Lección apache
Por Heriberto Ramírez
Luján
Cada crecida del río
transformaba su fisionomía, arrastraba a los álamos, sauces y raíces que lo
habían custodiado largo tiempo. Luego de su furia incontenible, le seguía una
larga calma.
En su nueva apariencia
se formaban atractivos remansos. Hondables, les decían. En los días donde el
calor y el tedio nos empujaban a su refrescante calma, llegábamos en grupo, nos
despojábamos de nuestras prendas para darnos un chapuzón.
En cierta ocasión
llegamos, como de costumbre, al recodo. Al centro de un remanso sobresalía un
tronco descascarado, emblanquecido por el sol. Cosme, mi hermano, el más
intrépido y audaz de la palomilla, me invitó a subirme en su espalda, con
estudiada pericia me llevó hasta el tronco, regresó a la orilla, y con animada
energía conminó a todos a irse y dejarme. Cuando vi que todos se iban, me lancé
temerariamente hacia la orilla. Al llegar, todo fue risas y burlas. Había
recibido mi primera y única lección para aprender a nadar. Y a dominar el
miedo.
Heriberto Ramírez Luján, filósofo mexicano, redacta la lógica con precisión de cirujano. En sus ensayos y libros de filosofía y también en sus textos literarios. Sobrio y elegante profesor, el estoicismo es divisa de su estética. Y de su gran estilo.
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