El
cuento es que no he podido escribir un cuento
Por
Patricia Ramírez García
Todo
cuento empieza con varias premisas, este no es la excepción. Las
especificaciones que me ha dado mi profe, y con las que debo crear un cuento
para la clase de Taller Literario, son las siguientes:
1. Tres
valiosas joyas tiradas a un lado del canal del Chuvíscar, a la altura del
Santuario.
2. Una
pareja en ruinas.
3. Un
niño de siete años que sufre.
4. Espacio
narrativo: ciudad de Chihuahua.
5. Tiempo
narrativo: diciembre 2019.
6. Una
abuela lejana.
7. Voz
de la narradora: en primera persona gramatical: Yo.
Érase
una vez yo vomitando palabras e ideas sueltas sobre mi hoja blanca, el terror
de cualquier creativo; así ya no se ve blanca, que tontería, pero funciona,
normalmente; hoy no.
Comencé
por el final. Uno feliz, escrito con la primera especificación: tres joyas
tiradas en el canal del Chuvíscar, a la altura del Santuario; conozco bien esa
área y podría describir un buen escenario para el encuentro de esas tres
hermosas joyas por los dos personajes principales: una pareja en ruinas. Mi
amigo y compañero de trabajo vive con su esposa justo en frente del Canal, al lado de la Cruz Roja, la cual también he
conocido en su interior. Hace años atrás vivía con mi familia por la Doce de Octubre,
a unas cuantas cuadras del Santuario. Mi papa se cayó de la azotea y se destrozó
el brazo; entré a la Cruz Roja por la puerta de urgencias, descalza y con la
sangre hasta en el cabello.
Pensé
que ahí en la Cruz Roja ubicaría a mi tercer personaje de la lista, un niño de
siete años que sufre. Finalmente no me agradó la idea; tal vez podría ser un
niño que sufre porque ha tenido que caminar por el Canal con sus padres, ellos no
tienen para pagar el camión, o tal vez sufre por que el Canal desprende un infernal
aroma a estancado y orín de los vagabundos, o porque ha visto en el fondo a un
perro abandonado como basura intentando salir a la superficie, sin mucho éxito;
muchas y terribles opciones.
Demasiada
tragedia para comenzar a escribir.
Mi
página sigue en blanco.
Podría
hacer otro intento con el tiempo narrativo que me han indicado para este cuento:
diciembre 2019, pero es un mes que quisiera desvanecer del calendario, y yo con
él. Diciembre del 2018 ha hecho
desaparecer cualquier alegría que pudiera traer ese mes en cualquier año que
venga en adelante, y hay que hacer esfuerzos por mantenerme cuerda entre el
pesar y el alboroto navideño.
Definitivamente
no quiero hablar sobre diciembre.
Hagamos
otro intento.
Esta
vez podría empezar con un flashback de la abuela lejana, mi especificación
numero cinco, platicando la historia de cómo, muchos años atrás, ella y su
esposo estaban en bancarrota. Al dirigirse un 12 de diciembre hacia el
Santuario a pedirle socorro a la virgencita, se encontraron con esas joyas por Canal,
a la altura de la Cruz Roja. Podría funcionar.
Pero
son casi las doce del sábado, mi horario límite para enviar mi cuento; no habrá
cuento si no empiezo a escribir, aunque sea una queja del cómo no he podido
escribir un cuento.
Ay.
Patricia Ramírez García es artista visual, egresada de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Chihuahua, especializada en maquillaje para televisión y fotografía. Tiene dos exposiciones fotográficas en solitario y muchas otras colectivas. Actualmente trabaja en el Programa de Cultura Comunitaria, en el área de Interacciones, de la Secretaría de Cultura de México.
¡Fabuloso texto! Cuánta imaginación, no se me habría ocurrido algo así, nunca. Felicitaciones
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