miércoles, 4 de noviembre de 2020

Guadalupe Ángeles. Camino


Camino

 

 

Por Guadalupe Ángeles

 

 

Mis pies deben estar vivos 

necesitan esa caricia bajo el lino

–caminos en sueños

dulcemente negados en la vigilia–

para transformarse en ramas o nubes.

 

Sabe la vida que mis pies son mi camino,

hice un nido para mí.

Ese lugar donde pared y sustancia

sean una

¿cómo no ser ahí

cómo ser de otro modo?

 

Mis pies han soñado nombres y tragedias

he conocido amigos en sueños que jamás 

veré

–olvidé sus nombres dentro del propio 

sueño–

y es posible (lo sé) ser el amanecer y la 

maleta,

la envidia y el horror,

todo a un tiempo envuelta en el aire onírico

que con su vuelo crean mis pies cada noche

alimentando la oculta desmesura de mis 

deseos

que se reduce a dos o tres absolutos.

No conocen soledades

hermanados con la caricia del sueño,

son el blanco y negro de toda circunstancia.

Anciano y blanca mujer.

Juegos y mentiras.

Blasfemia y oración bendita.

Desasosiego y certeza.

Dos partido en veinte

y trescientos transformados en millones

como las sinapsis del cerebro,

como las estrellas de apellido innumerable.

Así mis pies son la llave

aunque el universo no tiene puertas ni 

cerrojos,

mi cuerpo en forma humana necesita 

metáforas

tanto como alegría y miedo.

Fluir sabiéndose agua de río,

violencia encarnada en granizo

o suavidad de lago.

 

Infinita es la necesidad de mi cuerpo de 

soñar,

imaginar otras vidas y otros cuerpos,

otras historias donde ser fantasma

no constituya crimen ni tragedia.

Porque la piel de mis pies

es la misma del rostro de un recién nacido

y la del árbol muerto por la plaga.

 

Tiene la vida un perfume del que no temo en 

sueños,

se llama muerte.

Su caricia es lo que busca la

desnudez de mis pies cada noche

habitados por metáforas sin fin

como mi deseo de vida,

como mi amor a la conciencia

¿inarticulada, caótica?

Es imposible soñar de otra manera,

vivir de modo distinto.

Mi corazón lo sabe.

De ahí su idea del disfraz de un par de pies

enamorados de historias escritas

sobre la piel de conchas marinas.

Solo legibles en sueños.

 

 

 

 

Nació en Pachuca, Hidalgo fue directora de la revista Soberbia. Ha colaborado en Ágora, El Financiero, El Informador, El Occidental, La Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y Espéculo. Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.

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