lunes, 2 de noviembre de 2020

Alberto Cabrera. Cuentos de la pandemia

Foto Pedro Chacón

Cuentos de la pandemia

Introducción

 

 

Por Alberto Cabrera

 

 

Recojo una nueva botella (mensaje de I-Wanna-bepp) y leo:

“Oye, hoy me di cuenta (a penas) que no es fácil platicar con alguien que tuvo alguna fractura seria en su vida, en su personalidad. Y que no todos entienden el lenguaje figurado, la ironía, el albur, el doble sentido.

A mí me gusta usar todo eso, los juegos de ingenio del lenguaje... quizá sea una de las fuentes de los desencuentros que tengo con la gente.

Es el efecto de la botella de náufrago: mandas un mensaje dentro, pero no estás seguro de cuándo se recibirá, quién lo recibirá y qué reacciones causará. La sorpresa sería ¡que el mensaje tuviera respuesta!

Lo deseable claro, ser rescatado.

O que el genio de la lámpara te concediera el deseo que solicitaste.

Quizá tan solo será la nostalgia, el hastío… el eco de tu propia voz, como respuesta (inconsciente)…”

 

 

 

 

Unas reflexiones sobre la pandemia

 

 

Por Alberto Cabrera

 

 

1 de noviembre 2020.

Todo lo que se nos opone está allí:

como una fiera hambrienta,

rondando,

buscando a quién devorar.

No queda sino resistir (con firmeza…)

SPd

 

 

Octubre pasado: breve regreso a Chihuahua tras años de ausencia. Tanto por ver, tanta gente por visitar… ¡y tan lento y largo todo!

Era como ver una marmota que retornaba, tímida y lenta, tras un largo letargo invernal… ¡como tras el terrible periodo de la violencia del 2010! Y poco ha durado el gusto: se ha vuelto a replegar sobre sí misma por ahora.

Comienzo a escribir con remilgo… ¿Será que ya es tiempo…? ¿Y qué se podrá decir? ¿Qué predomina en este 2020?

Los extremos: el temor al contagio y también el desplante ante el virus. El aferrarse a la vida a ultranza… o como el valiente de la baraja de lotería, gastar la vida en una singular ruleta rusa, bajo el riesgo inminente de perder todo lo ganado a la vuelta de la esquina.

Ni encerrados ni envalentonados, algunos damos pasitos fuera de la caverna, mirando la luz del día. Tímidamente. Con los pies, sientes el terreno. Poco a poquito. Abriendo las manos, sueltas las seguridades para recibir algo nuevo. Porque hay grandes pérdidas: comenzando por el contacto físico, tan importante para un pueblo mestizo (latino e indígena, latinoamericano).

Del tacto, anclado ahora estoy en la vista: la imagen del otro como recreación (involuntaria)… como salvación.

Y a veces ni la imagen: recurro a la letra digital como icono del otro. Imaginando todo: la voz, el tono de piel, el color de la cabellera… porque ¿quién pregunta de entrada esos detalles? Se ha hecho común encontrarse con desconocidos y conocidos, con la sorpresa de la cita a ciegas.

También, ese perder ha sido el del adiós: a los amigos y conocidos, a las rutinas y lugares, a ciertos valores de antaño. Pretender como que no pasó nada. Que puedo salir, vacacionar, tomar un café. Simple.

Pero al voltear, allí están: regresan de los fantasmas del ayer. ¿Es una crisis de salud mental? ¿Está en el aire? ¿O en mí? Pero no… ¡Espera! Ante un miedo grande, un cuidado similar.

Y nuevamente: apertura, reinventarse a su ritmo… un ritmo ya conocido bajo el sol.

 

*

 

Tiempo será quizá para dejar la nostalgia, y mirar curioso el nuevo panorama. Tómate el tiempo… ¡bébelo a tragos largos! El aprendizaje hoy, sobre todo: disfrutar la fragilidad, situarse en el momento presente. ¡Es lo que tenemos! Levantar la testa, antes de volverse a sumergir en una vorágine que amenaza con devorarnos.

Solo sería posible, con todo, si dejamos que en esa brevedad renazca la fe.

 

 

 

 

 

Alberto Cabrera (1972) ha transitado entre los caminos de las matemáticas y la filosofía, para instalarse en la promoción cultural y humana. Andariego por vocación, llamado a ser cosmopolita por su nacimiento en la Ciudad de México, se deja seducir fácilmente por un café compartido entre amigos, un paseo por una calle empedrada, la visita a un templo colonial. Pasó una temporada de creación y trabajo en la ciudad de Chihuahua, donde hasta hizo una maestría en la UACH.

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