v/lfr
El hijo
que no tuvimos
Por Luis
Fernando Rangel
a la mujer que espera
El mundo existe
para que ocurran momentos así:
espero el autobús, de noche,
frente a un restaurante de
hamburguesas
mientras ella descansa en su
habitación.
Nunca he comido hamburguesas ahí
y no sé si a ella le guste.
Sé, sin embargo, otras cosas
menos importantes:
a dos cuadras de su casa hay un
bar
y venden los mejores nachos que
he probado.
A un lado de mí dos parejas
esperan el autobús
y un hombre solitario se sostiene
de su guitarra.
Me siento triste por él
porque no podrá ofrecer su
concierto de lamentaciones
ya que el auditorio está a
reventar
y pienso en que el guitarrista
viejo y triste
no arrojará monedas sobre su mesa
porque seguirán reposando en el
bolsillo de los pasajeros
ansiosos por llegar a su casa.
El hombre se preguntará
¿qué no acaso todo el mundo es nuestra casa?
o al menos sería lo que yo me
preguntaría
y terminaría por responder
las aves tienen todo el mundo para ellas
y solo comparten el sueño con dos o tres árboles.
Ella no se pregunta cosas porque
duerme en una cama que no es la suya,
porque su verdadero hogar está a
cientos de kilómetros
pero reposa en un lugar que a
veces llama casa.
Es tarde, creo,
la luz se ha ido y ahora todo es
una larga sombra.
En el restaurante la gente
conversa
y no sé de qué se puede hablar en
un lugar como ese.
Quizá hablan del calor y del
capitalismo,
de lo mal que va el mundo.
Ya saben, así son los viejos que
se quejan de todo
y los jóvenes que nunca aprenden
nada.
Yo no diría palabra alguna.
En silencio, ceremoniosamente,
daría una mordida tras otra
mientras pienso en ella,
pero pensar tanto las cosas es un
problema
y la nostalgia es algo caro.
Las luces del restaurante se
apagan,
el autobús pasa y no me subo,
porque prefiero quedarme ahí
esperando al siguiente
y prefiero quedarme pensando en
las cosas que compartimos,
en la carne congelada que guardan
en el restaurante,
en la noche en que nos abrazamos
y ella debería estar en su cama
y yo debería estar alzando mis
ojos al cielo, en oración,
porque a veces se me da hablar
solo
y pensar que alguien me escucha.
Me asomo a la calle
y veo cómo el autobús se pierde a
lo lejos.
Sonrío y la nostalgia se me
acumula entre los brazos
porque pienso en el hijo que no
tuvimos.
Llega el siguiente autobús y me
voy
mientras en mi cabeza canto
canciones de cuna
y pienso en que ella duerme, en
calma,
esperando el perdón de los
pecados.
Me gustaría comer una hamburguesa
con ella
mientras platicamos de lo mal que
va todo.
Y al subir al camión tomo asiento
en la fila cercana a la ventana
para ver todos los restaurantes
de hamburguesas
que hay en esta triste ciudad
congelada.
Pienso en el nombre del hijo que
no llegó
como si en realidad me hubiera
gustado tenerlo.
Pienso en que es tarde y debo
llegar a casa
y prepar cena
para
una sola persona.
Luis Fernando Rangel es licenciado en letras españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Es autor de los libros Hotel Sputnik (Tintanueva, 2016), Poemas para un lugar común (ICM Chihuahua, 2018), Los líricamente desmadrados (Ediciones O, 2020) y Dibujar el fin del mundo (UACH, 2019). Coordinó la antología de poemas No haremos obra perdurable (Sangre ediciones, 2019). Ha publicado en revistas y suplementos culturales: Tierra Adentro, Visita al patio, Punto en línea, Punto de Partida, Himen, Pliego16, Estilo Mápula, Hybris, Morbífica, Tragaluz, Sophía, entre otras. Actualmente es jefe de Unidad Editorial en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH, director editorial de Sangre edciones, editor de las revistas Metamorfosis y Fósforo, así como conductor del programa radiofónico El pensador.