Para qué escribir tanto si el tiempo que me queda
es poco (micronomía literaria chicana 1)
Por José Manuel García-García
I
Conozco tres aproximaciones para entender la literatura
concisa:
1. La teoría de Las Formas Breves: examina por separado los
diversos géneros literarios; cada Forma Breve tiene una tradición literaria
autosuficiente (cf. Bernard Roukhomovsky, Lire les formes brèves, 2001).
2. La teoría de la Minificción: coloca la micronarrativa
como un meta-género incluyente y abarcador de todos los demás microtextos o
“subgéneros híbridos” (cf. Lauro Zavala, La minificción bajo el microscopio,
2005).
3. La teoría del Minimalismo literario: no habla de géneros
sino de retóricas de la economía expresiva; el microtexto puede ser una serie
de inserciones o partes integradas a una narrativa extensa (los aforismos
paródicos en la obra de Carlos Monsiváis), o puede ser una serie de secciones
que co-forman un conjunto de apartados breves (como en Cartucho de
Nellie Campobello), una tercera opción: la segmentación de textos fragmentados
como en El placer del texto de Barthes (cf. Robert C. Clark: American
Literary Minimalism).
Soy práctico: me interesa el estudio de toda textualidad
breve, sus géneros autosuficientes y/o sus poéticas minimalistas, de hecho, las
tres aproximaciones parten del principio de una economía de la escritura, de
una micronomía literaria, y esto para mí es suficiente.
II
En cuanto a la noción de ‘literatura chicana’. Se inscribe
en el amplio marco de la herencia mexicana en Estados Unidos. La chicanidad
(literaria) como autodefinición modal, políticamente afirmativa es: la
identidad frente al anglo, la experiencia nomádica, las estrategias de
adaptación, etcétera.
Es literatura en español o en “espaninglish” o en inglés.
Los temas dominantes: la familia, el barrio, el desarrollo socio-personal, el
folk religioso y kitsch de la madre patria (casi siempre es un municipio o una
ranchería), las injusticias raciales; es, en fin, el catálogo de las diversas
fases de integración / separación social con una gringolandia criptonazista
(cf. Nicolás Kanellos. Handbook of Hispanic Culture-Literature (ed.
Francisco Lomelí, 1993).
III
El género de la novela corta. En la literatura chicana este
tipo de novela aparece en el “boom” narrativo del (llamado) Renacimiento
Chicano.
Dos autores destacan: Tomás Rivera y Rolando Hinojosa.
Ambos escribieron novelas breves donde incluyeron fragmento
y formatos de diversos géneros microliterarios. De hecho, Rivera e Hinojosa son
herederos de la novelística breve al estilo Xicoténcatl (Filadelfia,
1826) y a las noveletas de Eusebio Chacón: El hijo de la tempestad
(1892, de 17 páginas) y Tras la tormenta, la calma (1982, de 16
páginas).
¿Cuáles son las características de la novela corta?
Para Luis Arturo Ramos esta novela posee formas autónomas
al cuento y a la novela extensa (no busca la tensión y la velocidad del cuento
regular, sino la densidad que ocurre en una novela extensa) tiene profundidad y
desarrollo argumental único y pausado, hay un personaje principal y con su
propio desarrollo psicológico (los personajes secundarios giran en torno al
protagonista), tiene una sola atmósfera, algunas digresiones y un formato de
pocas páginas con división en capítulos o apartados espaciados (cf. G. Jiménez
A., Una selva tan infinita. La novela corta en México, 2011).
IV
Enumero las novelas cortas chicanas más importantes (libros
entre 75 a 110 páginas):
Tomás Rivera, …Y no se lo tragó la tierra
(1971/1990, 75 pp.);
Rolando Hinojosa, Estampas del Valle (1973, 106
pp.),
Mi querido Rafa (1973, 107 pp.);
Ron Arias, El camino a Tamazunchale (1975, 104 pp.);
Aristeo Brito, El Diablo en Texas (1976, 87 pp.);
Rudolfo Anaya, The Legend of La Llorona (1984, 95
pp.);
Sandra Cisneros, The House on Mango Street (1984,
110 pp.);
Sheila Ortiz Taylor, Slow Dancing at Miss Polly’s
(1989, 76 pp.);
Erlinda González-Berry, Paletitas de Guayaba (1991,
92 pp.);
Rosa Martha Villarreal, Doctor Magdalena (1995, 89
pp.).
V
Veamos (como ejemplo) la novela de Tomás Rivera …Y no se
lo tragó la tierra: consta de 25 textos breves (los críticos lo dividen en:
12 relatos cortos y 13 “viñetas”); es una novela segmentada que utiliza
recursos “intergenéricos” (cf. sobre el tema: Maggie Dunn y Ann Morris. The
Composite Novel: The Short Story Cycle in Transition) o híbridos que pueden
leerse como un compendio de microrrelatos o como una serie de “textos
entrelazados” temáticamente, aunque sustancialmente truncos.
Es una novela corta, fragmentada, construida con
microtextos segmentados, pero reunidos bajo el tema del aprendizaje
existencial.
VI
Las novelas Estampas del Valle y The House on
Mango Street, constan de microrrelatos de una o dos a tres páginas.
Lagmanovich dice que el relato breve “es una minificción cuyo rasgo
predominante es la narratividad” (cf. El microrrelato) que la
narratividad consta de tres instancias (a veces trastocadas): inicio de trama,
desarrollo y desenlace.
Zavala, por su parte, propuso una minificción debe caber
“en el espacio de una página” (cf. Minificción) y/o que no rebase “las 400
palabras”.
Lagmanovich agregó la noción de “cuento ultracorto” que consta
de menos de 30 palabras.
Una tercera característica de las obras de los dos autores
chicanos mencionados es el minimalismo a la manera In Our Time (1925) de
Ernest Hemingway, que contiene 17 cuentos cortos, uno de ellos segmentado en
“novela ultracorta” de 17 brevísimos capítulos segmentados e intercalados a lo
largo del libro.
In Our Time es la novela fundacional del minimalismo
literario: se apoya en la omisión de información (elipsis o silencios de claves
narrativas) que es el “principio del iceberg”: mostrar lo mínimo para que el
lector recree (intuya, imagine y sienta) el resto no-expresado y le dé un
acabado alternativo a la anécdota. Esto precisamente ocurre en las novelas
mencionadas de Rivera, Hinojosa y Cisneros.
José Manuel García-García es autor de muchos libros, la mayoría de ellos publicados, entre ellos estos: Estados de asombro. Entre aforismos y micropoemas (2016), GUARDA-QUIMƎRAS (2016), Microagniciones (2015), Piezas para un poemario (2014), El libro de las islas perdidas (2012) Guardamemorias (2005), Literatura juarense (Inicios de modernidad) 2017, Literatura juarense (Escenas de guerra) 2017, La obra de Jesús Gardea. Hacia una mereología estética (2017) y Ciudad Juárez, versiones de una Toma, 1911 (2011). Fue coordinador del Taller Literario del Museo de Arte (INBA, 2000-2007) y lo es del Taller Literario Pizca a las 6:30, Las Cruces, desde 2011. Ha sido editor de una veintena de libros de diversos autores, de Armario (suplemento cultural de Semanario, ciudad Juárez, 2000-2007), de las revistas Noesis (UACJ) y Arenas Blancas (NMSU). jmgarcia@nmsu.edu
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