sábado, 19 de diciembre de 2020

Luis Kimball. Me aproximaré a este poemario como si fuera un disco Guardamemorias, de JMGG

 

Me aproximaré a este poemario como si fuera un disco

Guardamemorias, de JMGG

 

 

Por Luis Kimball

 

 

Las fallas humanas caben, observadas generosamente a lo largo de los surcos; el autor acepta todos los defectos en casa, pero nunca muestra hipocresía, nI doble moral, sino caras de la moneda rodada a canto:

 

¿Cuál doble vida?/ se refiere usted a su mitad de tiempo bajo tierra?/ al silencio de la flor que nace en el invierno?/ ¿Al tiempo de la mariposa que esconde en su coraza?/ ¿O a la mínima suerte de su mosca en el bigote,/ credencial de policía? La doble vida es media vida/ que pasa por revistas sociales/... (p. 76).

 

Este álbum doble explaya seis cortes largos, cada uno lleno de variantes armónicas y rítmicas, con detalle minucioso en la edición:

 

I.        Guardamemorias

II.     Guardadelirios;

III.   Guardamomentos

IV.  Guardamores

V.     Guardaoraciones

VI.  Guardaexpedientes

 

 

 

Guardamemorias

 

Las categorías que establece pertenecen a la memoria, pero no a la suya, que por mejor guardada no escapa a este ejercicio sobre lo colectivo (en esta consideración incluyo la cercana: nuestros pobres recuerdos).

 

Inevitable la sensación: ¿Me estás hablando a mí?. Sé que quiere más: adquiera el material, que por nada lo estoy agotando.

 

Presencia de lo no vivo:

 

Ayer tu país era un recuerdo,/ hoy es una señal de tormenta/ que se aleja,/ Un puente nos lleva a cualquier pasado ajeno (p. 14).

 

Mirando cómo arrastran la cobija ángeles pordioseros sin dios. No por pueblos; aquí llegó el progreso; vagan en las ciudades:

 

Los he visto deambulando por las calles./ Duermen inocentes en los cines y en los parques,/ Sin voz ni cuerpo andan desempleados de la vida./ A veces les llega un rumor a letanía y vuelan,/ Y siempre contestan los mensajes que les llegan del infierno (p. 10).

 

El infierno... esa cosa derruida tiene oficinas en el centro; por ir más lejos extiende el fracaso a sus orillas, untándolo a las faldas del cerro como quien celebra una hipoteca:

 

Un envejecer de árboles y calles./ Un deambular por tardes que nos llegan de noviembre./ Las imágenes de otros que viven./ Los días en que otros somos Ellos./ Los sitios secretos de una vida (p. 10).

 

 Este infierno lo ambienté con música de Steely Dan, ya que entre los castigos que se padecen eternamente repetidos, todos somos pequeñas Nueva York en las aspiraciones:

 

...dame acá tu saliva./ Dame acá tus más dóciles caricias./ Envueltos besos y bocas página tras página gozamos (p. 11).    

 

Tras este corte, algo triste y romántico, el perro intenta volver a empezar, creyendo salvar ojos, que ya son ojos locos, y la barriga flaca e inflamada que son lo único que le recordaremos:

 

De esta ciudad, el rencor./ La nube de furia que se ha ido./ La madrugada en que enterramos el lenguaje./ El recuento de horas pegadas al muro de los años. (Inventario de lo que no nos pertenece; p. 13).

 

 El volado consiste en atinar si va a alcanzar a dar la vuelta para morir al inicio de la cara B o a acostarse en lo último de la primera (pero el disco es un gran espiral que siempre acaba en el centro):

 

 Aquí dios perdió su calendario del origen./ Solo hay siglos de un presente en el polvo del ahora,/ Es un camino desolado por los muertos./ Marca el centro más vacío de los infiernos. (Epitafio a un Ghost Town de Nuevo México; p. 12). 

 

Así va el Guardamemorias... Ya que el alba tiñó de oros con el brillo de sus sandalias, invitando a su fiesta a los más jóvenes, que llevaron solo su inocencia y su cuerpo miren qué fiesta:

 

 El placer en los ojos del que mata./ Las guerras de una ofensa ajena./ El poder absoluto del sarcasmo. El árbol que mata sus secretos. Testimonio del silencio. (p. 11).

 

 El ángel de la ira regresa de la guerra, que así nos tratamos en familia:

 

Somos el hueso que tiembla de amarillo./ La carne de escarnio, el polvo turbio del alma./ Nos arde el pelo con la más leve chispa de una breve risotada,/ El golpe de la burla nos deja hablando solos./ Ya todos saben que nuestra piel cae antes de iniciarse una batalla (p. 22). 

 

El fantasma del amor pasó a perderse con su estela sangrando por el cielo, pues el ocaso es la sangre en la boca, cosa que solo saben los vencidos cuando aún se era inocente para una ira más pura.

 

.../ Su figura es un la de un dios injusto y rencoroso./ Es el río de hormigas en el cuerpo de la intriga oportunista./ Es el vuelo rojo de un ángel mal herido.

 

La memoria en esta primera categoría parece la inmediata y no resulta nuestra memoria, sino la memoria que somos:

Es la memoria del colectivo, la que nos ha sido heredada antes de nacer, pues el hombre es el único animal que no nace por primera vez, sino con la cultura que le precede:

 

En cada zona en cada pensamiento en cada uno que procura un profundo sueño en cada día en cada sorpresa en los ojos que delatan el deseo en cada suspiro en cada odio en todos los momentos de la conciencia humana en cada palabra en cada intención en el último paisaje de los muertos serán tus ojos la vigilia. (Sentencia de un juez a un hombre que despertó antes de tiempo; p. 27).

 

Así sin comas, no es el (la) vampir@ de la colonia, sino el polvo democrático que no encuentra obstáculo ni distinción entre generaciones puestas a secar al viento con ilusiones que defendieron y creyeron propias:

 

Antes de nosotros ya era la mirada. Pero vino la costilla del árbol de la vida con su sabor tan de beso frutal y calor tibio; estancia de amor habitada. No, no me arrepiento de haber sentido esa tersura en mi boca, esa caricia que destruyó los planes cósmicos de nuestro padre eterno. (Monólogo de Eva; p. 27).

 

Natural encontrar los rastros violentos, los trazos rojos en estos hermosos poemas que recuentan historias de los antiguos imperios.

 

Nerón ordena el inicio de la competencia; el favorito es el caballo de Caro Tito el Breve. Al aplauso del público se unen los gritos de aquellos que comienzan a alumbrar la noche. (p. 9)

 

El pueblo de Roma, que es el auditorio actual de cualquiera de nuestros pueblos sumergidos en el ídolo del flujo informativo, mira el incendio en la noche del coliseo como continuidad y aumento en el espectáculo de su inconciencia, y perece en éxtasis como la polilla en busca de esa luz definitiva, mientras un apreciado Nerón matiza con el jardín de su lujuria, aquellos bosques de esmeralda con dolientes enzarzados en espinos que gimen el éxtasis. Roma no solo ha heredado las instituciones, sino El coliseo. Apenas hemos entrado en él, estamos en el primer corte; de este cajón sacará belleza, crueldad y humor en miel de ámbar.

 

Apenas se indica que aquí está el material de arte. Hay de todo en cuanto a conocimientos, pautas y estilos, geografías y orografías de la memoria de Benjamín que ubican sobre piel y cuerpo la memoria, no solo como cartografías del pensamiento terrenal y cercano.

 

 

 

Guardadelirios

 

El segundo corte, bajo el calambur del título, entona el cantar (cantar y no canto, tal como Pound debió aclarar con Amaral) de ensalmado prosaico, verídico, efebrecido e ingenuo como la voz del lirio, lo suavemente portado por las cuatro cuerdas, en cada timbre debe evocar un elemento de la naturaleza.

 

Bajan los monjes mudos/ bajan con sus calzones ensangrentados y sus libros de hierro/ sus lenguas saben a leña verde y catacumbas/ marchan suspirando contra el viento asustado (p. 33).

 

Pertenecen al presente narrativo, que también platicamos confusos, seguros en esta actualidad de que todo nos pertenece, con esa seguridad del imbécil que cree que ha creado cuanto es y usa.

 

.../bajan los que hacen triángulos/ las mujeres llevan los recuerdos húmedos medievales/ los hombres llevan las ojeras de legiones misteriosas/... (Mismo texto).

 

Esta memoria, que parece menor, es el canto de agua que lleva el viento barrido sobre cadáveres de miles de hombres por miles de años, con la frescura del río que lava todas las sangres, pues las batallas siempre han preferido el bajorrelieve de los ríos; lluvia y lavanda orlan ríos de sangre, como memorias dulces que ilusionan (iluminan) al que vuelve.

 

Algo más: salga por la puerta sin palabras (p. 37).

 

El álbum continúa sobre nuestras memorias efímeras en Guardamomentos, consciente de que en esos momentos va la vida.

 

1

que el momento es la preposición de nuestra historia

 

2

de la Historia

 

3

y amalgama en un todo estético este otro lado del paradigma, el algoritmo finito que da vida a la emoción de nuestra inteligencia

 

4

El tercer corte, que tampoco es romántico, es el Guardamores: ese cajón que guarda aquellos en que por morir de amor, no moríamos... sino que eran la vida y ahora pertenecen nuevamente a la memoria. O sea que nunca hubo historias individuales, solo una historia de tal individuo y sus amores, quien a su vez fue personaje de lo amatorio de otro; de otra. Y los amores van extendiéndose, como una vez señaló el libanés Gibrán.

 

Porque del amor, lo que no muere es la continuidad de la especie, guardando ser y haceres en la memoria interna, que no la primera, sino su centro; lo constituyente de la memoria de los pueblos está en este centro, en las fútiles memorias del amor, tal como ocupa su lugar en el doble espiral del libro, ahí donde los ángeles se aman en una banca del parque, a falta de haber más.

 

 

Llega el cuarto corte, largo, este sí melancólico enfermo. El guardaoraciones es la plegaria necesaria y continua que nos enseña cómo siempre se ha vivido necesitando el oído del otro, la compasión del otro, la piedad del otro. Y cuando ese otro no existía ni en el otro mundo, cuando la vieja Europa encontró el cuerpo largo y esbelto de América, la única ciencia era de dios, único oído del caído en el campo, en la acera, en la miseria de las cárceles y sin cárcel ni andamiaje, sino en el fangal del ser, que era ser orador, subsistir por la ciencia del lenguaje, pender por la saliva de ese otro rostro que guarda el anverso de los libros sagrados: que es la voz en el viento.

 

 

En la última categoría miramos a este poeta, de corte contemporáneo y técnica clásica, llevar a cuestas ese límite sobrado y actual de los ejercicios humanos del pensamiento: la filosofía, el arte, la política, etc. Lo miramos con conciencia social, bajar del cielo del omnisciente e incorporarse a la narrativa del poema, consciente de su pobreza, de la injusticia del destierro al lado de los resistentes. En el acto de resistencia...

 

Y como el autor decidió al comenzar que pudiéramos utilizar la esmeralda del emperador para mirar con sus ojos, comienza a destilar esa belleza moderna de la mirada de uno; lo subjetivo para mirar lo épico o renombrarlo; quizá hacer nuestra la experiencia: la tirana locura o la ignorancia del pueblo, pero nuestra.

 

Lo demás ocurre en una poesía comprometida con la estética, ese curioso devenir de la ética.

 

Usted abrió su cuerpo/ años de vida sin saber cómo ni dónde (p. 38).

 

Pasando por el cuentagotas del Guardamomentos:

 

El enemigo/ también/ ama (p. 43).

 

Arrasando a cualquiera que no haya muerto con el Guardamores:

 

Desnudos, abrazados,/ vemos pasar los días/ y decimos: esta caricia/ es por el año que debimos conocernos/.../ Este amor, esta lengua/ es contra aquella soledad,/ contra aquellos amores ya perdidos (p. 52).

 

Delicado al trato, quedando quieto, peinando a Quevedo con esa autoridad que se permite el conocedor de la literatura y sus avatares:

 

Y no hay pomadas ni viagras ni alegrías/ Que logren despertar al pobre moco de su sueño/ Ahora pende sin más armas que el despojo/ Como un badajo de sonido quejumbroso (p. 57)

 

Con esta humildad comienza el Guardaoraciones.

 

Cerrando el libro, aparece el Guardaexpedientes:

 

un posible amor adolescente,/ un hogar sencillo,/ un final de cuento conocido,/ qué más querer podía  una joven a sus años?:

 

Esa realidad aumentada de la memoria activa toca a nuestro piloto de pruebas:

 

belleza en el espejo, sonrisa de los suyos, un par de muñecas de una infancia que termina.

 

Solo que para que la joven melancolía de nuestro poeta florezca de lo inevitable a lo perdido, evitando que la historia acabe en felicidad de teleserie, harán favor de pasar y orinar los perros:

 

Pero el viejo diablo trajo su desierto y su perrada,/lobo del cuento a la hora del zarpazo/ sin príncipe ni amores al rescate/ la hora de los miedos/ cambió a terrible la breve historia de mi vida (pág. 74).

 

 Muchos y mejores momentos que los hasta aquí distorsionados por el comentarista, dejo a la audiencia lectora de esta memoria que baja en sus cinco cómodos descansos, la insondable profundidad de la memoria.

 

 

(José Manuel García; catedrático en la Universidad de Nuevo México, cuenta con otras muchas obras, incluyendo: Inmaculada concepción del humor; teoría, antología y crítica del humor mexicano (1995) y Paso del Norte; Ciudad Juárez: textos de su historia y su cultura, 1535- 1899; un habitado sueño (1997) información extraída de la contraportada).

 

García García, José Manuel: Guardamemorias. Editorial Universidad Autónoma de Chihuahua, México, 2005.

 






Luis Kimball nació en Chihuahua en 1974. Vivió en Chihuahua, en Veracruz, en la ciudad de México, y ahora reside en Querétaro. Hizo estudios universitarios que no le satisficieron. Se interesa en el conocimiento y escribe desde joven, ha publicado en la revista Solar y en Manual del desierto. Es coautor del poemario Luna de hiel para tres, y autor de Puros de amor. Ha participado en la coordinación de espacios culturales y actualmente coordina el taller literario Escritura al día.

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