miércoles, 18 de noviembre de 2020

Luis Arturo Chavarría Camargo. Día de muertos


Día de muertos

 

 

Por Luis Arturo Chavarría Camargo

 

 

Yo estaba seguro de que era para entretenernos y que dejáramos de molestar a mi mamá y a mi abuela cuando, mi abuelo nos sacó al patio a la lumbrita, aquel 31 de octubre de hace 30 años.

Estábamos dando lata con dos cosas: queríamos que nos dejaran disfrazarnos y salir a pedir dulces como los demás niños del barrio, y que no nos obligaran a ir al panteón los dos días siguientes.

Ahora que mi hija hace con su madre y su abuela lo mismo que nosotros entonces, lo recuerdo y me doy cuenta de que, además, mi abuelo quería enseñarnos algo.

Aquella vez, nos sedujo más la fogata al aire libre (aunque fuera en el patio, ¡pero era de noche, qué carambas!), y la seguridad de que nos contaría alguna historia como sabía contarlas aquel viejo, que la tentación de salir a vagabundear un rato con la palomilla.

Salimos detrás de él y lo rodeamos cuando se acuclilló, sacando las manos de debajo del sarape con que se envolvía, para extenderlas frente al calor del fuego.

Con la parsimonia con que lo hacía siempre y que nos desesperaba, porque retrasaba el comienzo de la narración, sacó su pipa (un popote de carrizo delgado insertado en un cilindro de olote recortado de una mazorca de maíz), la cargó con el tabaco que él mismo cosechaba, secaba y picaba, y la encendió con una brasa de la fogata.

Dio tres caladas profundas, asegurándose de que permanecería encendida, exhaló una nube de humo que ocultó su rostro de nosotros, y de detrás de esa cortina nos llegó su voz:

—¿Saben ustedes que dentro de cuatro horas comenzarán a llegar a este mundo las almas de muchos niños. Niños que no nacieron?

Supo que nos había atrapado. Nos volteamos a ver azorados y, con la boca abierta, regresamos la vista a su cara que empezaba a ser visible al disiparse el humo de la pipa.

—Su ‘amá y su abuela no queren que salgan porque prefieren que los esperen aquí en la casa. Y que cuando pasen, ustedes estén con ellas.

—¿Pero cómo, abuelo? ¿A poco sí vienen niños muertos?

—Mire, m’ijo. Aquí en México sabemos qué es lo que pasa estos días. En otros lugares quieren entender, pero sus viejos no supieron platicarles —dijo mi abuelo sentenciosamente, dibujando un amplio círculo con la pipa.

‘Ora verán: lo que ustedes no saben es que nuestras gentes que salieron de este mundo antes que nosotros, por estas fechas vuelven cada año a visitarnos. Pero como todo en el mundo, de este lao y del otro, o en el más allá, o como le queran decir, las cosas tienen un orden, y no pasan nomás porque sí.

—¿Y entonces ¿cómo pasan, abuelo?

Pos verán: hace muncho tiempo, ¡muncho!... yo estaba toavía más chico que ustedes orita. Mi abuelo me platicó que su abuelo le había contado que los viejos decían que los últimos días de otubre, y los dos primeros de noviembre, era importante concentrarse en recebir en este mundo a los que ya no estaban aquí, porque hacían el viaje desde onde estaban hasta acá para confortar a los que se habían quedado a esperar el tiempo de ir detrás de ellos.

Fumó, tosió, nos miró y continuó:

—Comenzaban a llegar desde el día 28 de otubre. Al mediodía llegaban los primeros, y de ahí en adelante, cada 12 horas, hasta la medianoche del día 2 de noviembre, llegaban en tandas unos mientras los que habían llegado antes se regresaban a esperar otro año.

¡Ya! ¡Que se fueran al carajo los que nos estaban esperando para ir a pedir dulces! Había que oír esto. Mi abuelo lo había hecho otra vez, y nos había atrapado con una historia de las que él se sabía.

‘Ora verán, muchachos —siguió contando mientras daba otra fumada—. Lo que me contó mi abuelo es que el día 28 de otubre, a mediodía, llegan a este mundo todos los que murieron a causa de un acidente, o de alguna forma violenta.

A media noche, llega otra tanda de esos mesmos y se quedan hasta el mediodía del 29 de otubre, cuando se regresan todos para que ‘ora lleguen los que murieron ‘hogados.

Igual, a medianoche, otro grupo, que se regresa al mediodía del 30 de otubre, porque es el turno de venir de los olvidados, de todos los que no tienen una familia o amigos que los recuerden y los esperen. Ellos vienen este día pa’ aprovechar que de todas formas va a haber gente esperando a que lleguen los que esperan, y así habrá alguien que los reciba, aunque no sean familiares.

Y luego, el 31 de otubre, nos visitan los niños que no alcanzaron a nacer y murieron sin conocer el mundo, ni a sus madres, ni ellas los pudieron conocer.

El padrecito dice que están en el limbo. Yo no sé ‘ónde estén, pero ellos vienen el 31 de otubre.

El 1 de noviembre vienen ahora los que fallecieron siendo niños, pero que sí nacieron y estuvieron un tiempo entre nosotros. Y el día 2 de noviembre, vienen todos los demás. Eso es lo que pasa estos días.

Con la suela del zapato removió y acomodó las brasas, y se dio todo el tiempo para fumar en su pipa mientras nos observaba, pasmados y boquiabiertos, sin acertar a hablar ni a preguntarle todas las dudas que se nos asomaban al semblante.

Finalmente se sonrió y nos destrabó preguntando:

—¿Ya ven por qué no los querían dejar salir, y por qué queren que vayan al panteón mañana y pasao mañana?

Arrebatándonos la palabra unos a otros, comenzamos a abrumarlo con preguntas, manoteando unos por encima de otros.

—¡A ver, a ver! ¡De uno en uno, carajos, o no les platico cómo festejar a estos difuntos que nos están visitando!

 

 

 

 

 

Luis Arturo Chavarría Camargo es ingeniero químico agroindustrial, egresado de la Facultad de Ciencias Químicas de la UACH. Cursó también la maestría en administración en la Facultad de Contaduría y Administración, Extensión Delicias. Trabajó en BAFAR, Alambrados y Circuitos Eléctricos de Delicias, ALPURA, RES Internacional, Caja Popular Mexicana, Agroindustrias Deandar de Delicias y GYM Internacional S.A. de C.V. Fue Jefe del Departamento de Recursos Materiales de la Secretaría de Salud del Estado de Chihuahua y Secretario Municipal en las Administraciones 1992-1995 y 2016-2018 del municipio de Saucillo. Ha sido profesor en las Preparatorias 4 y 8 de Chihuahua, en el CBTiS 197 y en la Preparatoria Octavio Paz de Saucillo, en el Tecnológico de Delicias y en la UNAdM (Universidad Abierta y a Distancia de la SEP). Actualmente es secretario municipal de la actual administración en Saucillo. En 2004 ganó el Premio Publicaciones con su novela Volver a la tierra. En 2006 publicó su segunda novela, La cueva del conejo. El tesoro de la Hacienda de San Marcos”. Publicó en un diario digital de la ciudad de Delicias una novela por entregas: Por el bien del pueblo.

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