Alma grande
Por Heriberto Ramírez Luján
Estábamos tumbados bajo la sombra de unos viejos álamos a la orilla del río, un tanto lejos del caserío. De acuerdo con nuestro cálculo, no tardaría en aparecer en la otra orilla del río. Ya pasaba del mediodía y el sol intenso convertía a la tierra en un verdadero comal los pies descalzos.
Pallín, mi primo, se veía tan emocionado como yo. Habíamos escogido a Caín como la persona más confiable para la encomienda porque los otros lecheros que acudían diariamente a llevar la leche ordeñada difícilmente podían dar pie con bola, dada su avanzada edad. Por fin lo vimos bajar para cruzar la corriente baja y mansa del río, llevaba la pierna cruzada sobre la montura del macho, y en cuanto se percató de nuestra presencia hurgó entre el morral de lona blanca y esgrimió sobre su mano el preciado objeto; mientras nosotros brincábamos tratando de alcanzarlo, él lo subía, como quien escamotea el bocado a un perro hambriento. Por fin se apiadó de nosotros y nos extendió el más reciente ejemplar de la codiciada historieta de Alma grande.
Heriberto Ramírez Luján, filósofo mexicano, redacta la lógica con precisión de cirujano. En sus ensayos y libros de filosofía y también en sus textos literarios. Sobrio y elegante profesor, el estoicismo es divisa de su estética. Y de su gran estilo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario