Foto Pedro Chacón
Ya llegó el Covid
Por Josefina Hernández Bernadett
Para entrar a clase a las 7:00 debería levantarme a las 5:30, porque por para acá solo tenemos un camión y si se me pasaba, tendría que caminar hasta la Homero para tomar otro que me llevara directo.
Eso de la levantada temprano era antes de la pandemia. Ahora hay más desorden en algunas cosas, porque en otras estamos mejor. Por ejemplo, me puedo quedar un poco más en la cama, sobre todo ahora que hace frío, Y si no hay clase, puedo dormir un rato mientras entra el otro maestro a Zoom, me gusta taparme hasta la cabeza cuando mi hermano no está acostado, porque me alcanzo a enredar completito con las cobijas de los dos. Pero también eso de la pandemia yo digo que está mal, porque mi jefe se quedó sin trabajo, pues para no despedirlos, eso les dijeron, mandan a unos a la casa mientras otros trabajan. Gana menos, la mitad, por eso estamos batallando por dinero y mi mamá dice que se acabaron los antojos.
Al principio en mi casa no creíamos los chismes de que podían pasar tantas cosas, tanto que se dice en internet, no sabe uno si son fake news. Pero resulta que sí es cierto, en el trabajo de mi mamá se murieron dos compañeras. Doña Lety, la vecina de enfrente también murió y hubo un contagiadero en su familia, porque tampoco creían, ellos son bien burlones y si veían a alguien con cubre bocas les hacían bullying, pero por poco y también se les va el abuelito.
Fue muy triste porque conocimos a doña Lety desde niños, siempre fue una buena persona; nos daba en las tardes tortillas con mantequilla cuando nos pedía que le hiciéramos un mandado. Nadie pudimos despedirla porque dijeron que la cremarían. No habría funeral.
Ahora el Covid está en la colonia, el señor de la tienda ya tuvo y muy espichados se quedaron bien callados, no dicen quién más tuvo, o tiene, porque como en el negocio está la casa, no quieren que la gente deje de comprar. Nosotros, por las dudas, preferimos ir a la de la otra colonia.
Otro de los vecinos sí tuvo funeral y fuimos a verlo un rato; con poquito de miedo abracé a mi amigo, porque siempre fuimos muy cuates. Lo hice porque sentí que tenía que abrazarlo, estaba muy triste, aunque soy muy nervioso y frecuentemente pienso en las enfermedades. En la casa me dicen que soy muy collón, pero me preocupa todo esto, sobre todo porque soy el hijo mayor. Me toca ver por mi familia si les pasa algo a mis jefes.
Siempre peleamos por el baño, solo tenemos uno y si nos quedamos un rato dormidos no alcanzamos a bañarnos. En invierno hay que levantarse más temprano para encender el boiler. Mi casa es de las últimas de la colonia, cuando hace aire se arrechola en el patio y tardamos, o a veces ni siquiera podemos prenderlo. Eso está cabrón porque o nos enfriamos y prendemos el boiler o nos enfriamos de oquis y nos quedamos sin bañar.
Anoche dormí terriblemente mal. Tuve tos y me dolía un poco el pecho. También porque el cuarto estaba helado. En la mañana, al agacharme para prender el boiler, sentí como un mareo. El dolor de cabeza más fuerte me llegó cuando iba a abrir el Zoom. Ahí me entró poquito miedo.
Conté los días y me acodé de la noche que estuvimos en casa del Beto y del abrazo de la funeraria. Todavía nadie se levantaba y medio oscuras me metí a investigar lo del Covid. Me fui a la caja donde mi mamá guarda el botiquín y revolví todo y no estaba. Mi miedo empezó a aumentar. Me acordé de que en su buró guardaba el termómetro. Revisé su buró con cuidado y en silencio para no despertarla, porque batalla para agarrar el sueño cuando despierta así nomás. Tampoco estaba. Mi miedo estaba subiendo. Tenía ganas de hablarle, llorar y decirle, mamá me siento mal.
Me acodé de la frase y si lo encuentro que te hago… y volví a la caja de las medicinas y en la segunda buscada lo encontré. 38 grados pasaba de la rayita de lo normal; chequé de nuevo en mi celular cuánto es temperatura, para asegurarme.
Pues sí: temperatura, dolor de cabeza, tos seca, dolor de pecho, el cuerpo… ahí dice que son síntomas de Covid. Mi madre no se ha dado cuenta porque hace un rato que llegó de trabajar. Empecé a sentir miedo, más porque en internet vi que no tenemos lugar en los hospitales.
Hace tres semanas nos tomamos unas cervezas en la casa del Beto por su cumpleaños. Y pues, estas casas son muy chiquitas, estuvimos todos juntos, ni modo, como cuates, como siempre, ya medio pisteados nos abrazamos y hasta nos despedimos de beso de las muchachas.
Quise despertar a mi hermano, ¿para qué?… ¿qué le digo?, ¿qué puede que tenga Covid?, ¿qué le digo a mi mamá? Que me preocupa mi abuelito que está en el otro cuarto, que está malo de viejito y es muy enfermizo. Que no creí… que yo pensé… Tengo miedo, no me quiero morir.
Josefina Hernández Bernadett es psicóloga y maestra del Tecnológico de Chihuahua, además de atender su consultorio particular. Ha publicado cuentos en la revista Metamorfosis y en el periódico Difusión Norte.
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