martes, 1 de diciembre de 2020

Lilvia Soto. Bodegón de otoño

 

Bodegón de otoño

 

 

Al estilo de Neruda

 

 

Por Lilvia Soto

 

 

Llego a casa con tres, hago planes para un festín,

consulto recetas,

me deleito imaginándolas rellenas de ostiones,

à la Prudhomme.

Deslumbrada con su plenitud,

sueño con ser Benjamín,

pintarlas sobre pétalos de rosas.

 

Cuando otras actividades intervienen,

las alcachofas pasan la noche en una fuente de barro negro.

La siguiente noche preparo ajo y estragón

y considero las ventajas y desventajas 

del vinagre de amontillado comparado con el jugo de limón

para la vaporera.

 

Recuerdo usos alternativos para los corazones verde pálido,

que en Sevilla los comí fritos en aceite de oliva y

regocijándome con su nombre español, alcachofa,

recuerdo que proviene del árabe al-kharshuf,                   

también que Neruda las elogia

por su orgullosa postura marcial.

 

Nunca había visto alcachofas como estas,

de tallos tan largos y piñas tan grandes y lustrosas.

Admiro la tersura de su piel verde oliva,

su compleja estructura rosácea,

las brácteas enroscadas en círculos de suculencia, 

claustro de los translúcidos pétalos morados,

protección de las sedosas barbas.

 

Después de una semana,

reconozco que ha pasado la flor de su frescura,

pero continúo admirando su ajada belleza,

insistiendo en que, rodeadas de rosas,

todavía cumplirían con su vocación

como tema de Benjamín.

 

En el envés de las brácteas aparecen tonos crema que,

fluyendo en estrías café cobrizo,

se funden en la piel que pierde su tersura.

Su suculencia se torna quebradiza,

desarrolla una rica pátina de madera

que hace resaltar su complejidad rosácea,

su integridad arquitectónica.

 

Al pasar dos semanas,

comprendo que sus tiernos corazones

serán para siempre

un misterio,

pero con la danza de luces y sombras de su decadencia,

el aura de rosas persiste,

perfuma la noche.

 

La tercera semana las saco del barro negro,

descubro las estrías azul lavanda que crecen en la parte posterior,

las coloco en la vieja canasta de mi hija

sobre follaje cobrizo del árbol del humo,

rodeadas de rosas viejas.

 





Lilvia Soto nació en Nuevo Casas Grandes, emigró a Estados Unidos a los 15 años, reside en Philadelphia, Pennsylvania. Tiene un doctorado en lengua y literatura hispánica de Stonybrook University en Long Island, Nueva York. Ha enseñado literatura y creación literaria en Harvard y en otras universidades norteamericanas. Fue cofundadora y directora de La Casa Latina: The University of Pennsylvania Center for Hispanic Excellence. Fue directora residente de un programa de estudios en el extranjero de las universidades Cornell, Michigan y Pennsylvania en Sevilla, España.

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