Camino
Por Guadalupe Ángeles
Mis pies deben estar vivos
necesitan esa caricia bajo el lino
–caminos en sueños
dulcemente negados en la vigilia–
para transformarse en ramas o nubes.
Sabe la vida que mis pies son mi camino,
hice un nido para mí.
Ese lugar donde pared y sustancia
sean una
¿cómo no ser ahí
cómo ser de otro modo?
Mis pies han soñado nombres y tragedias
he conocido amigos en sueños que jamás
veré
–olvidé sus nombres dentro del propio
sueño–
y es posible (lo sé) ser el amanecer y la
maleta,
la envidia y el horror,
todo a un tiempo envuelta en el aire onírico
que con su vuelo crean mis pies cada noche
alimentando la oculta desmesura de mis
deseos
que se reduce a dos o tres absolutos.
No conocen soledades
hermanados con la caricia del sueño,
son el blanco y negro de toda circunstancia.
Anciano y blanca mujer.
Juegos y mentiras.
Blasfemia y oración bendita.
Desasosiego y certeza.
Dos partido en veinte
y trescientos transformados en millones
como las sinapsis del cerebro,
como las estrellas de apellido innumerable.
Así mis pies son la llave
aunque el universo no tiene puertas ni
cerrojos,
mi cuerpo en forma humana necesita
metáforas
tanto como alegría y miedo.
Fluir sabiéndose agua de río,
violencia encarnada en granizo
o suavidad de lago.
Infinita es la necesidad de mi cuerpo de
soñar,
imaginar otras vidas y otros cuerpos,
otras historias donde ser fantasma
no constituya crimen ni tragedia.
Porque la piel de mis pies
es la misma del rostro de un recién nacido
y la del árbol muerto por la plaga.
Tiene la vida un perfume del que no temo en
sueños,
se llama muerte.
Su caricia es lo que busca la
desnudez de mis pies cada noche
habitados por metáforas sin fin
como mi deseo de vida,
como mi amor a la conciencia
¿inarticulada, caótica?
Es imposible soñar de otra manera,
vivir de modo distinto.
Mi corazón lo sabe.
De ahí su idea del disfraz de un par de pies
enamorados de historias escritas
sobre la piel de conchas marinas.
Solo legibles en sueños.
Nació en Pachuca, Hidalgo fue directora de la revista Soberbia. Ha colaborado en Ágora, El Financiero, El Informador, El Occidental, La Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y Espéculo. Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.
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