martes, 3 de noviembre de 2020

Jesús Ramírez. Dos mil veinte. 2020. Se oía bonito, se veía bien

Foto Pedro Chacón

Dos mil veinte. 2020. Se oía bonito, se veía bien

 

 

Por Jesús Ramírez

 

 

Muchos proyectos teníamos los integrantes de la Dinastía Ramírez este año.

 

Para empezar, El fusilamiento de Hidalgo, el cual se había truncado después de 10 años consecutivos en Palacio de Gobierno, en el último gobernado por César Duarte. Con Javier Corral se pudo retomar hasta 2019, aunque recortado, con menos escenas, menos personajes. Pero en 2020 se había proyectado para hacerlo en grande, dos días fuera de palacio, cuando llegan los insurgentes aprisionados, los fusilamientos de Allende y Aldama y el tercero con toda la obra completa, en el patio de Palacio.

 

Para el programa Red de teatros estaríamos con una obra de Óscar Liera, con la que iríamos de gira por algunos municipios de Chihuahua.

 

Un proyecto de hace muchos años se llevaría a escena: La locura de lo bello, que trata de las últimas horas de Don Quijote de la Mancha, y después de muerto, en que Dulcinea se le aparece como la hermosa joven idealizada por él y vuelve a ser el hidalgo caballero. Iniciamos los ensayos con gran entusiasmo.

 

Un grupo de jóvenes cineastas me invitaron a participar en un cortometraje con un personaje que me atrajo mucho. Jóvenes muy organizados y buena onda.

 

Y para culminar, el poeta Francisco García Rascón me propuso hacerle adaptación a una estupenda novela suya con el objetivo de montarla con gran publicidad, y seguramente con gran éxito ya que se trata de una novela basada en hechos reales de esta ciudad de Chihuahua.

 

Mejor, imposible.

 

Pero no contábamos con un bicho insignificante pero muy poderoso que se llevó todos nuestros sueños. Se iniciaron las caídas de los proyectos.

 

El fusilamiento de Hidalgo no se podría llevar a cabo, como se había planeado. Como último recurso se pensó en grabarlo en escenarios naturales y con pocos personajes. Finalmente se decidió el día en que iniciaríamos las grabaciones. Me había dejado larga cabellera y rapado parte de la cabeza como la calva de  Hidalgo. Llegando a Casa Chihuahua, listos ya para iniciar, se nos comunicó que no se llevaría a cabo.

 

 

Red de teatros, suspendida.

 

Los ensayos de La locura de lo bello tuvimos que posponerlos y, hasta la fecha, siguen en pausa.

 

El cortometraje, lógicamente, también, pospuesto.

 

Orlando Barraza, dueño de Chihuahua bárbaro, tuvo que suspender los recorridos turísticos, donde trabajábamos Azgard, mi hijo, y yo, entre muchos otros. Y es de admirarle y agradecerle que nos estuvo pagando sin trabajar, hasta que ya no pudo más. Cuando parecía que al covid se le estaba venciendo, nos pidió un Don Juan Tenorio cómico. El texto lo escribió mi hija Holda con un humor extraordinario y, desde luego, en tiempos de la pandemia”. Pero nuevamente el terrible virus cobró fuerza y nos quedamos con una sola lectura.

 

La adaptación de la novela fue en lo que me di a la tarea de hacer, en la soledad de mi casa. No fue nada fácil, ya que tiene tres docenas de personajes y lugares de acción. Pero al fin lo logré. Espero.

 

Sin embargo, los que amamos el teatro verdaderamente, los que tenemos arraigada la vocación de teatristas, llámense actores, actrices, directores, dramaturgos, técnicos, no podríamos vivir sin estar en escena. Por lo que decidimos aceptar la invitación de Erick Venzor, fundador en chihuahua de Teatro Breve, para presentar obras cortas de manera virtual por Zoom. Y así presentamos en el 2 de octubre un unipersonal, la narración de lo que me tocó vivir precisamente en aquella época tremenda de 1968 en el D.F.

 

Y este 6 de noviembre presentaremos bajo el mismo formato: Madrugada de muertos, una farsa muy cotorra escrita por mí y actuada por mi hija Holda y yo.

 

Un año muy pesado para todos. Sin poder salir libremente, sin poder reunirnos con amigos y compañeros y hasta con nuestros familiares. Cuidándonos, viendo a las demás personas con temor, como si estuvieran apestados, y sentir que ellas nos veían de igual manera. Es simplemente inhumano. Pero no debíamos dejarnos llevar por la tristeza o, peor aún, por la esquizofrenia. Gracias al teatro, como quiera que haya sido, y al amor entre la familia: hijos, nietos y la nueva generación Ramírez, mi adorada bisnieta, hemos podido resistir esta cruel pandemia.

 

De la economía familiar mejor ni hablamos. Mi hija Holda trabaja en la UACH con horas clase, también daba clases de teatro en escuela particular. Pablo, su esposo, quedó fuera de su empleo- Azgard tiene sus ingresos principales en Chihuahua Bárbaro. Y yo, afortunadamente, tengo mi jubilación como telegrafista. Para qué hablar más del asunto.

 

 

 

 

Jesús Ramírez es hombre de teatro por el ángulo que se le mire: maestro, director, actor, productor. También es escritor de varios libros publicados, unos son de técnica teatral, una autobiografía y un volumen de cuentos, además de textos suyos que están en revistas y publicaciones literarias. Es director de Foro del Arte.

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