Por Soledad Graciela Lechuga Mejía
Nos encontrábamos en Dong Guang justo en los días que dieron la alerta de la pandemia. Teníamos quince días de haber llegado, y pensábamos permanecer un mes, cuando nos enteramos que se estaban cancelando vuelos. Decidimos adelantar nuestro regreso, teníamos los boletos de viaje redondo, por lo que consultamos a la aerolínea para hacer las reservaciones. ¡Oh, sorpresa!, se habían cancelado los vuelos en United Air Lines.
—¿Y ahora qué hacemos? —le pregunté a mi esposo.
—Pues a buscar vuelos por Internet —me respondió.
Empecé a buscar la forma de regresar a México, en una lista que encontré en Google. Podíamos regresar por Corea/ Estados Unidos, pero ya habían cerrado el ingreso a los chinos en esos países. O por Japón, pero, además de muy costoso, no era la mejor opción.Seguí buscando la mejor cotización y recorrido, hasta que encontré una conexión de Hong Kong/ Dubay, posteriormente a España y de allí a México, y luego a Chihuahua, era lo que se acomodaba mejor a nuestras necesidades.
Para salir de China hubimos de pasar varios retenes en carreteras; a la entrada y salida de cada pueblo nos tomaban la temperatura, interrogaban de dónde venías, a dónde ibas; llenamos formularios de salud antes del salir del Continente y al entrar a Hong Kong.
Viajábamos mi esposo, nuestro hijo de dos años, y yo. El tiempo de vuelos sería por 48 horas, más las horas de espera para las conexiones. En total hicimos más de 50 horas, y con el horror por el contagio.
Cuando había que llevar al niño al baño, era un problema porque todo quería tocar. Sanitizábamos cada superficie con la que íbamos a tener contacto, los lavabos de los baños, los asientos, todo; se terminaron las toallas húmedas y el gel, había que comprar más, pero no dónde o cómo. Por fin, en uno de los vuelos, nos dieron toallas y gel suficientes. En España no nos permitieron bajar y sanitizaron el avión con los pasajeros a bordo.
Al llegar a México pensamos que nos iban a detener para una revisión exhaustiva, pero no fue así, no encontramos ningún retén para la prevención de la pandemia, nada. Para ese momento, habíamos estado en China por tres semanas, con los sistemas de contención muy severos, por lo que no esperábamos menos que eso.
El arribo a Chihuahua fue sin ningún contratiempo, ya que no había medidas de prevención en el aeropuerto. Veníamos exhaustos.Pedimos que pasaran a recogernos sin prever que se podían contagiar, reaccionamos cuando ya íbamos en el auto, por lo que al llegar a casa decidimos hacer cuarentena todos, mi suegra que había pasado a recogernos y nosotros. Nunca pensamos que ese confinamiento iba a ser por ocho meses, y contando.
Soledad Graciela Lechuga Mejía estudió en el Colegio Palmore y en la Escuela Normal C. C. Mata, es profesora en educación artística en la Escuela Federal Secundaria Técnica número 32 de Chihuahua. Es pintora de profesión, durante 30 años ha realizado exposiciones individuales y colectivas en varias ciudades, principalmente en su ciudad, donde es presidenta del Salón de la Plástica A. C. También escribe relatos y poemas, que ha publicado en revistas y periódicos. Actualmente asiste a un taller literario y colabora en la revista blog Estilo Mápula.
Un virus que vino a cambiar todo... muy buen relato.
ResponderEliminarMuy bien narrado, sencillo y natural.
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