Fin de año
Por María del Refugio Sandoval Olivas
Nuestra existencia se mide en el tiempo, giros en ondas
elípticas que danzan alrededor del sistema solar. De acuerdo al Calendario
Gregoriano, cada 365 días culmina un ciclo y nos preparamos para iniciar otro.
Nos permitimos festejar y despedir al año viejo en medio de remembranzas,
anécdotas y miradas a través de un retrovisor, sopesando logros, triunfos,
obstáculos, pérdidas humanas y materiales, así como el regocijo de abrir los
brazos y dar la bienvenida a nuevas vidas y ganancias obtenidas.
Estas reflexiones dan paso a los propósitos de año nuevo;
decidimos hacer un alto en el ritmo cotidiano y empezamos un examen de
conciencia para tratar de convertir las debilidades en fortalezas; nos
proponemos cuidar la salud, los alimentos que ingerimos, corregir malos hábitos
e implementar nuevas rutinas que propicien equilibrio y balance a nuestro
organismo, así como la mejoría en las relaciones personales, familiares y
sociales.
Revestirse de ideologías es una de las prioridades; cubrir los chakras de energía positiva,
rodearse de gente que aporte a nuestro crecimiento, aportar a las dimensiones
del conocimiento, a la inmersión y comprensión de emociones propias y ajenas, que
desde los aristotélicos eran consideradas como afecciones del alma acompañadas
de dolor o placer, con expectativas, creencias y elementos racionales; así como
al fortalecimiento de la espiritualidad.
Aún y cuando pareciera que cada ciclo es una repetición
de eventos, las personas, circunstancias, causas y respuestas emitidas son
distintas. Ya lo decía Heráclito: “No podemos cruzar dos veces las mismas aguas
en un río”.
En lo que respecta a 2020, se convierte en ícono del
pasad; al igual que sus antecesores será reconocido como el año viejo. Pero
este en particular tiene una marca distintiva impresa por el contagio,
enfermedad y muerte que ha traído la pandemia, mostrando la fragilidad humana y
la línea finita que separa de la salud y enfermedad, así como vida y muerte.
Su impacto ha trascendido las esferas sociales,
repercutiendo en los ámbitos educativos, políticos, económicos, laborales y
emocionales de toda la población; ha tocado a la puerta de familiares, amigos y
conocidos.
De tal suerte que uno de los propósitos de la población
es que este año viejo se lleve consigo ese huésped que llegó sin ser invitado y
que ha prolongado su estancia a consta del miedo, dolor y sufrimiento.
Sin embargo, reconozco que dentro de las ambivalencias
hemos hallado nuevas maneras de convivencia, cambiando hábitos, rutinas y
costumbres; revalorando lo esencial, disfrutando el entorno familiar y los espacios
privados, volviendo a tener tiempo para lectura, escritura, introspección, diálogo
interno y el disfrute de la soledad.
Demos pues la bienvenida al nuevo sucesor. Ya está
emitiendo su silbido frente a la puerta principal, trae doce vagones cargados
de sorpresas; cada uno abrirá su tiempo y mostrará su contenido; se encuentra
presto, listo para iniciar un recorrido, grandes letreros anuncian su llegada y
lleva por nombre 2021.
¡Feliz año nuevo!
María del Refugio Sandoval Olivas es doctora en educación. Ha publicado los libros Anhelos, sueños y esperanzas (2010), Una rosa sin espinas (2011) y Dulce (2018). Su obra aparece en varias antologías. Es columnista de El sol de Parral y escribe el blog de literatura https://cuquissandovalolivasletrasypoemas.blogspot.com/
Gracias a todos los lectores que hacen posible la existencia de soñadores que tejemos palabras, hilamos ilusiones en versos, entremezclamos la realidad con la fantasía y vertemos nuestra alma en cada escrito.
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