lunes, 2 de noviembre de 2020

María del Refugio Sandoval Olivas. Cortina de lágrimas

Foto Pedro Chacón

Cortina de lágrimas

 

 

Por María del Refugio Sandoval Olivas

 

 

Hay momentos que la luz se extingue ante el fulgor de la oscuridad; el conocimiento de las cosas se pierde en el ramaje de la incomprensión y no penetra un raya la razón. Se ensombrece el pensamiento y caen gotas de pesadumbre.

 

El equilibrio, que permite el balance de pensamientos y emociones, se encuentra tambaleante e incierto; hábitos y rutinas cual preámbulo a la fijación de conductas han sido modificados; la relación con la otredad es una amenaza; la fragilidad entre salud y enfermedad pende de un hilo; el miedo a la muerte es más intenso que nunca; me reconozco vulnerable; con miedo de perder a mis seres queridos o extraviarme en las brumas del olvido.

 

Las noches son el preludio de insomnio y pesadillas. El miedo se apodera de mis huesos, estoy expectante escuchando los ruidos y respuestas de mi cuerpo.

 

Los días tienen un flujo diferente, estático, con una dimensión de pesadumbre y expectación. Las celebraciones familiares y culturales se rigen por la frialdad de las cámaras; las interacciones se posesionan de la imagen, la palabra, pero falta el calor y la emoción de la cercanía. 

 

La profusión del canto de los pájaros llega nítida a mi conciencia; mis sentidos se han enaltecido, mi espíritu se encuentra expectante, despierto, para gozar el instante y aprisionar el momento vivido.

 

El aire circundante se convierte en cómplice del ayer, trayendo el baúl de los recuerdos, las sombras de los muertos, las risas, y socialización con los míos; hay un río cubierto de lágrimas que baña a los muertos y a los vivos.

 

La evitación se ha convertido en mi cómplice, huyo de noticieros, trato de escabullirme en las sombras de la ignorancia, para evitar el horror, incertidumbre y desazón que causa este infortunio. 

 

Los planes se han aplazado, todo ha quedado estático, suspendido, ocultando el rostro, alejándose de hábitos y rutinas, quedando en el limbo.

 

No puedo acompañar en su pesar amigos que despiden a sus seres queridos. Tampoco evitar el preguntar la causa del deceso, si hubo contagio, o el observar a ese monstruo invisible en el roce de otro cuerpo con el mío.

 

Grandes pérdidas se están enfrentando, hay inmensos desafíos. El primero es sobrevivir y no enfermar, conservar el empleo, que el sueldo alcance, que la violencia frene y la corrupción se acabe.

 

Vivir sin miedos, sin incertidumbres. Gozar el abrazo y volver a experimentar lo que ya teníamos y no sabíamos valorarlo a profundidad.

 

Quiero que mi voz cimbre montañas, que los ecos taladren las entrañas de la tierra, que se eleven por el firmamento y se encuentre la vacuna que terminará con este tormento.

 

 

 

 

María del Refugio Sandoval Olivas es doctora en educación. Ha publicado los libros Anhelos, sueños y esperanzas (2010), Una rosa sin espinas (2011) y Dulce (2018). Su obra aparece en varias antologías. Es columnista  de El sol de Parral y escribe el blog de literatura

https://cuquissandovalolivasletrasypoemas.blogspot.com/

1 comentario:

  1. Gracias por este espacio. Hoy más que nunca debemos hermanarnos con las letras.

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