunque sustancialmente truncos.

Es una novela corta, fragmentada, construida con microtextos segmentados, pero reunidos bajo el tema del aprendizaje existencial.

 

VI

Las novelas Estampas del Valle y The House on Mango Street, constan de microrrelatos de una o dos a tres páginas. Lagmanovich dice que el relato breve “es una minificción cuyo rasgo predominante es la narratividad” (cf. El microrrelato) que la narratividad consta de tres instancias (a veces trastocadas): inicio de trama, desarrollo y desenlace.

Zavala, por su parte, propuso una minificción debe caber “en el espacio de una página” (cf. Minificción) y/o que no rebase “las 400 palabras”.

Lagmanovich agregó la noción de “cuento ultracorto” que consta de menos de 30 palabras.

Una tercera característica de las obras de los dos autores chicanos mencionados es el minimalismo a la manera In Our Time (1925) de Ernest Hemingway, que contiene 17 cuentos cortos, uno de ellos segmentado en “novela ultracorta” de 17 brevísimos capítulos segmentados e intercalados a lo largo del libro.

In Our Time es la novela fundacional del minimalismo literario: se apoya en la omisión de información (elipsis o silencios de claves narrativas) que es el “principio del iceberg”: mostrar lo mínimo para que el lector recree (intuya, imagine y sienta) el resto no-expresado y le dé un acabado alternativo a la anécdota. Esto precisamente ocurre en las novelas mencionadas de Rivera, Hinojosa y Cisneros.

 






José Manuel García-García es autor de muchos libros, la mayoría de ellos publicados, entre ellos estos: Estados de asombro. Entre aforismos y micropoemas (2016), GUARDA-QUIMƎRAS (2016), Microagniciones (2015), Piezas para un poemario (2014), El libro de las islas perdidas (2012) Guardamemorias (2005), Literatura juarense (Inicios de modernidad) 2017, Literatura juarense (Escenas de guerra) 2017, La obra de Jesús Gardea. Hacia una mereología estética (2017) y Ciudad Juárez, versiones de una Toma, 1911 (2011)Fue coordinador del Taller Literario del Museo de Arte (INBA, 2000-2007) y lo es del Taller Literario Pizca a las 6:30, Las Cruces, desde 2011. Ha sido editor de una veintena de libros de diversos autores, de Armario (suplemento cultural de Semanario, ciudad Juárez, 2000-2007), de las revistas Noesis (UACJ) y Arenas Blancas (NMSU). jmgarcia@nmsu.edu

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