Mary Trini
Por Rosario Ruiz Morales
Un hombre marchó, dejó su casa, su ciudad, dejó un adiós al mundo de gentes y barrios, la gran capital.
Solo su perfume, su amor. Y la semilla que pudo él sembrar en aquel remolino de amor y deseo, en aquella casa de humilde pecar, para que aquella bella y hermosa joven por toda la vida pudiera recordarlo.
Las palabras que yo pueda decir no son suficientes para describir el dolor que sentí. Hombre de triste figura, ¿por qué a las aguas fuiste a vivir, si yo en una noche te pude decir el amor que en la vida te podía dar.
Y contigo siempre quería vivir.
Nadie te llamo, nadie sintió tu callado adiós. No hubo despedida ni nombre, teléfono o dirección. Solo tu semilla quedó en mi ser, ni siquiera tu conocí.
Tu hijo nació en mí.
Se formó y sin tú querer dejaste tu huella, el aliento y tu ser.
Tus ojos, tu pelo tu hermoso, la risa, el color del cielo en su rostro dejaste.
También tus ojos le heredaste
También quedó en el tu galanura y tu paz.
Está historia nunca la pude contar.
Al irte dejaste en mi tu sombra y heredad
En el amor de una noche. Al despertar sola, sin poder entenderte.
Buscarte ¿a dónde? No había respuestas. Nadie te vio, nadie sintió tu callado adiós.
Solo yo que lo he vivido y sentido puedo certificar que en esa noche hermosa, con mi anhelo de trascender una vida grande, se fructificó en mí.
Y si el Creador mis ruegos escuchó, quedó su fruto conmigo, acompañándome siempre en mi diario vivir.
Para no olvidar siempre que tu mismo hijo de ti me alejó.
Está historia la escribo recordando esa bella canción de Mary Trini: Un hombre marchó.
Rosario Ruiz Morales se inició como escritora en agosto de 2010, cuando entró a un taller literario llamado Para perderle el miedo a la escritura, en Demac. Desde entonces escribe todos los días, como una forma de meditación y trascendencia.
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